Félix Fuentes

Cuántos epítetos figuran en nuestro idioma aplicados a las autoridades de gobierno y seguridad hasta concluir con un “sólo en México puede ocurrir”, del periódico El País.

Y ocurrió. El Chapo Guzmán Loera se fue caminando, por segunda vez, de una prisión mexicana de “alta seguridad”.

En su viaje de cinco días a París, el presidente Peña Nieto dijo que esa fuga “es una afrenta” para el Estado. Significa más. Los términos burla, humillación, vergüenza, ridículo, estupidez, y cuantos se quieran, no cubren la magnitud del escarnio mundial contra nuestro gobierno.

En el colmo de tal desdicha, el millonario Donald Trump se jactó de tener razón de cuanto ha dicho contra México. No es fácil contradecirlo.

Algo hemos de estar pagando. Es inconcebible nuestro derrumbe, de sexenio tras sexenio, desde el régimen de Luis Echeverría (1970-1976), y no veamos la puerta, ni una rendija, para escapar de tantas calamidades.

Sabemos que la ignorancia de amplios sectores nos aniquila, pero algo más sucede. ¿Es el sistema? ¿Acaso la elección de gobernantes?

De unos años a estos días nos tilda la prensa mundial de corruptos o gente de lo peor. De ser así, la fuga de el Chapo evidencia cuán tramposas son nuestras autoridades.

Molestan los informes huecos del comisionado de Seguridad Nacional, Monte Alejandro Rubido, cuando habla de éxitos policiacos. Esta vez concretó que el Chapo se escapó por un túnel de kilómetro y medio de largo, de 1.70 metros de altura y 80 centímetros de ancho.

Rubido, invento fallido de seguridad, no sabía que ese túnel empezó a ser construido en agosto pasado y debieron usarse perforadoras para aflojar 2 mil 700 metros cúbicos de tierra maciza y extraer el material en cajas montadas en rieles, jaladas por una motocicleta.

El diseño del túnel fue de sofisticada ingeniería, al ser dirigido hasta el área de regaderas del presidio. Incluso fue dotado de equipos eléctricos y oxigenación.

Personal de El Altiplano y Rubido deben explicar por qué no fueron hechas las revisiones periódicas de penetración terrestre mediante radares, de acuerdo con el adiestramiento de expertos de la UNAM.

Mucha gente debió de escuchar ruidos de las perforadoras o de los zapapicos y la motocicleta, pero durante meses nadie vio ni oyó nada. En la evasión debieron intervenir autoridades de diferentes niveles.

Las culpas son atribuidas al gobierno del presidente Peña Nieto. Hoy, con la moda de las redes sociales son dirigidos violentos ataques, como jamás sucedió, a la institución presidencial.

La agresividad crece por los constantes viajes del primer mandatario, con cientos de invitados a naciones como Estados Unidos, España, Italia, Inglaterra y Francia.

Manuel J. Jáuregui, editorialista de Reforma, escribió a sus lectores el 10 de este mes: “¿Y saben qué? ¡Se nos hace que México va a necesitar un vicepresidente o mínimo un ‘encargado del despacho’ oficial para cubrir las ausencias presidenciales”.

Indicó Jáuregui que cuando el presidente estrene el “juguete nuevo”, el Boing 787 Dreamliner, “de costo astronómico” y adecuado en su interior en el Associated Air Center de Dallas, “no le veremos ni el polvo”.

En el pasado, el secretario de Gobernación atendía los asuntos de la nación mientras el presidente viajaba. Osorio Chong no debió acudir a París, así lo haya invitado el gobierno francés. ¿Y por qué más de 400 invitados?

Luego de la fuga de el Chapo, Osorio fue regresado a México para tomarse la foto en el túnel de la ignominia y aceptar la complicidad de autoridades.

No quedó a Osorio decir que serán tomadas nuevas medidas para impedir otras fugas. Todo será inútil ante la corrupción.

La recompensa de 60 millones de pesos es cosa mediática.