Se desnaturaliza la esencia del debate

 

 

Sin política no se puede

organizar una sociedad.

José Saramago

José Alfonso Suárez del Real y Aguilera

A contracorriente del resultado electoral del 7 de junio, en nuestra ciudad el discurso del Gobierno del Distrito Federal está asumiendo un preocupante talante antipolítico que, al enunciar que se tiene que “acabar ya con esta tarea de politizar lo que es el desarrollo de la ciudad” —tal como lo expresó ante los miembros de la Canadevi, el pasado 12 de julio, el titular de la administración pública capitalina, Dr. Miguel Ángel Mancera—, está llevando a desnaturalizar el proceso intrínseco de la ciudad, es decir, su esencia de construcción de consensos y reglas a través del debate público.

Bajo un muy riesgoso uso del término politizar, el jefe de Gobierno capitalino advirtió a los habitantes de la ciudad que su administración pretende abstraer el debate y la polémica en torno al desarrollo urbano de la plaza pública —el ágora de la polis griega—, insertándolo en un esquema en el que simplemente se descartarán las voces que disientan con el concepto desarrollista que exhiben los programas y acciones de gobierno que apuntan a posicionar la ciudad como “nicho de negocios”, no como histórico escenario del ejercicio de derechos, garantías y libertades, cuya vigencia defendemos en Morena.

En ese mismo tenor, el miércoles 15 de julio el gobierno de la ciudad informó que con el fin de no politizar el gasto 2016 lo hará público, antes que darlo a conocer a la Asamblea Legislativa, evidenciando así la “incomodidad” que al parecer le produce al jefe de Gobierno la composición partidaria de la VII Legislatura, exhibiendo con tal actitud el estar acostumbrado a instruir a su otrora aliado mayoritario, no a desplegar acciones políticas en consonancia al respeto entre Poderes, como lo mandata nuestro pacto constitucional.

Resulta imperativo hacer reflexionar al Ejecutivo capitalino en torno a la gravedad de utilizar el término politizar como adjetivo peyorativo, cuando en sus dos acepciones se reconoce su aporte al proceso democrático de la polis (la ciudad), al describir la acción de darle “orientación o contenido político a acciones, pensamientos”, así como la de “inculcar a alguien una formación o conciencia política”.

Asimismo, hoy es menester recordarle al doctor Mancera que para Porfirio Muñoz Ledo, su reconocido asesor para la reforma política, “el valor supremo de la política no es la obediencia, sino una conducta compatible con la convicción”, afirmación desplegada por una sociedad civil que ha demostrado su fortaleza política en defensa de su arraigo vecinal desde 1985.

Por esa simple y acreditada conducta de convicción, el Gobierno del Distrito Federal debería reconocer lo que acertadamente expresó José Saramago, lúcido pensador para el que la sociedad no puede organizarse sin política, pues le asiste el derecho de politizar todos los asuntos de la ciudad a la que ama y a la que defiende del desarrollismo gentrificador.