Controladas por grupos armados, las zonas de conflicto en África (como el este del Congo), representan una razón más para que la violencia se intensifique; ahí se localizan los yacimientos de estaño, tungsteno, oro y tantalio, minerales que se utilizan para la fabricación de celulares y computadoras.
“Es una fuente de financiación muy importante que pueden utilizar para comprar armamento, para mantener a su propia tropa, para mantener esta guerra de larga duración”, explica el coordinador del equipo de empresas de Amnistía Internacional en España, Gerardo Ríos.
Las milicias de esa región controlan amplias zonas geográficas y extraen sus recursos minerales para explotarlos: cobran ganancias al comerciarlos. Sin embargo, no siempre han tenido el control de esos territorios los grupos armados. Todo inició con la guerra de 1998 en el Congo.
El experto en la situación, que forma parte de la organización Justicia y Paz, Miguel Ángel Prieto, indica que el poder del Gobierno en esas regiones ya estaba derrumbándose desde antes de la guerra y que el conflicto terminó con el orden casi inexistente: “la guerra ha sido el desencadenante de esa pérdida de control del Estado de la actividad económica ligada a las minas”.
En la actualidad, los grupos armados tienen el poder de la producción de los minerales, incluyendo la exportación.
El representante de una conjunto de organizaciones de derechos humanos en el Congo, Moisés Kambere, considera que la solución debe imponerla el país y no agentes externos, “de una voluntad del gobierno congolés de poner orden”.
La preocupación de Europa dio inicio a la constitución de una regulación, con la que se obligará a las empresas a declarar el origen de sus materias primas, aunque es evidente que no toda la industria europea involucrada en ese comercio la aplicará.
Información de Radio Francia Internacional