Patricia Gutiérrez-Otero

 

En homenaje al fotoperiodista Raúl Espinosa Becerril, y a las cuatro mujeres que murieron con él.

En esta entrega quiero dar voz al hombre que mereció el sobrenombre de “Gran Alma” por su búsqueda de la verdad y por la coherencia y entrega de su vida al servicio de la misma. Gandhi mostró un camino de liberación política: la práctica de la no violencia como medio para que el opresor entre en la misma lógica de la verdad: “hay que combatir el mal dejando de proporcionar nuestra ayuda al malhechor de una forma directa o indirecta”. De ahí proviene la práctica de la desobediencia civil y de la no cooperación con los sistemas injustos.

Estamos en un momento en el que todos debemos afrontar la realidad, perder el miedo, y tomar posición, sino es por dignidad humana, que sea por interés, porque el camino del gobierno espurio conduce hacia la bancarrota material de la gran mayoría (incluida la disminuida clase media) y a la esclavitud física, psicológica y espiritual. Por ello, hay que detenernos, informarnos, reflexionar y actuar. Escribió Gandhi: “Si un padre se hace culpable de injusticia, sus hijos tienen la obligación de abandonar el techo paterno. Si el director de una escuela dirige su colegio sin respetar las reglas de la moral, los alumnos deben abandonar esa institución. Si el presidente de una sociedad se deja corromper, los miembros de la misma que no quieran ensuciarse las manos deben dimitir. Del mismo modo, si un gobierno comete una injusticia grave, el ciudadano tiene que retirarle su colaboración, en todo o en parte, impidiendo que los dirigentes cometan fechorías”.

Si el gobierno posee ilegítimamente la fuerza de la policía y el ejército para reprimir a la sociedad a la que debería servir; los ciudadanos poseemos la fuerza de nuestra no cooperación ya sea no obedeciendo órdenes injustas (incluso si somos policías o soldados o burócratas) o negándonos a participar en la vida económica para mostrar nuestra rabia ante decisiones que no nos benefician (como gran parte de las reformas aprobadas en este sexenio). Ante un gobierno que silencia a sus periodistas asesinándolos, que mata o desaparece a sus luchadores sociales, y que destruye a sus pequeños y medianos productores mientras favorece a las transnacionales, debemos decir ¡ya basta, quiero mi poder de vuelta!

Por eso, es urgente el llamado que una parte de la sociedad civil hace para que el miércoles 14 de octubre los mexicanos mostremos nuestro hartazgo. Si los griegos ser reunieron multitudinariamente, ¿por qué nosotros no? Nosotros podemos sumar millones que el 14 de octubre no participen en la vida económica. ¿Cómo? Simplemente no trabajando, no asistiendo a escuelas o universidades, y, sobre todo, no consumiendo. De manera práctica significa que nos quedemos en nuestra casa, pues no usaremos gasolina ni boletos de autobús, que salgamos a pie o en bicicleta a lugares cercanos a convivir con otros, o que imaginemos novedosas maneras de vivir no ligadas con el consumo. (Se agradecen las sugerencias). Un solo día no es demasiado, y puede empoderarnos como ciudadanos libres y capaces de decidir nuestra vida. Hagamos extensa la invitación a los miembros de nuestros círculos; y comprometámonos.

Además, opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés y la Ley de Víctimas, que se investigue seriamente el caso de Ayotzinapa, que trabajemos por un Nuevo Constituyente, que el equipo de Aristegui recupere su espacio, que protejamos a nuestros periodistas.