Entrevista a Sergio García Ramírez | Profesor-investigador del IIJ-UNAM |Exclusiva para Siempre!

Nora Rodríguez y Ofelia Alemán

“Empecemos por reconocer que no tenemos un verdadero sistema penitenciario en México, que no hemos sabido construirlo, muchas personas se han esforzado, muchas personas se están esforzando, tienen merecimientos, pero nos falta mucho muchísimo. A la hora de hablar de penitenciarismo hablamos de leyes no de realidades”, afirma Sergio García Ramírez, Profesor e Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (IIJ-UNAM).

“En las prisiones mexicanas prevalecen la violencia, el hacinamiento, la indisciplina, la corrupción y personal interno sin la capacitación indispensable. La desatención en materia de prisión preventiva es uno de los factores principales de la nociva sobrepoblación penitenciaria. Para atender los requerimientos constitucionales sobre el tema será preciso tomar en serio el mandato de la ley suprema, promover auténticos programas de trabajo, educación, salud, relaciones con el exterior deporte y derechos humanos y atender las apremiantes necesidades de alojamiento, alimentación, ropa y medicamentos”, plantea García Ramírez en su reciente libro Presos y prisiones. El sistema penitenciario desde la perspectiva de los derechos humanos, México, Porrúa, 2014.

Luego de la fuga de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, alias el Chapo de la prisión de máxima seguridad el Altiplano, nuevamente se pone sobre la mesa de debate las pésimas condiciones en las que se encuentran las prisiones mexicanas.

Con la autoridad que brinda la experiencia en el desempeño de dirigir y administrar una prisión, así como el quehacer en otros ámbitos de la administración pública, de la academia, de la investigación y de la literatura, García Ramíez comparte con Siempre! sus reflexiones sobre la realidad carcelaria en general y señala que “nuestro sistema penitenciario está en pésimas condiciones, está en franca crisis, no de ahora sino de hace ya mucho tiempo lo hemos señalado insistentemente y es muy poco lo que se ha hecho para crear un verdadero sistema penitenciario”.

La fuga, punta del iceberg

En este sentido, el investigador de la UNAM precisa que “un sistema penitenciario no es tener una ley penitenciaria, ahora se está fraguando una ley de ejecución de penas, no es tener un edifico moderno, no es contar con un equipo de celadores, es contar con todo eso y además armarlo, armonizarlo, con un objetivo, con un designio y sobre todo una vez establecido el designio aplicarlo, ejecutarlo, realizarlo de verás y eso es lo que no se ha hecho. Hablamos de un sistema y no tenemos sistema penitenciario digno de ese nombre, entonces un acontecimiento tan penoso y vergonzoso como el que acaba de ocurrir [la fuga del Chapo] es apenas la punta de un iceberg profundamente sumergido”.

Por eso hay que “rehacerlo con mucho cuidado y prácticamente desde sus fundamentos aquí hay problemas de todo tipo, de hacinamiento, de sobrepoblación, hay maltrato hay corrupción, ese es el panorama que ofrece esto que llamamos con un eufemismo sistema penitenciario”.

García Ramírez es doctor en derecho por la Facultad de Derecho de la UNAM y presidente de la Academia Mexicana de Ciencias Penales, y entre sus múltiples cargos fue juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que llegó a presidir, y director del Centro de Readaptación Social de Almoloya de Juárez, Estado de México, director de la Cárcel Preventiva de la Ciudad de México, presidente de la Comisión de Reclusorios del Distrito Federal, entre otros muchos cargos en la función pública.

Una cárcel no es invulnerable

Es por toda esta experiencia laboral y académica que no puede afirmar que haya una prisión de máxima seguridad de donde no se pudiera escapar ni un solo reo, pues sería muy complicado, “una prisión de la cual no se escape nunca nadie no sé si se ha concebido semejante cosa en la historia de la humanidad, porque hasta las prisiones más seguras han sido vulneradas y humilladas. Se pueden extremar las medidas de seguridad, las medidas de cuidado en estas prisiones de alta seguridad, en estas prisiones fortaleza. Las que tiene México, las del régimen federal, son prisiones concebidas con esa idea, evitar ante todo las fugas, no están muy ocupadas o preocupadas por lo que llamamos la reinserción social que antes se llamó la readaptación social, pero sí están muy ocupadas y preocupadas por evitar las fugas y cuentan con todo el aparato, con todo el equipamiento, yo diría hasta donde mi conocimiento alcanza, necesario para evitar que haya evasiones”.

Aunque “no son prisiones fácilmente vulnerables no puedo decir que sean invulnerables sería absurdo decirlo y menos en estas circunstancias, pero no son fácilmente vulnerables, pues tienen dispositivos de todo carácter, mecánicos, físicos, electrónicos, no es por ahí, no es que falten dispositivos electrónicos, no es que en un momento dado una cámara no pueda cubrir, no es que los derechos humanos se hayan convertido en un obstáculo, ya se ha reconocido que no es así, no son un obstáculo para la buena vigilancia, son otras cosas, por eso estamos todos en espera de saber qué fue lo que determinó esta fuga escandalosa, que no es la primera vez que ha ocurrido en las cárceles mexicanas una evasión ni en las de máxima seguridad ni en las otras que son la gran mayoría”.

El doctor García Ramírez recuerda que “las técnicas utilizadas en el mundo entero para las fugas van desde los helicópteros hasta los túneles pasando por las dádivas, por los disfraces, por el aprovechamiento de la distracción de las autoridades, por eso lo que hay que tener es infinito cuidado, una preparación muy rigurosa de todo el personal que labora a cargo de la custodia y a cargo de la reinserción y desde luego una probidad a toda prueba porque se nos van pero no solamente de las cárceles se nos van de los tribunales, del ministerio público, de la policía, me estoy refiriendo al decir se nos van a la impunidad, un gran mal de la justicia penal y por supuesto de las prisiones”.

En ese mismos tenor, responde a si el Estado tiene miedo de actuar contra los llamados autogobiernos que se forman en las cárceles, y dice que “esto habría que preguntárselo a quienes tienen que actuar y no actúan, muchos sí actúan, muchos hacen lo más que pueden, me consta que muchos servidores públicos están comprometidos con su trabajo y están tratando de sacar adelante lo que tienen en sus manos, sí hay acción, aunque evidentemente no es suficiente, sí cuesta mucho trabajo rescatar lo que se ha perdido, recuperar el control de las prisiones, rescatar las prisiones frente a los sistemas de autogobierno, así llamado autogobierno, que se han establecido en muchas de ellas, es algo muy complicado y puede ser algo muy doloroso, muy costoso, hay que actuar no solamente con coraje y con valentía sino con mucho ingenio, con mucho cuidado, no es algo sencillo”.

No obstante, en el caso de una prisión de máxima seguridad, quizá sea diferente porque hasta donde uno entiende “ahí los sistemas no son propiamente de autogobierno, es decir, el control de una prisión por parte de los reclusos con la exclusión de autoridades del Estado es más bien característico de otro tipo de prisiones, de las prisiones medias, de las prisiones modestas, de las prisiones ordinarias, es ahí donde no hay suficientes celadores, no hay suficientes medios para poder asegurar el trabajo, la enseñanza y poco a poco los internos se van ocupando de aquello que no se pueden ocupar las autoridades porque no las hay o no son suficientes pero no es el autogobierno lo que está empañando a los reclusorios de seguridad máxima, ahí eventualmente puede haber también expresiones de autoridad de reos dentro de la cárcel, pero tal vez ese no sea el problema fundamental”.

García Ramírez señala que se escucha con gran frecuencia la inconformidad con el personal de los reclusorios que a veces están mal pagados, mal preparados, mal seleccionados, como muchas veces ocurre por desgracia con la policía, por tanto “si no tenemos —dice— una auténtica profesión penitenciaria no podemos tener un auténtico sistema penitenciario, así que no basta con edificios, con que se construyan más y se inauguren, con que se hagan en serie, con que se pongan unas sirenas, unas alarmas, unos controles electrónicos, no basta con eso, hay que tener verdadera eficacia en el manejo penitenciario”.

 

Aumentar penas no es remedio

El experto en temas jurídicos, criminológicos, penitenciarios e incluso políticos subraya que “cada vez que ocurre alguna tragedia o algún disgusto social se modifica la ley penal, se crean más delitos y se aumentan las penas, pero no es por ahí, no es ese el remedio, ya hay penas que son de 140 años de prisión, que no hay a quién aplicárselas por cierto, y otras que no son de 140 años son de algunos años de prisión pero que tal vez se podría reconsiderar si esas conductas deben ser delictuosas o no”.

Apunta que ya después de este panorama la pregunta es si nuestras prisiones están preparadas para proveer, para dar reinserción social o readaptación, “yo tendría que decir que generalmente no, lo estamos viendo, la respuesta es fácil, es sencilla, es espontánea, generalmente no podría decir uno que salen los presos de las prisiones en mejores condiciones que como entraron, muchas veces salen humillados, ofendidos, envilecidos, maleados, hasta se ha dicho que son escuelas del crimen y no escuelas de civilidad. No es fácil readaptar a alguien o reinsertarlo teniéndolo preso, es como enseñar a volar a una ave metiéndola en una jaula, resulta un poco extraño, pero no tenemos una alternativa a la mano”.

 

El sistema penal de EU es racista

Por lo que respecta a la experiencia internacional en materia de prisiones, por ejemplo, los penales norteamericanos de super máxima seguridad, el doctor García Ramírez señala que “el sistema norteamericano tiene una tecnología muy desarrollada, muy compleja y por lo mismo muy costosa. Sería ideal que pudiéramos conciliar la tecnología, matizada con un buen trato a los reos, combinada con la idiosincracia mexicana para lograr un modelo propio”. Pero la mentalidad y la cultura penal norteamericana es completamente racista: los malos a la cárcel y los buenos afuera. Y así han logrado encerrar a poco más de 2 millones de personas en sus cárceles públicas y privadas.

El exdirector del llamado Palacio Negro de Lecumberri y fundador de una prisión modelo en el valle de Toluca en donde se presume de buen trato a los internos y de pasar los fines de semana en la casa de la familia resalta que hay figuras sociales muy mexicanas también reflejadas en las prisiones, por ejemplo, la visita conyugal, un aspecto totalmente incomprendido por los norteamericanos.

Otros aspectos criticables a los ojos del extranjero, es el trato a la familia y la cercanía que se le permite de los reos con los familiares. “Estos son modelos muy nuestros, muy mexicanos que no deben dejarse de lado,” aclara el doctor García Ramírez.

 

No copiemos

Recalcamos que la postura del prestigiado jurista sobre la reforma al sistema penitenciario es tajante. “Miremos hacia nosotros mismos. ¿De qué nos sirve ver a Noruega, Suecia o Dinamarca si allá casi no hay prisiones ni delitos? Son comunidades muy pequeñas, con un modo de vivir muy diferente de los nuestros”.

Desviemos la mirada entonces a comunidades más parecidas a la nuestra, hablemos de América Latina. Recordemos que el doctor García Ramírez también fue juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. “Desastrosa es la calidad de las prisiones latinoamericanas. Algunas prisiones son verdaderos templos de crueldad, de sevicia, de corrupción. Desde la Corte veíamos cosas inimaginables, iguales o peores que las conocidas en México”.

No hay un modelo ideal de prisiones, por más renombradas que sean. “Podremos echar una mirada a otros sistemas para detectar en qué se equivocaron y ver aciertos. No copiemos. México no puede ser la copia de nadie ni siquiera en materia carcelaria ni en otras materias,” afirma el prestigiado académico.

 

La carta

Las delegaciones mexicanas en el exterior generalmente cumplen impecablemente con roles internacionales que no tienen repique en la sociedad mexicana. Es más, ni siquiera nos damos por enterados. En mayo pasado, el doctor García Ramírez nos refiere sobre el Congreso Internacional sobre Prevención del Delito en Doha, Catar. Con expertos de todo el mundo en materia penal y carcelaria, “México fue un gran promotor de la renovación de las reglas del trato penitenciario. No he oído mucho —será mi falta de capacidad auditiva— que aquí estemos atentos a lo que nosotros mismos propiciamos hace un par de meses”.

Las afamadas Reglas de Mandela —un conjunto de reglas mínimas dictadas por Naciones Unidas sobre el trato a los reclusos— incluyen primeramente, el trato con dignidad y respeto. En segundo lugar, versan sobre las condiciones sanitarias y médicas, las sanciones disciplinarias, la correcta conducción del proceso legal de cada reo, el tratamiento a las quejas de los internos y por último, sobre la capacitación del personal carcelario. Estas reglas, como se ha dado a conocer en este y otros reportajes anteriores, apenas si tienen observancia en algunos penales mexicanos. Candil de la calle, oscuridad de la casa.

Entre los múltiples reconocimientos del doctor García Ramírez destacan las siguientes medallas: la Ambrosio Paré por la Sociedad Mexicana de Medicina Legal, la Orden del Oso Polar por el gobierno de Suecia, al mérito civil por el gobierno de España, la Alfonso Quiroz Cuarón por la Sociedad Mexicana de Criminología y dos preseas Gran Cruz al Mérito por la Investigacion Jurídica y al Mérito en la Comunicación.

Todas estas distinciones avalan la connotada experiencia que le dan licencia permanente al doctor, por medio de la Academia Mexicana de Ciencias Penales, de exigirle al gobierno mexicano, a través de una misiva, que cumpla con las Reglas de Mandela observadas por las Naciones Unidas, mecanismo en el cual México participa activamente.

La carta enviada al secretario de Gobernación, a los presidentes de las cámaras de Diputados y Senadores, a la Procuraduría General de la República, a la Comisión del Distrito Federal y a la Nacional de los Derechos Humanos, así como a la Consejo de Coordinación para la Implementación del Sistema de Justicia Penal, pide “que se refleje en el espíritu y letra de la futura ley nacional sobre ejecución de sanciones, todo lo expresamente apoyado y alentado por la delegación del gobierno mexicano en Doha, Catar”.

En resumidas cuentas, le exigen al gobierno mexicano que cumplan con las Reglas de Mandela cuyo contenido se logra y se perfeccciona año con año, gracias al trabajo de diversos especialistas internacionales en los últimos 60 años.

Congruencia y respeto, le exigen al gobierno. Cumplir con el objetivo esencial de la justicia penal: la rehabilitación social y la reintegración de las personas privadas de la libertad.

@ophelyas