En la constelación Cygnus a mil 400 millones años luz

 

 

 

René Anaya

Estrictamente, no tenemos evidencias de que exista vida fuera de la Tierra, pero la búsqueda de indicios continúa tanto en las vecindades de la nuestro planeta como más allá del Sol. Por ahora solamente hay una recopilación de datos que parecerían indicar condiciones propicias para la aparición de vida como la terrestre.

La búsqueda hasta el momento ha sido infructuosa, pero el descubrimiento de un planeta, con condiciones semejantes al nuestro, en la constelación Cygnus, a mil 400 millones de años luz de la Tierra, refuerza la hipótesis de que pudiera haber mundos con ambientes que propicien o que hayan propiciado la aparición de vida semejante a la nuestra.

 

Veinte años de descubrimientos

Desde 1995, cuando Michel Mayor y Didier Queloz, de la Universidad de Ginebra, Suiza, descubrieron el primer exoplaneta, se han sucedido los avistamientos de cientos de mundos que giran alrededor de una estrella, como nuestros planetas. Hasta ahora se han identificado más de un millar de exoplanetas, pero no se había encontrado ninguno con posibilidades de que tuviera vida.

Sin embargo, el 23 de julio pasado, la Agencia Estadounidense de Aeronáutica y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) anunció que con el telescopio espacial Kepler se descubrió el exoplaneta 1030, el Kepler-452b, que tiene como particularidad que es el más parecido a la Tierra.

Según la NASA, es el exoplaneta más pequeño que hasta la fecha se ha encontrado en una zona habitable, es decir en una región alrededor de una estrella donde podría haber agua líquida en la superficie del planeta, lo cual aumentaría las posibilidades de que hubiera vida semejante a la terrestre, basada fundamentalmente en agua en estado líquido, carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, y fuentes de energía.

Kepler-452b, que gira alrededor de una estrella tipo G2, como nuestro Sol, es 60 por ciento más grande que la Tierra, por lo que la gravedad en su superficie sería dos veces mayor; su órbita es de 385 días, está cinco por ciento más lejos de su estrella que la Tierra del Sol; además, Kepler-452 se originó hace seis mil millones de años, es decir mil 500 millones de años antes que nuestro Sol.

Aunque su masa y composición todavía no se determinan, los investigadores de la NASA han adelantado que probablemente sea rocoso, tenga una atmósfera más densa y haya una importante concentración de volcanes en activo.

 

La búsqueda de mundos con vida

“Es asombroso considerar que este planeta ha pasado seis mil millones de años en la zona habitable de su estrella, más tiempo que la Tierra. Se trata de una importante oportunidad para la aparición de la vida, en caso de que se dieran todos los ingredientes y condiciones necesarios para que la vida exista en este planeta”, ha planteado Jon Jenkins, jefe de análisis de datos de la misión Kepler en el Centro de Investigación Ames de la NASA.

Además de esta búsqueda de exoplanetas en zonas habitables, con el objetivo de investigar si pudieran existir formas de vida, la NASA ha continuado con la recolección de datos para afinar su búsqueda de vida extraterrestre en nuestro Sistema Solar.

Con la idea de que la vida debe estar basada en la terrestre, los investigadores consideran que tres satélites de Júpiter (Ganímedes, Europa y Calisto) y dos de Saturno (Encélado y Titán) son los candidatos a albergar vida semejante a la terrestre, pues existen fuertes evidencias de que hay océanos bajo sus superficies.

El principal candidato es Encélado, de 500 kilómetros de diámetro, que tiene un océano de agua líquida de ocho kilómetros de profundidad, que se asienta en un lecho rocoso rico en minerales, el cual podría haber propiciado las reacciones químicas que condujeran a la producción de materia orgánica y, eventualmente, a las moléculas de la vida.

Con una visión más amplia, Stephen Hawking y el empresario ruso Yuri Milner anunciaron la reactivación del programa de búsqueda de vida inteligente extraterrestre, con una inversión de cien millones de dólares.

Hawking consideró que “en algún lugar del cosmos, quizá, vida inteligente podría estar viendo estas luces nuestras, conscientes de lo que ellas significan. O ¿es que nuestras luces vagan en un cosmos sin vida: faros invisibles anunciando que aquí, en una roca, el Universo descubrió su existencia? Sea lo que sea, no existe una pregunta más grande. Es tiempo de comprometerse a hallar la respuesta, buscar la vida más allá de la Tierra”.

Así, la pregunta formulada por Carl Sagan y Frank Drake con su Programa Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre (SETI por sus siglas en inglés) en los años de 1970 se vuelve a plantear, pero con más conocimientos científicos y tecnológicos que podrían contribuir a descifrar mensajes de otros mundos con vida inteligente.

 

reneanaya2000@gmail.com.mx

f/René Anaya Periodista científico