Bernardo González Solano
Al final de cuentas, si Donald John Trump (Queens, New York, 14 de junio de 1946), descendiente de escoceses y alemanes, llegara a la Casa Blanca —como infortunadamente puede suceder pues la democracia estadounidense, la más vieja del continente americano, tiene sus asegunes—, se demostraría lo que ya es viejo: “los pueblos tienen los mandatarios que se merecen”, aquí, allá, acullá. El asunto es que los “sobrinos” del Tío Sam—mucho menos los vecinos de la Unión Americana— no se “merecen” que un barbaján de siete suelas, como el tal Trump, aunque tenga las alforjas a reventar de dinero, sea el sucesor del primer presidente afroamericano en la historia de Estados Unidos de América. Aunque a muchos pueda parecerles absurda la posibilidad de que el tal Trump ocupara la presidencia que en su momento inauguró George Washington, el hecho es que el rico Mac Pato antimexicano, el “coco” de los republicanos, podría dar el susto. Sí, hay que burlarse de él, hasta insultarlo (sus exabruptos e imprevisibles irreverencias lo requieren); lo que no se puede hacer es “ignorarlo”, pues en un descuido se mete hasta la cocina de la mítica residencia presidencial gringa y entonces se jodió el “business”. Por algo será que la palabra preferida del “clown” (seudo republicano) es “bullshit” (que aparte de significar pamplina o sandez, su mejor traducción es “pura mierda”, con perdón), con lo que califica todo lo que hacen o piensan los demás, sean republicanos o demócratas no extremistas. Esa es la esencia del “programa” de Donald Trump: “bullshit”.
Del día que anunció su pretensión de convertirse en el abanderado republicano a la presidencia de Estados Unidos, al primer debate de televisión con diez de los 17 aspirantes a la misma investidura, apenas han transcurrido 38 fechas, poco más del mes. En tan corto espacio, Donald Trump logró montarse en el primer lugar de las encuestas frente a sus competidores de “partido”. De hecho, Trump no es ejemplo de lealtad partidista. Ya ha recorrido algunas siglas, incluyendo la demócrata, a semejanza de los políticos saltimbanquis mexicanos (y uno que otro tropical mesías merolico) que brincan de bandería en bandería de acuerdo a sus intereses personales y a las circunstancias.
Por eso a muchos republicanos no les cuadra la idea de que Trump los haya amenazado de lanzarse como candidato independiente en el caso de que el Partido Republicano no lo elija como su candidato. El secreto de su ascenso en las últimas encuestas está en la explotación del odio contra los inmigrantes que llegan a su país —así como llegaron sus ancestros de Escocia y de Alemania—; asimismo, parte de su popularidad está en la denigración de los políticos estadounidenses, a los que calificó como “idiotas” políticamente correctos. “Y, él —dijo–, no está en estos momentos para ser políticamente correcto”, por lo que no deja títere con cabeza: mujeres, varones, amigos y enemigos. El rico Mac Pato no es muy constante en sus relaciones, ni de negocios ni conyugales. Ha contraído nupcias en tres ocasiones diferentes, con mujeres originarias de Europa con las que ha procreado varios hijos, el último no llega a los ocho años de edad.
Apenas ha tenido lugar el primer debate televisivo de los republicanos. Faltan once más. El último será en marzo del año próximo. El proceso de primarias empezaría hasta febrero de 2016. Para lograr la nominación al margen de destacar en las primarias, el ganador necesita mucho apoyo económico (de los contendientes Trump podría ser el único que tiene resuelto este problema), más la aquiescencia de las élites y lograr una coalición amplia en la base republicana. Aunque en política vale aquello de que “el que da el primer golpe da el segundo”, no por ello se puede asegurar que Trump llegue en las mismas condiciones que ahora al mes de marzo. Todavía falta mucho trecho. Entretanto, el debate celebrado el jueves 7 de agosto en la Arena Quick Loans, en Cleveland, Ohio, en el mismo lugar donde se juegan competiciones de basquetbol, se convirtió en un show a la gringa. Un espectáculo dominado por las escandalosas declaraciones de Trump, especialmente en el tema de la inmigración indocumentada. Donde dijo que los políticos y los gobernantes de su país son “estúpidos” para afrontar el problema de la migración y que el gobierno de México “es inteligente”, porque está enviando a lo malo de su población a Estados Unidos. Así, el insolente multimillonario dijo que gracias a él —lo que no deja de ser cierto—, el problema de la inmigración ilegal ahora es un asunto importante para los programas de los candidatos que aspiran llegar a la Casa Blanca.
“Tenemos que construir una barda en la frontera y rápido”, repitió el inmodesto magnate que no se cansa de repetir que es “muy rico” —aunque olvida que hace no muchos años tuvo que declararse en quiebra—, abundando en lo que dijo al anunciar su candidatura cuando aseguró que la “inmigración indocumentada mexicana en Estados Unidos estaba integrada por delincuentes, traficantes de drogas y violadores”. Machacó, otra vez, que de llegar a la presidencia “obligaría al gobierno de México a cubrir los gastos de la construcción de un muro en la frontera con Estados Unidos”. Como en la primera ocasión, ahora tampoco dijo cómo obligaría al gobierno mexicano a pagar la infamante valla.
Transmitido por el canal de televisión Fox y moderado por tres de sus presentadores “estrella”: Chris Wallace, Bret Bair y Megyn Kelly, el debate, que duró aproximadamente dos horas, a nivel nacional, con más de 24 millones de personas de audiencia (todo un récord), fue claramente un evento de confrontación entre Trump, Jeb Bush, el hijo y hermano de presidentes, y Hillary Clinton (la precandidata demócrata, no única, al principal cargo público de la Unión), a quien los 10 aspirantes criticaron en ausencia. Trump a la cabeza, que por cierto parece decidió subirse a esta importante competencia a instancias del expresidente Bill Clinton, que presumía de ser amigo del multimillonario. De hecho, el magnate ha declarado que había apoyado económicamente la campaña de Clinton y de la propia Hillary Rodham Clinton, lo que ha sido criticado por varios republicanos que recuerdan los “saltos” políticos del claridoso Trump que no respeta nada, ni a nadie.
Aunque las últimas encuestas le favorecen, no todo es miel sobre hojuelas para Trump. El viernes 8 de agosto sufrió un fuerte revés al suspenderle el discurso que pronunciaría en una importante reunión conservadora en Atlanta, donde el blog “RedState” recibiría a nueve de los 17 candidatos a las primarias republicanas. Suspensión debida a unos comentarios irrespetuosos del empresario a la presentadora de Fox, Megyn Kelly, que para muchos cruzaron todas las líneas.
Erick Erickson, director de RedState, explicó en un editorial la exclusión del magnate: “Trump no es un político profesional y es conocido por ser directo al hablar. Pero hay líneas que no deben cruzar incluso quienes son directos al hablar y políticos no profesionales. La decencia es una de ellas”. En una entrevista con CNN, Trump insinuó que la Megyn Kelly fue dura con él en el debate republicano del jueves “porque tenía la menstruación”. “Podías ver cómo le salía la sangre de sus ojos. Le salía sangre de su…donde sea”, dijo sobre Kelly, la única mujer entre los tres moderadores, cuyas incisivas preguntas al magnate fueron lo más comentado del primer debate presidencial de los republicanos.
Abundó Erickson en su editorial: “Su comentario fue inapropiado. Es desafortunado tener que retirarle la invitación, pero simplemente no quiero alguien en el escenario que, cuando recibe una pregunta hostil de una presentadora, su primera reacción es sugerir que es hormonal. Fue un error”. Molesto por el revés que supone este veto para su candidatura, Trump intentó esgrimir que con su comentario no se refería a la menstruación, sino a la sangre que le salía de la “nariz”. Y escribió en su cuenta de Twitter: “La cita sobre Megyn Kelly: “podías ver cómo le salía sangre de sus ojos, sangre saliendo de su donde sea (nariz)…Tantos políticamente correctos en nuestro país. Debemos volver todos al trabajo y dejar de perder el tiempo y la estrategia en los sinsentido”.
Resulta que la presentadora inició el debate televisivo con una pregunta que lo ponía contra las cuerdas por su historial de comentarios misóginos: “cerdas gordas, perras, guarras y animales desagradables”, son algunos de los términos con los que Trump se ha referido a las mujeres.
El incidente con Megyn Kelly puede ser el comienzo de la debacle de Trump, que por cierto posteriormente se negó a disculparse con la presentadora por sus polémicos comentarios. Con su cinismo habitual, el insoportable multimillonario declaró: “Yo no hice nada malo en absoluto…Yo estimo a las mujeres. ¿Quién diría algo así? ¿Crees que yo haría una declaración como esa? ¿Quién haría una declaración como esa? Solo una persona enferma podría pensar algo así”.
Habrá que ver si esto es el inicio de lo que esperan algunos en el bando republicano: el desplome de un candidato (sui géneris) llamado a ser ornamental en la campaña y que ha terminado por secuestrarla con unos comentarios que alejan al Partido Republicano de sectores clave con los que ya tiene serias dificultades: las mujeres, las minorías y los jóvenes. Para los republicanos, la “suerte no está echada”. Al tiempo. VALE.
