PAN, PRI, PRD

Mireille Roccatti

Agotado el proceso electoral y dilucidada la integración de la nueva Cámara de Diputados que se instalará el próximo primero de septiembre, las tres principales fuerzas políticas: PRI, PAN y PRD han entrado en el vértigo de renovar su dirigencia; con diferente estrategia y con diversa hoja de ruta, los tres partidos velan armas para lo que viene, las elecciones de 2016, las de 2017, pero sobre todo y principalmente para la contienda de 2018.

En realidad el apresuramiento, el adelantamiento de los tiempos y los procesos obedece más a premuras incoherentes e ilógicas a las que hace eco un sector de la comentocracia que busca, unos dar por terminada la vigencia del actual régimen y otros por posicionar a sus candidatos y desde luego no faltan quienes buscan ambas. Estimo que se equivocan. El gobierno no acabará antes y el tiempo desgastará a los adelantados, que desde hoy se exponen a las críticas, sin obviar que pueden algunos construir o en su caso fortalecer o arruinar candidaturas, como sería la situación del más apresurado, que lleva ya tres lustros en campaña.

El tiempo habrá de trascurrir, los procesos electorales previos a la campaña presidencial pueden descarrilar o quizá, de ser el caso, fortalecer candidaturas, pero fuera de esas premuras, en general, la sociedad está en estos momentos ocupada en otros temas. Y sería válido recordar la canción de José Alfredo Jiménez, “no hay que llegar primero, sino hay que saber llegar”.

El relevo en el caso del PRI —en estricto orden de votación— se ha realizado sin estridencias, sin golpeteo, sin enconos y recuperando la cultura y disciplina que, con base en la preeminencia del presidente de la república, caracterizó desde siempre, los usos y costumbres del partido surgido como brazo político de la Revolución e instrumento para conciliar y consensuar los acuerdos de los grupos en el interior del régimen. Hoy testimoniamos la recuperación de la liturgia, las asambleas con los sectores: campesino, popular y obrero, pero sobre todo la disciplina al “jefe nato el partido. El seleccionado en un ejercicio de pragmatismo y oficio político es el zoon politikon más completo de la baraja actual de políticos del país.

La ruta y los retos de Manlio Fabio Beltrones son claros: ganar y entregar resultados favorables en los comicios por venir, cohesionar el partido, convencer de su lealtad al presidente, encontrar sustento ideológico al discurso priista, recuperar el orgullo de pertenencia y, sobre todo, convencer a los jóvenes de que el PRI es una opción válida para México.

En el caso del PAN, recién terminó su proceso de renovación y el triunfo del joven y brillante Ricardo Anaya fue la confirmación de lo esperado, “crónica de un triunfo anunciado”. La apabullante votación en su favor confirmó con la contraparte de la magra votación del contrincante que los equilibrios en el interior del PAN han cambiado, sobre todo para quienes no entienden que su tiempo ya pasó, que su presidencia del partido y de México culminó, y los saldos no les son favorables. La ruta y el reto inmediato es lograr que las rencillas internas y las diferencias internas se puedan procesar civilizadamente y con oficio político. Si la cordura y la razón imperan, el PAN podría recuperar espacios y votaciones. Su historia, sus valores y sus convicciones le hacen bien a México.

La situación del PRD es quizá más complicada. El partido se percibe desfondado. Los fundadores y primeros dirigentes lo han abandonado. La guerra fratricida en el interior, junto con el agotamiento del esquema de “tribus” como mecanismo de compartición del poder lo tienen al borde de la extinción. Su ruta y sus retos implican una recomposición interna; un dialogo serio y racional con todas las fuerzas progresistas es un imperativo. Recuperar fuerza electoral es su más ingente reto. La alianza que anuncian con las izquierdas es vital. Las alianzas con la derecha, como otros anuncian para 2016, sólo harán penetrar más profundamente la estaca en el corazón. El tema no es menor, al país le conviene y necesita una izquierda inteligente, moderna y protagonista.

México es un país plural y su democracia debe ser plural e incluyente.