Petróleo
Félix Fuentes
La nación ingresa en el Calvario, en otra era de grandes penalidades. El petróleo, energético del diablo, nos empuja al abismo. Es causante de los ataques devastadores al peso, del desempleo y la galopante pobreza.
Así se insista en una menor inflación, según las cifras tergiversadas del INEGI, la carestía va en aumento. El poder de compra se ha desplomado y por ello permanecen estáticos los precios de algunos productos básicos.
Esta vez pueden ser mayores los cobros de cuantas tonterías cometieron gobiernos entreguistas, a partir de Luis Echeverría.
La terquedad de frenar la construcción de nuevas refinerías, sin renovar las heredadas de la expropiación cardenista, colocó a México a orillas del precipicio.
Pemex debió refinar el petróleo que presidentes como Vicente Fox ofrendaron al imperialismo, a razón de un millón de barriles por día. En vez de fortalecer la industria, se optó por los saqueos y hoy son compradas gasolinas y gas a elevados costos.
Tecnócratas y panistas, obedientes a mandatos imperiales, destruyeron también las incipientes plantas petroquímicas, con las cuales se habrían amortiguado las adquisiciones de fármacos, artículos de vestir y otros 40 productos.
El presidente Peña Nieto confió en la reforma energética para obtener el petróleo de aguas profundas y salvar la crisis que se nos viene encima.
Cuando fue aprobada esa reforma, Estados Unidos ya disponía de cuantiosas reservas del crudo, almacenadas y localizadas en diversas zonas de su país.
La OPEP, por su parte, inundó el mercado de petróleo y el precio del mismo se fue al piso. La mezcla mexicana cayó de 102 dólares el barril a 33.71 dólares. Golpazo mortal.
¿Qué podían hacer Petróleos Mexicanos? Nada. Con mayor razón si en esa empresa se suceden los escándalos sobre contratos tramposos, como ese último de 91 millones de dólares, prestados por Banobras, sin garantía.
Los ofrecimientos de la Secretaría de Energía para la obtención del crudo en el Golfo de México desternillaron a petroleras del mundo. No son estúpidas para hacer cuantiosas inversiones y sacar el energético a elevados costos y venderlo a precios de regalo. Esto defenestra la reforma energética.
Lo peor está por venir. Si Estados Unidos concreta el pacto nuclear con Irán, a esta nación se le permitirá lanzar sus enormes volúmenes de petróleo al mercado internacional y la mezcla mexicana pasará del purgatorio al infierno, a menos de 20 dólares el barril.
Sabemos lo demás: menos dinero para el gasto público, recortes que se agregarán a instituciones de salud y educativas —sin faltar universidades y el Politécnico— y el pesito terminará en el cadalso. Por supuesto, desempleo, delincuencia y… etcétera.
