Beatriz Pagés
Con la astucia política que la caracteriza, Elba Esther Gordillo salió, casualmente, cuatro días antes de la elección en el Estado de México a hacer una serie de puntualizaciones sobre la sucesión presidencial.
Aunque en apariencia se esmeró en ser directa y sincera, su mensaje no dejó de estar encriptado. Dijo por ejemplo: “…Todos andamos en una confusión adelantando tiempos y los tiempos cuando se adelantan ocasionan abortos”.
La llamada de atención de la líder magisterial puede tener varias lecturas. Una de ellas es que los partidos se están equivocando en la forma y en los tiempos, pero la otra y más delicada es que dentro del contexto de inseguridad e ingobernabilidad nacional, la sucesión del presidente —tal y como se pretende manejar— puede abortar.
¿Quiénes son los más confundidos? ¿Los crazy babies del Presidente que ya no le hacen caso ni a su mismo jefe por estar más ocupados en promover su imagen que en atender las responsabilidades de sus cargos?
¿O acaso el principal confundido es Felipe Calderón, cuya errática y contradictoria conducta ha colocado la sucesión en un proceso que no tiene pies ni cabeza?
Dicen los clásicos que, en un régimen democrático, todo jefe de Estado se enfrenta a dos momentos culminantes durante su mandato: al inicio y al final. Al final, tiene la responsabilidad de conducir el cambio de poderes sin provocar una ruptura del orden social y/o constitucional.
¿A ese aborto se refería también Elba Esther Gordillo?
Es evidente que Calderón carece no sólo de una estrategia, sino de la mentalidad adecuada para impedir que, después del 2012, el país quede más dividido y confrontado. Al Presidente lo persigue —tanto en lo personal como en lo político— el síndrome de la guerra.
La dirigente del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación ha comenzado a operar, en consecuencia, como juez en olimpiada. Sólo mencionó a cuatro aspirantes a la Presidencia de la República. Dijo que “metería en una licuadora” a Enrique Peña Nieto, Marcelo Ebrard, Ernesto Cordero y Alonso Lujambio.
¿Para ella, esos son los únicos que merecen contender? A Josefina Vazquez Mota no sólo la descartó, sino que le puso una etiqueta que dice: “Indeseable”. Al senador Manlio Fabio Beltrones lo ignoró; lo mismo que a Santiago Creel, y a Andrés Manuel López Obrador lo puso al margen.
Gordillo colocó sobre el paño verde de la mesa de pócker, en la que ha comenzado a jugar, una carta fundamental: “Ninguno de ellos —dijo al referirse a los aspirantes— ha realizado un planteamiento serio hasta el momento”.
La maestra pudo referirse al tema magisterial, aunque también a algo mucho más importante: a la falta de un proyecto o modelo de nación que provoque el cambio en México.
Beltrones lo ha dicho con frecuencia: el PRI necesita saber para qué quiere regresar al poder. Más allá de lo electoral, la propuesta de nación es un tema urgente y de carácter estratégico
Vamos, dentro del caos actual, ningún gobierno, sea del signo que sea, puede garantizar la viabilidad de México sin llevar a cabo un cambio estructural.
En ello —y no en la intriga partidista— debería centrar Calderón la clave de la sucesión. El Presidente, sin embargo, ha hecho de la contienda presidencial un caos.
Y ante el desorden, la maestra ha salido a llenar el vacío, a condicionar su apoyo político y a imponer las reglas.