En el contexto de otras calamidades

Félix Fuentes

La bofetada al sector empresarial y a contribuyentes en general fue contundente. La asestó el titular de Hacienda, Luis Videgaray, al afirmar que el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto no ha aceptado modificar la reforma fiscal ni se “echará para atrás”.

Un día antes de tan sonora afirmación publicó el periódico Reforma que la Secretaría de Hacienda “cedió ante los empresarios y aflojará la reforma fiscal con el regreso a la deducción inmediata de inversiones”.

El matutino se basó en lo dicho por Luis Foncerrada, director del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, quien afirmó que “el acuerdo con Hacienda consistía en regresar a este beneficio”… al sistema de deducciones.

Incluso señaló dicho rotativo que el gobierno anunciaría “ese acuerdo”, a más tardar el 8 de septiembre próximo y entraría en vigor el 1 de enero de 2016.

El secretario Videgaray hizo el desmentido rotundo. Dijo: “El gobierno federal no ha aceptado modificar el régimen de deducciones”. Agregó: “No esperen que cambie el régimen de deducción. Eso no va a cambiar”.

El funcionario advirtió: “El propio sector privado ha generado una expectativa más allá de lo que será realidad”; y precisó: “Esto que se ha dado en llamar flexibilización de la reforma hacendaria, y que si nos vamos a echar para atrás, la respuesta es muy contundente: ¡no!”

Así se aproxima el gobierno a su cuarto año, con la Secretaría de Hacienda enfrentada a la clase empresarial, dueña del dinero.

Funcionarios de hoy no dan importancia a ese hecho, pero podría repetirse la historia de 1976, cuando Luis Echeverría chocó con los magnates de Monterrey y éstos sacaron sus capitales de México. Eso causó la devaluación del 30 de agosto de aquel año.

Al conflicto de los empresarios se unen los de la inseguridad, el desempleo y la carestía de productos básicos, sin que pasen al olvido los 43 normalistas de Ayotzinapa, la casa blanca, la residencia de Videgaray y la fuga del Chapo Guzmán.

Los ajustes al gabinete presidencial causan nuevas inquietudes. Claudia Ruiz Massieu Salinas, de 43 años y sobrina de Carlos Salinas, carece de experiencia para conducir la política exterior de México, y Aurelio Nuño, de 38 años, tampoco ha tenido experiencias en el ramo educativo.

Sorprende que al panista José Antonio Meade, exsecretario de Hacienda y de Relaciones Exteriores, ya se le considere presidenciable porque fue enviado a combatir la pobreza y el hambre. Rosario Robles, amiga cercana de Carlos Salinas, fracasó en la Secretaría de Desarrollo Social y falta ver el desempeño de Meade.

Con el despido de Monte Alejandro Rubido, quien salió a hurtadillas de la Coordinación Nacional de Seguridad Pública, no queda saldada la fuga del Chapo. A los principales responsables se les brinda protección, de acuerdo con el sentir general.

La pregunta es: ¿qué nos espera en la otra mitad del sexenio?