BERNARDO GONZALEZ SOLANO

Cualquiera diría por las visitas de los últimos tres Papas en 17 años (Juan Pablo II en 1998; Benedicto XVI en 2012 y “che” Francisco ahora, en 2015), que Cuba es el país donde los católicos son los más fervientes del mundo. No es así: 130 sacerdotes han sido expulsados de la isla –a semejanza de infinidad de corresponsales extranjeros–, después de la revolución castrista de 1959. Incluso la jerarquía sintió en carne propia la fuerza del Estado, como la actual cabeza de la Iglesia Católica cubana, el cardenal Jaime Ortega, que fue enviado a los campos de trabajo forzado mientras que la iglesia era expropiada de muchos de sus bienes.

Gracias al primer pontífice polaco –Karol Wojtyla: Juan Pablo II–, las relaciones entre el Vaticano y el gobierno comunista de Cuba, se mejoraron y la Navidad volvió a ser día feriado en la isla. Asimismo, de acuerdo a las estadísticas vaticanas 6.7 millones de personas, el 60% de la población isleña, son católicos, pero estos católicos no comulgan casi nunca ni asisten a misa.  Según el portavoz del arzobispado de La Habana, Orlando Márquez, de todos los bautizados (el mismo 60%), menos del 5% son practicantes y algunos reducen ese porcentaje al 1%. Y si el 90% de los cubanos son creyentes, los cultos sincréticos afro-cubanos (mezcla de cristianismo y tradiciones africanas) dominan.

Si se trata de la “cobertura” del territorio cubano por los equipos pastorales (sacerdotes y laicos que se ocupan de una parroquia), en 2013 se contaban 837 católicos por un responsable pastoral contra 144 en Estados Unidos de América. El número de católicos por sacerdote es de 18,562 en Cuba contra 1,753 en EUA. De acuerdo a un sondeo realizado en marzo último por el periódico The Washington Post, el 44% de los cubanos interrogados se declararon no religiosos, el 27% católicos y el 13% reivindicaron un culto sincrético, como la Santería, un culto de origen africano enraizado en lo más profundo del pueblo cubano; el 5% evangelistas; y otras creencias, el 2%.

Según el historiador Enrique Luis López Oliva (1936, La Habana), experto en la historia de la religión  en Cuba, dice que en “la isla se está expandiendo la religión pero no el catolicismo. Aquí aparece cada semana una iglesia nueva, hasta de islámicos, y el campo de la religión está creciendo de una manera muy fragmentada”. Por otra parte, para entender los altibajos de las relaciones entre el Vaticano y La Habana, hay que tener presente que la Santa Sede nunca rompió relaciones diplomáticas con Cuba y que la perla de las Antillas durante muchos años fue el único país socialista con representante diplomático ante el Vaticano. Aun en los peores años de enfrentamiento, esa relación nunca se rompió, y aunque irregular, con un tono general negativo, hubo idas y vueltas de acercamiento. Y, ahora, con la intervención del Papa Francisco, su diplomacia está en el cenit. Por cierto, cuantas veces el régimen castrista estuvo en problemas, se cubrió con la iglesia, quizás viejos rescoldos de la formación religiosa que tuvo Fidel en sus días juveniles con los jesuitas. Uno de los regalos que el pontífice argentino entregó a Fidel en su casa, en su corta visita, así lo prueba: un libro del sacerdote Armando Llorente, jesuita ya fallecido que fue profesor del imberbe Fidel cuando era alumno del Colegio de Belén, de la Compañía de Jesús en La Habana. Contaba el novicio jesuita español, a la sazón de 24 años, en 1942, que los años de escuela fueron los más felices de Fidel porque hasta entonces “no se había sentido querido por nadie”, estaba lleno de “complejos y traumas” por saberse el hijo de una relación extramatrimonial de su padre, el gallego Angel Castro, con Lina Ruz, quien trabajaba en su casa como sirvienta. El jesuita tuvo que abandonar Cuba en 1961 por el acoso del régimen de Castro contra la iglesia católica. Vivió en Miami hasta su muerte el 28 de abril de 2010, a los 91 años de edad. Tres años antes de morir, pidió la conversión de Fidel Castro. En una entrevista para la agencia EFE, Llorente declaró que si “en algún momento de lucidez” Castro lo llamaba para encontrarse con  él, estaba dispuesto a ir inmediatamente para confesarle. Y “le diría, Fidel ha llegado el momento de la verdad”.

Sin duda, hasta en los regalos, el Papa Francisco sabe lo que hace.  Su especialidad son los mensajes sutiles. Conoce su negocio el cura gaucho.  Y el casi nonagenario Fidel, en su enfermizo retiro, rodeado de incondicionales –familia incluso–, le dio a Jorge Bergoglio Sivori, su libro Fidel y la religión, recopilación de 23 horas de conversaciones con el dominico brasileño Frei Betto sobre el marxismo, la teología de la liberación, su experiencia personal de la religiosidad, etcétera. Temas que no son de su campo.  El ego, siempre el ego del comandante. Claro que Fidel continúa siendo un fenómeno de supervivencia frente a otros dirigentes mundiales. Castro se hizo del poder cuando Dwight   Eisenhower era presidente de EUA y aunque ya no es el titular del Ejecutivo en Cuba, sí es un factótum que todos los mandatarios quieren “saludar” cuando llegan a la isla. A lo largo de su existencia, Fidel se ha reunido con los tres últimos Papas. Incluso, Juan Pablo II lo recibió en el Vaticano el 19 de noviembre de 1996, y realizó después el primer  histórico viaje de un Pontífice a Cuba en enero de 1998 cuando expuso su máxima: “Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”.

Así, la iglesia católica ha logrado consolidarse en las dos últimas décadas como la principal institución de la sociedad civil cubana. Algo imposible de lograr sin una interlocución y un pacto con el gobierno, que han reportado ventajas mutuas. La intervención de Francisco en las negociaciones EUA-Cuba no es por mera casualidad. Sus buenos oficios en el diferendo entre el imperio y la isla y su visita son el corolario de su gestión para el reencuentro de los viejos enemigos. Pero también es parte de un viejo proceso. Cada vez que los Castro –formados por los jesuitas, como Bergoglio–, se vieron ante el abismo,  se pusieron en manos de la Iglesia: en enero de 1998, acuciados por las penurias derivadas del colapso soviéticos, recibieron al Papa polaco. En 1999, con el ascenso del venezolano Hugo Chávez, encontraron un nuevo mecenas, que desapareció con su muerte. A esta etapa se le montó la lápida con la actual baja del precio del petróleo y los Castro, curiosamente, tuvieron que buscar, de nueva cuenta, el manto de la iglesia: Francisco los visita antes de dirigirse a EUA y a la ONU.

Del sábado 19 al martes 22 de septiembre, el Papa Francisco estuvo en Cuba: llegó a La Habana, se trasladó a Holguín –donde vivieron los Castro–, y en Santiago de Cuba predicó donde se venera como patrona de Cuba (desde hace cien años), a la Virgen de la Caridad del Cobre, que es una pequeña estatua de madera de 35 centímetros de alto descubierta en el mar, en la bahía del Nipe, desde hace 403 años; en el lugar que viven solo 25.6% de blancos y el 74.4% son mulatos y negros, más devotos de las deidades yorubas y la adivinación con caracoles que del sacramento gregoriano y el Cristo resucitado. Los santeros que creen en la Virgen de la Caridad, le llaman “Ochun”, diosa de la sensualidad femenina y la maternidad. La historia cuenta que por la bahía de Santiago llegaron los primeros esclavos negros gracias a que el rey Carlos I de España expidiera en 1517 la primera licencia para la trata en las Antillas. Esos pobres infelices fueron los que trajeron al Nuevo Mundo las creencias africanas y el criollaje religioso.

Al pisar tierra en el aeropuerto José Martí de La Habana, Francisco dijo el primero de muchos discursos que pronuncia a lo largo de diez días de tournée por Cuba y EUA. Citando a José Martí –no hay mejor cuña que la del mismo palo–, advirtió al presidente Raúl Castro y acompañantes de “que la cultura del diálogo y el encuentro” debía imponerse “sobre el sistema, muerto para siempre de dinastía y de grupos”. El que quiera oír, que escuche.

Si a estas palabras papales se asocian  las que había pronunciado horas antes de su viaje, durante una reunión con estudiantes de Nueva York y de La Habana, sobre los líderes que se convierten en tiranos, no es difícil inferir que el Papa Francisco, además de reclamar el fin del embargo estadounidense como espera y necesita el gobierno de los Castro, lanzaría recriminaciones a un régimen que no ha cambiado de apellidos desde hace más de medio siglo.

“Un buen líder –explicó el Papa a pregunta de un joven–, es aquel que es capaz de generar otros líderes. Si un líder quiere sostener el liderazgo, es un tirano. Los líderes de hoy en día no estarán mañana. Si no siembran la semilla del liderazgo en otros, no tienen valor. Son dictadores”.

La oposición cubana se quejó de que el visitante no hizo referencia directa a “todas aquellas personas que, por diversos motivos, no podré encontrar…” —con motivo de la visita papal, el gobierno anunció la liberación de 3,522 reclusos no políticos–; pues durante algunos actos, fueron detenidos algunos militantes de la oposición. ¿Y la iglesia?, chitón. Francisco sabe que con 300 sacerdotes, 700 monjas y 700 templos, la iglesia católica es la mayor ONG de Cuba. Y su visita no era precisamente pastoral, sino política.

Resta por oír lo que diga en EUA, en la ONU, en el Congreso y en Filadelfia. El “che” Papa sabe tomar el mate. Sin santerías. VALE