Fuerzas Armadas

 

 

El carácter es la virtud de los tiempos difíciles.

                    Charles de Gaulle

José Fonseca

Disciplinadamente, con su inquebrantable lealtad a las instituciones de la república, una y otra vez los soldados y marinos de México han cumplido con las tareas que les ha encomendado la autoridad civil.

Muchos, llevados por su patológico prejuicio hacia los militares, ya olvidaron que hace 47 años, cuando en América Latina se multiplicaban los golpes de Estado y las dictaduras, y los intereses extranjeros sugirieron al Ejército tomar el poder, el general Marcelino García Barragán respaldó las instituciones civiles de la república.

La transición democrática fue más sencilla y pacífica porque las fuerzas armadas respaldaron las instituciones de la república.

Tal lealtad institucional no siempre ha sido suficientemente valorada por las autoridades civiles de la república. Así fue cuando el expresidente Vicente Fox pretendía que los militares marcharan a la Oaxaca secuestrada por las bandas criminales de la APPO. Ah, pero que marcharan desarmados y sin responder agresiones. Tal humillación fue impedida por la amenaza de renuncia pública de altos mandos.

Hace nueve años el gobierno del expresidente Felipe Calderón ordenó a las fuerzas armadas hacer tareas policiacas, ante la incapacidad de las policías de la república para contener a las desbordadas bandas del crimen organizado.

Desde entonces están en las calles. Van a donde se les ordena, combaten con los criminales y muchos soldados y marinos han caído en esos combates, cuando no en cobardes emboscadas.

Hay un sector de la sociedad ilustrada que por sistema critica a los soldados y marinos de México. Alguien me explicaba que quizá son los prejuicios de quienes hace 40 años se alzaron en armas para derrocar el gobierno de la república.

Es posible que ésa sea la razón de que tantos en la opinión ilustrada y la opinión publicada se hayan sumado a la campaña de desprestigio contra las fuerzas armadas. Sí, se han cometido errores. Han existido abusos. Pero son excepciones cuando se toma en cuenta la verdadera dimensión de la tarea que se les asignó.

A ellos se suman quienes con objetivos políticos buscan cómo castigar a los soldados y marinos no sólo por hechos de este siglo, sino por hechos del siglo pasado. Se quejan porque se les combatió cuando se alzaron en armas. Al menos los cristeros que fueron combatidos con la misma intensidad reconocieron que cuando tomaron las armas sabían que, según decían en aquella época, todo les podía pasar “por meterse entre las patas de los caballos”. No lloriquearon.

De alguna manera la entrevista concedida por el general Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa Nacional, refleja el hartazgo de los soldados por la forma en que son tratados por la misma sociedad a la cual defienden.

Son tiempos difíciles para el Ejército. Tiempos difíciles que probarán el carácter, no sólo de los soldados y marinos, también el de tantos malagradecidos con quienes defienden a las instituciones civiles.

Y de los malagradecidos decía mi abuelo: “quien no es agradecido, m’hijo, es un mal nacido”.

jfonseca@cafepolitico.com