Jahir Dabroy*
El 2 de septiembre, el Presidente de la República de Guatemala, general Otto Pérez Molina, presentaba su carta de renuncia al Secretario de Comunicación Social para que fuera trasladada en la madrugada al hemiciclo legislativo tan solo cuatro días antes de las elecciones generales en el país.
Cuatro meses antes, su vicepresidente Roxana Baldetti, había hecho lo mismo luego de verse envuelta en un caso de corrupción y defraudación aduanera denominada La Línea. Con ello el gobierno electo en 2011 que se caracterizó por el lema de trabajar con “mano dura” llegaba a su fin con más penas que logros.
Hoy Guatemala se encuentra con un gobierno de transición con presidente y vicepresidente electo no por sufragio universal sino por el Congreso de la República, un ente que no necesariamente se ha caracterizado por sus virtudes sino por su lógica de transa política y económica.
Otras causas de la renuncia del presidente
Vale la pena aclarar muchas cosas que no se conocen desde los noticieros internacionales pues la única razón que se argumenta por la cual los dos mandos más altos del ejecutivo renunciaran. Parece ser la movilización ciudadana, y en efecto no puede ser ésta omitida pero no es la única causa para que hechos sin precedentes en el país acaecieran durante 2015.
Otto Pérez llegó al poder con la experiencia de haber sido diputado y también Comisionado Presidencial de Defensa y Seguridad en una coalición partidaria que incluyó a su partido, el Partido Patriota (PP), dentro de la Gran Alianza Nacional que impulsó a Oscar Berger a la presidencia. Un gobierno abiertamente de sesgo empresarial al cual renunció pocos meses después de tener claridad de que ganaba más como opositor político en su futura carrera presidencial.
Si retrocedemos un par de décadas más podemos encontrar que en los años 80 a Otto Pérez se le conoció como el “Comandante Tito”. Cuando era oficial del Ejército se le relacionó con masacres cometidas en el área indígena ixil al noroeste del país.
La carrera de Otto Pérez comenzó así un ascenso vertiginoso, llegando a ser Jefe de Inteligencia Militar y teniendo a su cargo el pedir la renuncia de Jorge Serrano Elías, quien el 25 de mayo de 1993 intentaría sin éxito un rompimiento constitucional al estilo de Alberto Fujimori en Perú; la vida cobraría esta acción 22 años después.
A Otto Pérez, pese a haber sido signatario de la paz, se le relacionó también con ser el autor intelectual del asesinato de Monseñor Gerardi Conedera, quien tan solo unas horas antes de su muerte en 1998, presentó el informe de esclarecimiento histórico “Guatemala: nunca más”. Este informe documentaba hechos de guerra que establecían que como mínimo el Ejército de Guatemala había cometido 90% de las masacres durante el conflicto armado interno entre 1960 y 1996.
Todo ello permite conocer que Otto Pérez Molina no era precisamente un ángel de Dios en la tierra sino un kaibil que se había forjado en el ambiente de guerra contrainsurgente y que representaba los intereses de quien le otorgara el apoyo económico y político para acceder a puestos de poder.
Otto Pérez cometió el groso error de entrar en disputa con el sector empresarial tradicional, quienes habían estado detrás de su crecimiento político. Esta disputa estuvo alimentada principalmente por errores en la administración de Roxana Baldetti, quien tenía fuerte influencia sobre el mandatario y quien fue la principal responsable de la construcción del PP pero también la responsable de su aniquilamiento político.
Un actor extranjero: Washington
Otro actor al que no visualizó estratégicamente Otto Pérez fue a los Estados Unidos. La visita de Joe Biden, vicepresidente norteamericano a Guatemala en marzo de este año —que no incluyó invitar a Baldetti a reuniones mediante las medidas de protocolo— confirmaban que detrás de su llegada venía algo más que una visita de cortesía por el impulso a la denominada Alianza para la Prosperidad (Guatemala, Honduras y El Salvador).
La visita se hizo tan solo unos días antes de que Otto Pérez tomara la decisión de solicitar una ampliación por dos años más del mandato de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), un ente de Naciones Unidas encargado de fortalecer el trabajo del Ministerio Público y desarticular estructuras criminales paralelas al Estado.
Ya Otto Pérez había dicho abiertamente que consideraba que el trabajo de CICIG había llegado a su fin y que se tenía que apostar a los recursos propios. Por su parte, el vicepresidente Biden manifestó su complacencia por este ente e incluso recomendó su creación para hacer este tipo de trabajo con los tres países. No es producto de la casualidad que hoy se esté pidiendo en El Salvador y Honduras una comisión de este tipo.
Con estas presiones, a Otto Pérez no le restó más que solicitar la ampliación del mandato de CICIG días después que se destapara el caso de La Línea, haciéndose un harakiri político, lo que implicó no solo su renuncia sino que ambos, presidente y vicepresidente, se encuentren hoy en cárcel preventiva ligados a proceso y con extinción de dominio.
En su defensa, Otto Pérez alega un golpe blando al estilo de Gene Sharp. Aún no hay elementos suficientes para determinar las reales implicaciones del asunto pues si bien fue un gobierno corrupto no es el primero ni el último que aparecerá en la región. Como una ficha de dominó, un fragmento de una partida más grande del juego geopolítico, hoy Otto Pérez Molina ha caído no solo políticamente sino en la propia historia del país para el recuerdo de los guatemaltecos.
*Investigador guatemalteco de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
@jahirda