Se arropa en la impunidad
La corrupción no es obligatoria.
Robinson Jeffers
Carlos Alberto Pérez Cuevas
Seguimos hablando de temas de combate a la corrupción, muchos lo están haciendo en estos tiempos y hasta parece que está de moda, y no es para menos, cada vez vemos más casos de corrupción ligados a gobernantes y autoridades, no sólo me refiero a México, pues la corrupción no está en nuestra genética por más que muchos pretendan justificar sus actos divulgando que es un mal que se transmite por herencia. No es así y no debemos permitir que se pretenda hacer de esto una etiqueta indeleble.
La corrupción no es obligatoria, pasa por el consentimiento y decisión de las personas y esto sucede más si la impunidad los agrupa y protege. Por ello hay que construir auténticos sistemas de rendición de cuentas y transparencia, sólidos y robustos que permitan con una base jurídica sólida el control y castigo de los que han decidido corromperse, sobre todo deben ser firmes en la aplicación de sanciones que no sólo pongan tras las rejas a los corruptos, sino que tenga el mecanismo para que los activos que han sido desviados se puedan recuperar y ponerse nuevamente en las arcas públicas para programas de desarrollo y beneficio público.
Desafortunadamente la corrupción es un mal mundial y casos tenemos lo mismo en las economías emergentes que en las grandes potencias del mundo. Es más, muchos ven la corrupción como hechos aislados de conductas personales que sólo tienen consecuencia en lo económico, y la realidad dicta que no es así, cada peso del dinero público que se desvía o se roba afecta a personas concretas, un niño que deja de ser becado, una persona que no tiene acceso a la seguridad social, una familia que deja de percibir ayuda económica para su desarrollo, falta de medicinas y un sinfín de acciones y actos concretos de desarrollo que se ven frenados.
Debemos poner atención que a mayor corrupción tendremos mayor pobreza. Según la CEPAL durante el año pasado la reducción de la pobreza se estancó en América Latina, de los 17 países del continente sólo cuatro redujeron su índice de pobreza, Colombia, Paraguay, Perú y Chile. La desigualdad es más grande: pocos muy ricos y muchos muy pobres, y eso no se debe permitir más.
Por estos índices de pobreza los países latinoamericanos son candidatos a recibir recursos de organismos internacionales y de la banca de desarrollo. Sin embargo la corrupción se atraviesa nuevamente; según transparencia internacional, el 66% de los países latinoamericanos están percibidos como muy corruptos, el dilema es entonces: puedes tener derecho a recibir más dinero por la pobreza, pero es seguro que mucho de ese dinero terminará en los bolsillos de muchos corruptos.
Quizá muchos corruptos estén viendo sus actos como doble beneficio, lo obtenido directamente por la corrupción y ésta a su vez una fábrica de pobres que les dará más recursos. Despropósito que debemos frenar.
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