Hay que resignarse a los cambios
Al gobernar aprendí a pasar de la ética de
los principios a la ética de las responsabilidades.
Felipe González Márquez
José Fonseca
La alternancia trajo vientos frescos, democráticos, a una nación que vivió largo tiempo bajo lo que los santones de la ciencia política calificaron régimen de partido hegemónico.
Mienten aquéllos que en el discurso político califican el régimen actual como un régimen autoritario, porque desde hace más de quince años se vienen acotando las facultades de la Presidencia de la República, la cúspide del poder político en México.
Si eso será bueno o malo para la salud social, política y económica de la política, lo averiguará la siguiente generación, la que viva en el marco del entramado institucional, constitucional, jurídico, económico, político y social que se construye desde hace quince años.
Eso ha creado una responsabilidad para esta generación, la responsabilidad de fortalecer las instituciones y de asumir las consecuencias de las decisiones tomadas en estos años.
El problema que enfrentamos no son las coyunturales disputas de las elites ilustradas, el problema es que las elites han aprovechado el acotamiento de las facultades presidenciales para reanudar una disputa ideológica que data de hace cuarenta años.
El problema también es que un sector de las elites ilustradas no se resigna a los cambios en el entorno mundial, cambios que implican que las naciones se adapten, so pena de quedarse rezagadas en la recomposición de fuerzas económicas y geopolíticas que es el signo de esta etapa del siglo XXI.
Mientras, a pesar de los avatares electorales, el gobierno de la república tiene la responsabilidad de evitar que otra vez a México lo deje atrás el tren de la modernidad.
El actual gobierno de la república y los que sigan están obligados a no perderse otra vez el tren de la modernidad, para lo cual habrán de cumplir con la gravísima responsabilidad de reducir los márgenes de la desigualdad y la pobreza, los históricos lastres que han hecho a México perder tantos trenes de progreso.
Esa obligación la tienen también todas las fuerzas políticas y todas las fuerzas económicas, las cuales están obligadas a cumplir con el viejo principio: marchar por el mismo camino no significa marchar juntos.
En la revivida disputa por la nación no tenemos que escoger entre el menor de dos males. Como dijo Felipe González, no es cosa de principios, es cosa de responsabilidades. Responsabilidades de todas las elites, la ilustrada, la política y la económica.
Dejemos atrás las mezquinas disputas entre las elites que terminaron por cancelar las oportunidades del país.
Recordemos la advertencia que en un congreso internacional de hace unos diez años nos hizo un político de India: “Si los mexicanos no se apuran, pasará medio siglo para que vuelva a pasar el tren de la modernidad”.
jfonseca@cafepolitico.com