Aunque ya casi lo tenían por seguro, la confirmación de la primera visita de Francisco I a México activó todas las alarmas habidas y por haber. A cien días de que se cumpla esa fecha fatal, cual adiestrado hormiguero, el clero inició con los preparativos pertinentes, aunque todavía se guarda con evidente recelo la identidad de la o las ciudades que podrían ser incluidas en el itinerario del argentino.
Por primera vez en la última década, los mexicanos se sienten verdaderamente esperanzados y no es que nadie quisiera a Benedicto, es que todos extrañan hartísimo el carisma y apapacho al que acostumbró al mundo entero Juan Pablo II, el polaco que rompió con la ríspida imagen del europeo estirado y frío.
Jorge Mario Bergoglio Sívori, el primer Papa que América Latina obsequió al mundo parece tener la fórmula en sus manos y la inteligencia para planear de manera estratégica su visita a tierras mexicanas programada para el 12 de febrero del 2016.
Francisco I, promotor de la conciliación, la reconciliación, la paz y el perdón, coronará su primera visita a México en el marco del Año de la Misericordia, concepto íntimamente vinculado con Karol Józef Wojtyła.
Así, en una de las naciones a las que más quiso Juan Pablo Segundo, se registrará un hecho extraordinario con la gira papal del 2016; esta vez, un sucesor de Pedro pisará un territorio mexicano expuesto, cansado, golpeado y con una altísima inconformidad social; con la fe perdida y el humor transformado en tiranía.
A eso se agrega que uno de los estados que se perfila para ser incluido en el disputado itinerario es Michoacán, una de las entidades más agobiadas por el crimen organizado y la descomposición social. Donde los delitos no paran y las injusticias, menos.
Y en el contexto internacional, Argentina, la tierra natal de Francisco, padece las consecuencias de su mayor crisis política. El sufrimiento de sus compatriotas es innegable.
Por todo ello no es extrañar que Francisco I haya decidido viajar a México en el Año de la Misericordia, el año del perdón.
El actual sucesor de Pedro tiene ante sí uno de los retos más grandes de su pontificado, como es abonar, efectivamente, a la recomposición del estado mexicano, y demostrar por qué razón es llamado el Papa de nuestros tiempos.
La visita pues, es un llamado a la misericordia y al perdón, pero también a la renovación espiritual profunda, a la recuperación de la fe y la esperanza.
A lo largo de su pontificado, Juan Pablo II llevó a cabo 104 visitas pastorales por el mundo, cinco de ellas fueron en México y, cada vez que eso sucedía, el resurgimiento de la fe, de lo intangible, se rebobinaba desde lo más profundo.
Algo que no sucedió con la misma fuerza y magnitud, en la única visita que en el 2012 llevó a cabo el Papa Benedicto.
Hoy Francisco Primero parece tener en sus manos el poder de la recuperación del catolicismo en México, y de saturar con su mensaje esperanzador a los miles que dieron la espalda a la Iglesia de Cristo. Faltan 2 mil 400 horas, es tiempo del Papa Francisco, el Papa de nuestros tiempos.
