Ricardo Muñoz Munguía

Su infancia y su juventud ahora reclaman un sitio en las letras de Guillermo Samperio. El escritor ha expuesto su imaginación en toda su obra pero en una reciente charla con él, reconoce que le inquieta sobremanera escribir sobre sus vivencias, que son muchas, y, con ello, ilustrar el México que le tocó vivir. Y, quizá sobre lo que será su próxima obra, lo cuestionamos.

—¿Cuál es tu primer recuerdo?

—No lo recuerdo. Lo que sí tengo muy presente es el miedo a estar solo, o sea, que no es buen recuerdo. Además que mi papá tenía la debilidad de espantarnos; de repente llegaba a la casa, sin darnos cuenta nosotros, entonces se aparecía con un grito cuando ya estábamos por acostarnos, era un grito horrible y nos hacía girar a sus hijos. En ese aspecto era abusivo, además el que nos pegara cuando se enojaba, lo que era un maremágnum ahí, en la casa.

—Sin embargo, y a pesar de los muchos problemas que tuvo con tu mamá y lo que a ustedes les tocó vivir con él, tuviste una relación maravillosa con tu papá.

—Mi mamá era la que tenía problemas con él, aunque no dudo que mi mamá tuviera lo suyo porque, desde que nacimos, hasta que podías eludir el palo de escoba, te pegaba. A mí me dejó de pegar cuando yo tenía diez años, fue porque nos forcejeamos por el palo de escoba y en un giro me quedo con el palo y me lo llevo al hombro en señal de pegarle, aunque no lo pensaba así, pero con toda la forma de darle un palazo, entonces ella me pidió perdón, hasta se hincó; entonces me prometió que no volvería a pegarme. Se dio cuenta que yo tenía fuerzas suficientes para enfrentarla, fue así que cesaron los golpes, y ahí ya fui libre de mi persona, a los doce años de edad, para llegar a la hora que se me pegara la gana, de tomarme un par de tragos en fiestas por ahí…, luego vino la mariguana.

—Un tema más que sería importante mencionarlo es el de las mujeres.

—Sí, claro. Mi papá fue mujeriego. Creo que, mientras estaba casado con mi madre, que se llamó Rosa, nos llevó una hermana que era seis meses mayor que yo, cuando yo creía que yo era el mayor, y vivió con nosotros una buena temporada, luego se la llevó para ponerle un departamento; fue entonces que nos enteramos que era cantante y actriz, pues hizo varias escenas de cine. La niña era hija de una tapatía que vino a la Ciudad de México, la que aquí se relacionó con mi papá. A su hija mi papá la pudo meter a su medio musical; de mí quería que yo tocara la guitarra porque él fue requinto del Trío Tamaulipeco de los Hermanos Samperio, que salían en películas de Pedro Infante, Luis Aguilar, Jorge Negrete…, de toda esa época de oro. Por cierto, le llaman Tamaulipeco porque Azcárraga, el fundador de lo que ahora es Televisa, se sentía tamaulipeco, tanto que a el Trío de mi padre, como no definían el nombre, cuando estaba a punto de salir su primer disco en Orfeón, se acercaron a don Emilio Azcárraga, y es él quien los bautiza como Trío Tamaulipeco.

—¿Cómo es tu disciplina para escribir?

—Una vez que se ha perfilado la posibilidad de la sola idea de un libro de cuentos, inicio a trabajar quizá desordenadamente. Lo que más hago es fijarme el universo del lenguaje y trato de que ese universo le dé una unidad al libro, muy por encima del tema. Nunca me ha gustado darle unidad a un libro con relatos parecidos sino con la sustancia narrativa que elegí, hago cuentos muy distintos entre sí. Puede haber en un libro mío cuentos realistas, experimentales, fantásticos…

—¿Tus libros, los imaginas en su conjunto o se van dando libremente para su nacimiento?

—Se van armando conforme escribo. Al tratarse de cuentos, veo cuáles hacen empatía narrativa para ubicarlos en un volumen, aunque sean varios los que se queden fuera, o para después, en otro libro.

—¿Cuál es el libro que te ha acompañado toda la vida?

Rayuela, de Julio Cortázar. Es un libro maravilloso. Tiene unos personajes fantásticos y, a pesar de ser un libro grueso, acabas de leerlo y quisieras leer otras ochenta páginas.

—Lo lees como está o con la sugerencia que anota Cortázar.

—Como viene. Y desde luego que sus cuentos son maravillosos.

—¿Cómo harías, en breves líneas, una estampa de Guillermo Samperio, el narrador?

—Polifacético sería mi respuesta. Tanto escribo cuentos fantásticos como realistas, también novela y poesía, además de ensayo.