Amo París, pero…
Nosotros, junto con el mundo occidental, hemos reaccionado solidarizándonos con Francia tras los atentados del llamado Estado Islámico, pero quizá nos olvidemos que este terrible suceso es parte de una larga, larga historia. Y es que en general ignoramos la complicadísima historia del mundo islámico y su relación con el mundo cristiano.
El Islam, que nace como una religión conquistadora y que pronto ocupa grandes territorios, tuvo grandes esplendores y por muchos años superó a un mundo cristiano en la cultura, en el refinamiento y en el poder. Hay que recordar que las Cruzadas fueron perdidas por los cristianos. Después vendría la gran expansión europea y la decadencia islámica.
Con la Primera Guerra Mundial, viene el derrumbe del último gran imperio islámico, el de los turcos y es cuando Occidente y en particular Inglaterra y Francia se reparten el botín imperial. Los ingleses entre otras cosas se quedan con Palestina en donde se planea instalar el Hogar Nacional Judío que se convertirá en Israel, ese puñal clavado en el mundo árabe. Francia se quedará con el Líbano y Siria. Pero Siria, que es ahora el foco del conflicto, ya había sido invadida por los franceses, nada menos que por el rey San Luis que por cierto fue capturado.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Líbano y Siria se independizan del dominio francés pero siempre está presente la nostalgia de un gran estado islámico. Y así un libanés, Antoun Saadé, funda un partido que propone una Gran Siria que incluya a Líbano, Palestina, Irak, Jordania y Sinaí. Este sueño termina en el paredón pero poco después en 1958 Nasser funda la República Árabe Unida que hermana a Siria con Egipto.
Como se ve, el Estado Islámico —el Califato— que quiere unir a todos los musulmanes y que proclama la guerra santa, la jihad tiene hondas raíces en la historia. La crisis actual, cosa que no se menciona, es provocada por George Bush hijo que traicionando a su exaliado Sadam Hussein inicia la criminal guerra de Irak que genera el descontento del grupo antes en el poder y que ahora, al parecer, es el núcleo del Estado Islámico.
Francia había sostenido una política prudente frente al polvorín del Medio Oriente y recordemos que Jacques Chirac se atrevió a desobedecer a Washington y no metió a Francia en la guerra de Irak como lo hizo el lamentable José Marís Aznar de la eterna derecha española. Pero François Hollande, muy macho, atacó recientemente a Siria, “en defensa propia” con el resultado inevitable de esa venganza de los atentados de Paris.
Atentados por cierto muy menores si los comparamos con otras violencias contemporáneas pero que lanzan a Francia y a medio mundo rico a la guerra contra el famoso Estado Islámico, el que nos aseguran será destruido. ¿Y de veras será destruido sin mandar tropas a Siria? La historia nos dice que se sabe cómo empiezan las guerras pero no cómo acaban.
Quizá Hollande y compañía se están metiendo en un pantano histórico. Es cierto que militarmente Occidente es más fuerte pero que también es muy vulnerable al terrorismo suicida.
Por otra parte, el Islam va a la alta y el cristianismo a la baja. Frente a un Occidente que se contrae el mundo islámico muestra un gran vigor demográfico. Ese islam que cuenta con más seguidores que la mayor iglesia cristiana y por si fuera poco los musulmanes (turcos, argelinos, sirios, paquistanies, etcétera) ya se metieron en Europa hasta la cocina ¿Quién los va a sacar? ¿El macho de Hollande? Pobre Francia.