Suicidio de la especie humana

Marco Antonio Aguilar Cortés

Con sentido de responsabilidad, el presidente Barack Obama respondió durante varios días, reiterando: “Son dolorosos esos hechos, pero no se conocen sus motivos exactos todavía”.

Se refería a los recientes 14 muertos y decenas de heridos en San Bernardino, California; caso que se ha orientado, por indicios, moda, e intereses, a causas de terrorismo islámico.

Subrayo la prudencia del presidente Obama al señalar que no sabía, porque hay presidentes y políticos de alto nivel que se empeñan en aparentar públicamente que todo lo saben, actualizando la imagen de los sofistas que tanto irritaban a Platón, y por lo que éste narró literariamente que el Oráculo de Delfos afirmaba que no sabían nada porque, a diferencia de Sócrates, ni siquiera sabían que no sabían.

En verdad, los motivos de fondo de esos asesinatos, como las causas de cerca de 40 matanzas similares que se han producido en este ya agonizante año 2015 en los Estados Unidos, están confusos, y rebasan a la simple visión policiaca, requiriendo, por ende, del estudio interdisciplinario y serio de profesionales, para obtener un diagnóstico objetivo y preciso.

Pues lo que conmociona no es un hecho, sino hechos reiterados y continuos que están pasando en los Estados Unidos y otros países desarrollados, pero que sucederán muy pronto en diversas partes del mundo, en cada lugar según sus circunstancias.

Los detalles de pequeños indicios nos orillan a reflexionar sobre cosas desconcertantes, como la noticia del canal televisivo CNN en español, al expresar su comunicadora verbalmente, y reproducirse en cintillo escrito: “Barack Obama, presidente de Venezuela…”, a unas horas de que se celebraran elecciones presidenciales en aquel hermano país tan presionado, y en donde el chavismo, con Maduro, ha sufrido tremendo revés.

Y es que el mundo actual está yendo tan de prisa, con angustia, y de manera tan superficial, que esto, combinado con la masividad, la irresponsabilidad, la mediocridad agudizada y en privilegio, y el encabronamiento de todos, da como suma la insensatez de actuar a ciegas, sin saber que nos estamos peleando, a muerte, en contra de nuestras propias sombras.

La sombra que generamos es la oscuridad producida a través de la intercepción de los rayos de luz por nuestro cuerpo que es opaco; pero el cuerpo social de los humanos, mal organizado, crea sus sombras: la miseria, la ignorancia, el odio, y el crimen hasta en grado de terrorismo.

Nuestras sombras amenazantes y perversas desean, con el rencor turbado de sus entrañas, recibir más violencia para retroalimentarse; y por este meandro tan sinuoso como inmoral, los seres humanos como especie podemos desaparecer por suicidio.

Restringir las armas no basta; debemos encauzar bien a las conciencias. México, a través del presidente Enrique Peña Nieto puede aportar, ante los órganos internacionales, experiencias y reflexiones actualizadas al respecto.