Año 2016

 

En el Informe Elcano de Presencia Global 2015, México sigue ocupando sin que variara del año anterior, el rango 23 en la comparación entre los 80 países analizados. No se vislumbran dinámicas importantes al respecto, lo cual debe ser motivo para formular algunas interrogantes acerca de cómo sería factible mejorar la presencia de un país que según las declaraciones de sus autoridades se está consolidando como un actor de creciente responsabilidad global.

El presente texto trata de aportar algunos elementos para un debate sobre las posibles prioridades en materia de política exterior del año 2016.

 

  1. Recomponer la imagen negativa en derechos humanos

Los esfuerzos del gobierno por lograr la apertura y mostrar su disposición para la cooperación internacional, como el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), fue creado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para brindar asistencia técnica a la investigación sobre la desaparición forzada de 43 estudiantes en Ayotzinapa; no obstante, no ha sido suficiente para cambiar la imagen internacional del país. Ha generado un daño considerable para la política exterior.

La invocación de la cultura del compromiso internacional del país en materia de derechos humanos fue y será carente de impacto cuando solamente se busca el recurso en nuevas leyes sin que éstas afecten seriamente las prácticas institucionales.

Las recomendaciones del GIEI y de otras instancias al Estado mexicano en materia de desaparición forzada, tortura etc. no podrán calmar las inquietudes y preocupaciones internacionales, si no vienen acompañadas por una cultura institucional diferente con base en la participación de expertos extranjeros.

2. Planteamiento estratégico de política exterior

La política exterior del país está empezando a desdibujarse cada vez más, se presenta sin un mensaje claro. El lema de “una potencia emergente con responsabilidad global” no se ha podido llenar de contenido e internacionalmente no se logra identificar un claro posicionamiento del país en los candentes asuntos internacionales. Más bien, se ha generado un activismo que carece de diseño y opera sin un claro perfil de objetivos.

Internacionalmente, la voz de México ha perdido peso, ante lo cual el país y su gobierno se tienen que ver en la necesidad de configurar un plan estratégico de urgencia para que el tiempo que resta de la administración de Peña Nieto no transcurra sin los avances necesarios para un mejor posicionamiento del país en la política internacional.

Hay que ajustar la brújula y definir claras prioridades en aquellas áreas en las que el país tiene las mejores posibilidades de avanzar en sus alianzas internacionales y lograr mayor visibilidad.

3.       Política antidrogas

El país ha perdido su protagonismo en materia de un rediseño del régimen internacional de drogas, que impulsó en años pasados en conjunto con Colombia y Guatemala para lograr una sesión especial de la Asamblea General de ONU sobre este tema en abril de 2016 (UNGASS 2016). Ahora, al parecer México está dejando pasar esta oportunidad de asumir una presencia importante ante un problema central de su seguridad nacional y la necesidad de replantear las estrategias poco exitosas que se han aplicado hasta la fecha. El gobierno parece contentarse con un documento que apenas realza el criterio de la prevención y la inclusión de los derechos humanos en la política antidrogas, pero no aspira ni siquiera a revisar o ampliar el Plan de Acción vigente hasta 2019 para darle otro rumbo al funcionamiento de este sistema.

Causa sorpresa que el país se haya esforzado tanto en lograr el éxito diplomático de la realización anticipada de la UNGASS en abril de 2016, para que ahora esté renunciando a un esfuerzo integral para cosechar los avances en la práctica del régimen internacional antidrogas.

4.   Relanzar tema migratorio

México tiene una larga experiencia —para lo bueno y para lo malo— en materia de migración, tema que ha vuelto a la agenda multilateral por las mismas experiencias por las que está pasando actualmente la Unión Europea. El peligro que de nueva cuenta se esté “securitizando” el tema de la migración, debe ser motivo para una movilización diplomática en aras de evitar la contaminación de los debates con criterios de lucha contra el crimen y el terrorismo.

Como país de origen, tránsito, destino y retorno de migrantes, México puede aportar en estos discursos sus experiencias propias y posibles estrategias para evitar la criminalización y el abuso de migrantes y refugiados en su dignidad y portadores de derechos humanos. Es en estos puntos donde se espera escuchar la voz de México para reconocer los avances y retrocesos propios de un país que sigue buscando una respuesta a estos problemas, tanto en la relación con sus vecinos del Norte como con los del Sur.

 

  1. Papel protagónico en región norteamericana

 

Para México, el espacio regional ofrece en 2016 en Norteamérica nuevas opciones: El dinamismo que ha impuesto el primer ministro canadiense , Justin Trudeau, a su país es una oportunidad inesperada para relanzar la precaria relación con este país y retomar muchos proyectos que no pudieron madurar con el anterior gobierno. Trudeau se ha mostrado mucho más abierto a relanzarse sobre el área del TLCAN que su antecesor y podría ser una contraparte mexicana interesante para volver a impulsar formatos trilaterales en materia de energía, seguridad e inversiones para buscar un nuevo horizonte de un post-NAFTA.

La eliminación del visado para mexicanos fue un primer paso, ahora es el momento para México de lanzar iniciativas en materia de medio ambiente, cambio climático y comercio para reincentivar una relación que puede dar mucho más de lo que ofrece su nivel actual.

Como en Estados Unidos, la campaña electoral no permitirá muchos avances en 2016, ya que cualquier esfuerzo en este sentido automáticamente entrará en la lógica electoral, hay que destinar los esfuerzos diplomáticos y políticos a Canadá y formar una relación de confianza y entendimiento sobre una amplia gama de temas de la agenda bi y trilateral.

En esta ocasión, México puede jugar un papel singular al formar agendas y ganar cierta ventaja, más allá de los instrumentos clásicos como la reunión trilateral de cancilleres de América del Norte.

 

  1. Vocación latinoamericanista

 

Hasta la fecha, la Alianza del Pacífico y los diferentes programas de cooperación han sido los únicos adelantos notorios en cuanto al relanzamiento hacia América Latina que había anunciado el presidente Peña Nieto. El país, como actor, no ha logrado anclarse más profundamente en el espacio latinoamericano y reconquistar la presencia perdida. Así, no ha desempeñado un papel muy notable en la nueva presencia de Cuba en la región y se mantiene muy apartado del proceso de paz en Colombia, que será el evento central del año 2016 en la región cuando se logre su conclusión. También, la previsible crisis interna de Venezuela necesita de la presencia y del activismo diplomático de México en el ámbito subregional y en el marco de la CELAC, cuyo papel ha venido a menos ante la ausencia de apoyo y compromiso por parte de los grandes poderes de la región. Existen condiciones oportunas para la expansión de la presencia de México en América Latina: La crisis interna de Brasil impedirá que este país pueda cumplir con el papel regional e internacional que se ha propuesto, por lo cual existen vacantes en la articulación externa de la región. Ante la reconfiguración de las fuerzas políticas en Sudamérica y los reacomodos en el Gran Caribe con el declive del ALBA, México podría adelantar nuevas formas de cooperación de la mano con socios como Argentina, Chile o Colombia.

El afán de ampliar su presencia en América Latina con aportaciones diplomáticas sustanciosas y fortalecer sus raíces en la cooperación política y económica ha sido declarado reiteradamente, ahora viene el momento de hacerlo efectivo. La Secretaría Ruiz Massieu tiene allí un amplio campo para desarrollar un perfil propio en su gestión al frente de la SRE.

 

  1. Política exterior como política pública

Orientar la política exterior como política pública no debe restringirse a la tan frecuente consulta de encuestas de opinión pública por parte de las autoridades. Una política exterior centrada en un manejo limitado al ejecutivo no tiene profundidad ni enraizamiento, tampoco logra desplegar su potencial con otros actores como multiplicadores.

No hay otra alternativa, la sociedad tiene que hacerse partícipe tanto de la acción externa como de la presencia del país a nivel internacional. No obstante, una vuelta a las tradiciones añejas de carácter restrictivo, tratando de mantenerlo en el control del ejecutivo limita el desarrollo oportunamente del potencial de la participación social en esta rama. En este sentido es significativo que se esté operando la relación con la ciudadanía a través de una Dirección General de Vinculación con las Organizaciones de la Sociedad Civil, sin reconocer la transversalidad de esta tarea. La comunicación sigue un carácter unilateral desde el gobierno, sin construir canales de intercambio y entendimiento con y en la sociedad. Sin un diálogo sustancial de la SRE con la sociedad mexicana tampoco será factible enmendar las limitaciones que esta misma institución reclama en cuanto a su restringido presupuesto. Es allí donde el mismo Instituto Matías Romero podría asumir una tarea importante.

 

  1. Rediseñar presencia cultural

La reciente creación de la Secretaría de Cultura, mediante la transformación del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes ofrece las condiciones para replantear la política cultural de México en el exterior.

Hasta la fecha, AMEXCID concentra las acciones de cooperación y promoción en materia cultural, turística y gastronómica en su seno, apoyando “propuestas de creadores mexicanos que muestran un México contemporáneo y que construyen vínculos productivos en el exterior, en conjunto con otras entidades y dependencias gubernamentales, sociedad civil y actores internacionales”.

Que este organismo de la SRE esté actuando hasta la fecha sin un Consejo Técnico para la promoción cultural, pone en evidencia una visión muy “productivista” en el diseño de esta parte de la política exterior mexicana, sin que se haya logrado una articulación oportuna los proyectos culturales, mejor conocidos como etiquetados, que maneja hasta la fecha el Conaculta.

Tanto las experiencias del Año Dual México-Reino Unido como las planificaciones del Año Dual México-Alemania indican que el esquema de coordinación entre las diferentes agencias mexicanas necesita de ciertos acomodos para poder actuar más consistentemente y generar los efectos deseados para México con base en su poder suave. En tal sentido habrá que superar una visión de la acción externa en materia de cultura que se ve impregnada por un interés de promover el turismo cultural, sin una clara visión de los fines políticos de este tipo de programas.

A final de cuentas es indispensable trazar una estrategia para hacer redituables estas inversiones culturales en un nuevo nivel de intercambio y cooperación cultural, así como también para transitar del poder suave al poder diplomático en cuanto a iniciativas conjuntas.