Beatriz PagesLa oposición —PAN, PRD y Morena— siempre ha acusado al PRI de ser un partido vertical y autoritario, con una cultura política caciquil y presidencial que no admite otras expresiones.

El despotismo priista es hoy una leyenda frente a lo que sucede en otros partidos. Especialmente en Morena, donde sólo un señor, el creador de esa organización, toma las decisiones. Nadie, excepto él, puede decidir lo que es bueno o malo. Y nadie más puede hacer uso de los tiempos oficiales para salir, a escala nacional, en televisión.

Algo parecido está sucediendo en el PAN y en el PRD, partidos que se han dejado contagiar por el protagonismo absolutista del señor Andrés Manuel López Obrador. Ellos también, ¡faltaba más!, saldrán en spots para confundir a los electores. Para aparecer y hablar como candidatos sin serlo. Para hacer campaña y posicionar su imagen con la evidente aspiración de competir por la Presidencia de la República en 2018.

Por eso criticaron con tanta virulencia la propuesta de Manlio Fabio Beltrones de reformar la ley electoral para impedir que “políticos tramposos” utilicen el vacío legal para promocionarse y tomar ventaja.

Beltrones exhibió la verdadera intención de sus opositores, lo que obligó a López Obrador a salir con su habitual y vulgar victimización: “Me quieren borrar de la televisión”.

Los señalamientos del sonorense no han sido, sin embargo, entendidos a profundidad. Además de incurrir en una falta ética al aprovecharse de una o más lagunas jurídicas, los dirigentes nacionales de la oposición caen en una conducta autoritaria, poco democrática, al utilizar espacios que deben ser aprovechados por los candidatos.

Partamos de un planteamiento que, por obvio, parecen no entender López Obrador, Ricardo Anaya y Agustín Basave: ¿por quiénes van a votar los electores: por los candidatos o por los dirigentes de los partidos?

La respuesta es indiscutible. Por ello resultó ridícula la iniciativa de Anaya de que los presidentes de los comités ejecutivos nacionales participaran en debates públicos de cara al proceso electoral que viene.

México tiene un claro diagnóstico de las obsesiones que nublan el pensamiento de López Obrador. Pero, se creía que la juventud de Anaya y la preparación académica de Basave les iba a permitir operar con más humildad, inteligencia y sentido democrático.

En lugar de estar concentrados en la unidad y reconstrucción de sus respectivos órganos políticos —que falta les hace—, en el fortalecimiento de sus candidatos, pero sobre todo en que sus partidos sean factor de cambio, están ansiosos por aparecer en spots.

Dudo que a Beltrones le preocupe que Anaya o Basave puedan convertirse en figuras populares. Su crítica va dirigida a impedir que los protagonistas en éstos o en cualesquier otros comicios terminen por echar abajo el espíritu fundamental de la ley electoral, por la cual la misma oposición luchó tanto y durante tanto tiempo: la equidad.

Pero, bueno, dejen a los imberbes salir en televisión. Beltrones, más que a los spots, le apuesta a la política.