Ha sido llamada “Reina del Pop”, “Diva”, polémica, corriente, espectacular, poco talentosa, vanguardista, blasfema, innovadora, comerciante, rebelde… pero nunca vulnerable.
Los recientes acontecimientos tanto en su vida privada como en el escenario: el rompimiento con su hijo de 15 años, el abucheo en Inglaterra por su demora al iniciar un concierto, las caídas en el escenario, al parecer han calado más hondo en la cantante de lo que parecía.
En su primer concierto en México sorprendió con un discurso en el que mostró un rostro al que no nos había dado acceso, la del ser humano que duda.
Hay que hacer un esfuerzo grande para imaginar cómo una jovencita de la clase media de Michigan que comenzó como mesera y cuyo primer acercamiento a la fama fue vendiendo fotografías estilo Pin Up y participando como corista de otros artistas, generó un cambio en la concepción del Pop Star: Marcó tendencia en la moda, la música, los videoclips, los conciertos como espectáculo, las declaraciones incendiarias hasta llegar a proclamarse la incuestionable reina y, más difícil, se ha mantenido ahí durante casi tres décadas.
Uno debe imaginar las vicisitudes que formaron su carácter hasta presentarnos un personaje blindado, perfecto en su presentación, un ícono impenetrable a prueba de todo: tiempo, críticas, competencia, etc., Así nos hemos acostumbrado a concebirla, así se presentó en la primera parte de su más reciente concierto en México… Pero algo cambió, el cúmulo de situaciones abrió una grieta en la coraza y por un momento nos presentó no a la artista perfectamente construida, sino a la mujer de casi sesenta años, a la que seguro se enfrenta cada día en el espejo de un hotel de lujo revestido de las más exóticas exigencias.
Esa mujer que desaparece a la luz de los reflectores. De pronto casi con humildad, casi conteniendo el llanto, agradeció al público por darle la fuerza para continuar, por apoyarla ahí donde todo lo demás se estremece. Ese es el mejor homenaje que el público mexicano pudo recibir, no la parafernalia conciliadora disfrazada de una conveniente veneración a Frida Kalho, no los ritmos latinos de la Isla Bonita.
Aquí la figura inasible dejó acercarse a la audiencia al privado rincón de sus sentimientos. Aquí por primera vez aquella que siempre a hecho alarde de una lucha por romper las restricciones sexuales, religiosas, las políticamente correctas, se atrevió a romper su propia imagen impenetrable.
Puede o no gustarnos la música de Madonna, podemos o no coincidir con sus declaraciones y escándalos, pero no podemos negar el impacto que ha tenido en la sociedad actual, como cantante, como portavoz, como artista, como ícono de la cultura. Ahora que podemos presagiar los primeros sonidos del canto del cisne nos preguntamos ¿después de ella quién puede reclamar ese lugar al que muy contados acceden? Y de nuevo confirmamos el silencio que nos ha perseguido por décadas.
Con Rebel Heart Madonna suma su cuarta visita a México. La primera vez que se presentó fue en 1993 con The Girlie Show; en 2008 llegó con Sticky & Sweet Tour, y en 2012 con The MDNA Tour.

