El asesinato de la alcaldesa de Temixco, Morelos, Gisela Mota, rompió la inercia del desacuerdo que vivían el gobernador de esa entidad, Graco Ramírez, y el alcalde del municipio que es capital de la entidad, Cuauhtémoc Blanco Bravo.
El pleito entre ambos personajes por el dichoso Mando Unificado quedó de lado, y con el mismo pretexto, Graco Ramírez impuso por decreto el Mando Único en quince municipios de Morelos, incluida por supuesto la ciudad que gobierna el exfutbolista mexicano.
Cuauhtémoc Blanco Bravo se niega a ceder a la imposición del Mando, dice, porque el pueblo así se lo ha pedido y, particularmente, la iniciativa privada, le ha expresado su desacuerdo con la medida.
El sustento en parte es la pobreza en los resultados que en materia de seguridad ha entregado a lo largo de su gobierno el jefe del Ejecutivo estatal, Graco Ramírez.
El mismo crimen de Gisela Mota es una prueba de ello. A la mujer no se le protegió, denunció la madre de la alcaldesa que fue arteramente asesinada un día después de asumir las riendas de su cargo.
Eventos como ese revelan la carencia en la eficiencia y la eficacia de los dispositivos implementados; la ausencia de diálogo con el edil capitalino es otro punto en contra del cuestionado gobernador.
En lugar de abrir puertas, ambos cayeron en el juego del dime y el direte hasta alcanzar grados personalísimos y enojos todavía mayores.
El Temo tampoco ha hecho mucho por resolver la problemática. Con ese espíritu de futbolista llanero que le acompaña desde sus primeros pasos por el deporte estrella de México, ha descalificado y retado a la autoridad estatal.
Llegó incluso al grado de acusar, cual niño emberrinchado, a Graco Ramírez con el inquilino de Los Pinos: “nos dejaron encuerados”, refirió Blanco Bravo al Ejecutivo federal en clara referencia a cómo el Estado había retirado los apoyos del Mando Único luego de que se había negado a adherirse al convenio de gobierno, como si eso fuera suficiente para resolver el pleito.
La muerte de Gisela rompió la inercia que se venía dando en este pleito.
La vulnerabilidad de las autoridades municipales es evidente; lo sabe el Estado y lo sabe la Federación, por eso de inmediato se ordenó extremar la vigilancia y protección de quienes hiciera falta.
De entrada, desde hace un par de días el presidente municipal de Cuernavaca cuenta con una tropa de militares como escoltas y ha cedido, ablandado, en el Mando Único.
Los hombres del uniforme verde olivo llegaron y desplegaron su propio dispositivo: ingresaron al edificio Papagayo, sede de la alcaldía, revisaron y se instalaron ahí cerquita.
Por lo pronto el desacuerdo fue congelado y relevado, pero eso no quita las intenciones de uno y de otro; al final la otrora ciudad de la “eterna primavera” sigue siendo rehén de los caprichos de ambos.

