BERNARDO GONZÁLEZ SOLANO
Una vez más, el dictatorial gobierno comunista de Corea del Norte acaparó los titulares de la prensa mundial el jueves 7 de enero, un día después de dar su “regalo de reyes” a los países de la zona y de retar no sólo a los miembros del Consejo de Seguridad (todos ellos naciones con armas nucleares) de la Organización de Naciones Unidas (ONU), sino de hecho a todo el concierto internacional, cuando anunció por vía de su televisión oficial que había realizado exitosamente su primera prueba con una bomba nuclear de hidrógeno. Como consecuencia del estallido atómico se detectó un sismo —también captado por centros sismológicos de Corea del Sur, EUA y China—, de magnitud de entre 4.2 y 5.1 grados en la escala de Ritcher en el noroeste del país, cerca de la acostumbrada base de pruebas nucleares de Punggye-ri, a 400 kilómetros de distancia de la capital. Esta sería su primera prueba con un artefacto termonuclear, cuyo estallido es mucho más poderoso que la de las bombas atómicas “convencionales” que ha utilizado Pyongyang en sus tres pruebas anteriores de 2006, 2009 y 2013.
Estaría por verse si se trató, en efecto, de una bomba H. De ser cierto, el régimen de Pyongyang habría logrado formar parte del “selecto” grupo de las naciones nucleares incluyendo las que forman el Consejo de Seguridad: Estados Unidos de América, Rusia, Gran Bretaña, Francia, China, India, Israel (que nunca lo ha aceptado pero todo mundo sabe que la tiene) y Pakistán. De estos, solo EUA y Rusia han experimentado bombas de hidrógeno, con capacidad destructiva mucho mayor que las bombas que aniquilaron Hiroshima y Nagasaki en 1945. Si Corea del Norte realmente la tuviera esto plantearía un delicado reto a la comunidad internacional en materia de seguridad.
Aunque únicamente fuera el caso de un artefacto atómico mejorado, con esto Pyongyang habría dado un buen salto en la tecnología nuclear, demostrando que el actual representante de la dinastía Kim no sólo es un jovenzuelo heredero sino que continúa usando a su favor el programa atómico norcoreano iniciado en la década de los setenta del siglo XX.
El 9 de octubre de 2006, con Kim Jong-Il a la cabeza, se hizo público el estallido de la primera bomba atómica norcoreana con una potencia aproximada de un kilotón. La segunda tuvo lugar el 25 de mayo de 2009, en el mismo sitio; entonces se calculó la potencia desatada en 3.5 kilotones. El actual mandatario, Kim Jong-Un (hijo del anterior jerarca) aprovechó las experiencias de su progenitor y ordenó la tercera prueba con una potencia más o menos de 6.7 kilotones, lo que provocó un sismo de 4.5 grados en la escala de Richter. Y, el miércoles 6 de enero del recién iniciado 2016, se hizo el cuarto intento, supuestamente con una bomba de hidrógeno.
“Ahora somos un estado nuclear que también posee la bomba de hidrógeno”, anunció un locutor en un noticiario especial de cinco minutos de duración emitido por el canal estatal KCTV transmitido a las 12 horas, tiempo local, del 6 de enero. Para completar la noticia, Corea del Norte usó su agencia estatal, KCNA, en la que se precisó que el mandatario, Kim Jong-Un ordenó, desde el 15 de diciembre pasado, llevar a cabo esta primera prueba con una bomba de hidrógeno. Como sucede en los regímenes comunistas, tipo Cuba donde no hay prensa independiente, los medios norcoreanos reproducen solo noticias oficiales y no se puede ofrecer ninguna otra versión de los hechos en público.
Los expertos explican cómo funciona una bomba de hidrógeno. “La bomba atómica libera una energía por fisión de elementos como el uranio o el plutonio, es decir, parte el núcleo de los átomos en dos o más fragmentos. La de hidrógeno o termonuclear utiliza la fisión y la fusión (la unión de dos átomos poco densos para formar uno mayor) en una reacción en cadena, que libera energía superior a las temperaturas y presiones solares”. Por el momento, no se ha utilizado ninguna bomba de hidrógeno (Bomba H) fuera de los disparos de ensayo. Actualmente, el arsenal estratégico nuclear estadounidense, y sin duda el ruso, se compone exclusivamente de este tipo de artefactos, pero en miniatura y con un potencia muy variable.
Y cuando estalla una bomba H se producen explosiones químicas, nucleares y termonucleares en un lapso de tiempo infinitesimal. En el proceso, una primera bomba de fisión provoca un fuerte aumento de la temperatura que desencadena la fusión.
La historia nos dice que el 1 de noviembre de 1952, Estados Unidos de América hizo estallar en secreto este nuevo tipo de bomba en las Islas Marshall, en el Océano Pacífico. Al siguiente año, la Unión de República Soviéticas Socialistas (URSS) anunció el disparo de una bomba termonuclear. La potencia de la mayor bomba H en haber estallado (el ensayo soviético “bomba del Zar” del 30 de octubre de 1961 en el Artico) era de 57 megatoneladas, una potencia teóricamente casi 4,000 veces superior a la que se lanzó sobre Hiroshima en la Segunda Guerra Mundial. La potencia de la bomba de uranio lanzada sobre Hiroshima era de 15 kilo toneladas. La de Nagasaki, de plutonio, tenía una potencia comparable (17 kilo toneladas), o sea el equivalente de 17,000 toneladas de Trinitrotolueno (TNT, tan relacionado con la dinamita, descubierta por Alfred Bernhard Nobel fundador de los Premios Nobel). Cuatro años más tarde, la URSS hizo estallar su primera bomba A, concretamente el 29 de agosto de 1949 en el desierto de Kazajastán.
Pese a que la cuarta prueba nuclear norcoreana era esperada desde hace tiempo, el hecho que se trate de una bomba H, mucho más poderosa que una atómica, como ya se explicó, fue una sorpresa al igual que el momento elegido para hacerlo, cuando está en desarrollo el proceso para elegir al sucesor del presidente Barack Obama, lo que obliga a que el affaire Corea del Norte sea uno de los tópicos más comentados durante la campaña presidencial estadounidense. El régimen de Pyongyang lleva tiempo en busca del reconocimiento diplomático de Washington, aunque considera la “disuasión” nuclear como algo crucial para garantizar la supervivencia de la dictadura comunista, que ya va por la tercera generación. Al respecto, un experto en la vida del hermético liderazgo norcoreano, Michael Madden, explicó: “Ahora que Irán deja de ser una preocupación, los norcoreanos se han puesto en el punto más alto de la agencia de política exterior en cuanto a las naciones que representan una amenaza para Estados Unidos de América”.
De tal suerte, el anuncio de Pyongyang originó la condena internacional unánime y volvió a poner en claro el aislamiento total del régimen de Corea del Norte. Reunido de urgencia, el Consejo de Seguridad de la ONU comunicó su condena por suponer “una clara violación de las resoluciones” dictadas contra el régimen encabezado por Kim Jong-Un, e informó que prepara una nueva serie de medidas adicionales. Las grandes potencias, empezando por sus vecinos (China, que ha sido valedor del gobierno norcoreano en muchas ocasiones, y Rusia), expresaron su indignación por el estallido de la “bomba de hidrógeno” y le han exigido que retorne a las negociaciones a seis bandas (Estados Unidos, Japón, China, Rusia y las dos Coreas) para desnuclearizar la península de Corea.
Estados Unidos y Japón pidieron la inmediata reunión de emergencia de la ONU —que tuvo lugar el mismo 6 de enero—, durante la cual la misión estadounidense condenó cualquier violación de las resoluciones de la comunidad internacional y exigió a Corea del Norte que cumpla sus obligaciones y compromisos. Hizo lo propio el secretario general de la ONU, el surcoreano Ban Ki-moon que recriminó: “Una vez más, este ensayo viola las numerosas resoluciones del Consejo de Seguridad, a pesar de los llamamientos unificados de la comunidad internacional para que cesen esas actividades”.
La República Popular China, lo más parecido a un aliado que tiene Corea del Norte, aseguró que no recibió ningún aviso previo sobre el ensayo de una bomba de hidrógeno, y que presentará una protesta formal ante el régimen de Kim Jong-Un. Y Rusia llamó a la “calma y abstenerse de acciones que puedan provocar una escalada de tensión incontrolada en Asia nororiental”. La presidenta surcoreana, Park Geun-hye, dijo que el ensayo nuclear norcoreano supone una grave preocupación y un desafío a la paz y la estabilidad internacional y pidió sanciones para el régimen infractor, además de que su gobierno responderá a cualquier nueva provocación de su vecino. Y el gobierno japonés afirmó: “es algo que no podemos aceptar, lo condenamos enérgicamente”.
La Casa Blanca, por su parte, ordenó el sábado 9 el despliegue de un bombardero estratégico B-52 sobre la península coreana que sobrevoló la base aérea de Osan, escoltados por dos cazas surcoreanos F-15K y dos cazas estadounidenses F-16. Este despliegue aéreo forma parte del apoyo de EUA a Seúl desde que se ordenó el “alto el fuego” –en lugar de firmar un tratado de paz– en la guerra de Corea; desde entonces mantiene al sur del paralelo 38 un contingente de 28,500 hombres para defender a su aliado. La guerra, del 25 de junio de 1950 a julio de 1953, costó la muerte de 5 millones de personas, tres millones de civiles, enorme costo humano de una población en la península de 30 millones. La historia continúa viva. Ni más ni menos. VALE.
