La muerte de Raquel dos Santos, una guapa y joven mujer, ya no impactó tanto en Brasil ni en otras partes del mundo, a diferencia de los casos de otras féminas que perdieron la vida en circunstancias similares. El culto al cuerpo cuesta y a ellas les costó, entre otras cosas, la solidaridad, el respeto y la existencia. No es lo mismo morir de cáncer que quedar en una plancha de liposucción.
El tema de las muertes derivadas de procedimientos estéticos pareciera ya noticia de segunda. Y no es por despreciar la pérdida de estas mujeres, sino por el afán de cambiar lo que Dios les otorgó y hacerlo, además, en condiciones de riesgo por ahorrarse unos pesos.
En Brasil y en otras partes del mundo, como Estados Unidos, México y Colombia, esta práctica es común, proporcional a la obsesión femenina por ser “más bellas”. Es la nación de la samba, la segunda en el mundo donde más cirugías estéticas se realizan, con un promedio de 750 mil por año; hasta a crédito pueden ir y hacerse un “arreglito”, luego pagarlo en cómodas mensualidades.
Siempre es agradable ver rostros o cuerpos bien proporcionados en fotos, galerías o videos; en la calle de cualquier ciudad o viviendo frente a tu casa; y aunque la voluptuosidad es llamativa, también es muy evidente cuando ésta es creada en un quirófano.
La práctica estética está fuera de control. Médicos sin certificar ofrecen a estas mujeres las perlas de la virgen a precios extra económicos; y entre la ignorancia, la pobreza y la codez, muchas de esas damas prefieren lo barato, aun cuando en ello les pueda ir la vida.
Como en el caso de Raquel dos Santos, con apenas 28 años de edad, madre de dos, dedicada al modelaje y a los concursos de belleza, fue de hecho finalista en el “Musa de Brasil”. Mujer curvilínea que sin duda llamaba la atención.
Raquel perdió la vida en manos de un “cirujano” llamado Wagner Moraes; depositó su vida a cambio de que le removieran líneas de expresión de su rostro con un procedimiento a base de ácido. No fue una liposucción o una cirugía invasiva, era rasparle el rostro para recuperar lozanía. Nada más.
El problema fue que Wagner Moraes es médico pero no tiene especialización en cirugía plástica. El argumento que presentó a las autoridades brasileñas fue casi de risa: el hombre acusó que la culpa de la muerte de Raquel la tenía la propia modelo, porque “tomaba anabolizantes para caballos y fumaba compulsivamente… era una bomba de tiempo”, consignan medios locales.
La pobre Raquel pasó de ser una atractiva cliente a una terrible mujer mentirosa, quien no solo le ocultó información al pobreza médico, sino que lo engañó, y hasta apeló a la autopsia que le sería aplicada a la modelo para exonerarse.
Hasta ahora, de acuerdo a lo que consignan medios brasileños, los resultados preliminares de la autopsia no revelaron que el paro respondiera al cigarrillo o al consumo de los anabolizantes para caballos.
Wagner insiste en su defensa. Aseguró que ha practicado el procedimiento para remover las líneas de expresión del rostro a través de la aplicación de un mililitro de ácido hialurónico, en más de dos mil mujeres y que nunca antes tuvo problemas.
En el caso de dos Santos y de otras muertes similares registrados en Brasil, el problema no es nada más el médico que otorga el servicio; a pesar de la importancia de la certificación, las autoridades brasileñas no han marcado como obligatorio para estos profesionistas el que cuenten con título de especialista registrado para brindar atención.
Las autoridades sanitarias “apelan” al sentido común de los médicos y a que éstos no realicen procedimientos que no sepan hacer. Se les olvida pues el poder del dinero que sobreponen a su ignorancia, aun y cuando estén en riesgo la seguridad y la vida de sus pacientes.

