Comunicación

Toda la parafernalia alrededor de Internet nos había convencido —cuando menos a mí— que se iba a convertir en una herramienta poderosa para cerrar la brecha entre ricos y pobres que amenaza con hacer saltar por los aires (no sé cómo no ha sucedido) el equilibrio de la humanidad. Pero no es así, al menos hasta ahora. Me explico:

Según un estudio divulgado recientemente por el Banco Mundial (BM), la idea de que Internet está “democratizando el acceso a la información” puede ser una idea totalmente equivocada. De acuerdo con el organismo internacional, la red puede, en verdad, “estar aumentando” la desigualdad en el mundo.

Un documento divulgado a principios de 2016 por el BM, afirma que los cambios tecnológicos traídos por la Internet “no mejoraron el acceso a los servicios públicos o el aumento de las oportunidades económicas”, como era previsto que lo hicieran. “Las tecnologías digitales están expandiéndose rápidamente, pero los dividendos del crecimiento digital, empleos y servicios han quedado atrás”, afirma el documento.

El trabajo encargado por el BM muestra que las personas que poseen alto grado de educación y situación financiera estable, media o superior, consiguen aprovechar más la Internet que las personas que no poseen las mismas condiciones. En algunos países, las mujeres son desmotivadas a usar la red y el 20 por ciento de la población aún es analfabeta, lo que torna a la tecnología casi completamente inútil para ellos. En total, 60 por ciento de la población mundial aún permanece fuera de línea.

En lugares donde el acceso a la red es fácil y la tecnología está en expansión, los índices no presentaron cambios en los últimos años: en países desarrollados, la tecnología emplea apenas de 3 por ciento a 5 por ciento de la población. En países en desarrollo, el valor cayó al 1 por ciento.

La investigación revela aun que ampliar el acceso a la Internet no será capaz de revertir la situación. Para el Banco Mundial es preciso invertir en programas que ayuden a los ciudadanos a desarrollar nuevas habilidades de tecnología, garantizar fuerte concurrencia entre las empresas y modernizar las propias instituciones del gobierno.

Este es el dilema: conservar Internet para los de siempre o educar para que se convierta en una herramienta de acceso al conocimiento y, por ende, a la posibilidad de decidir y de actuar de las grandes capas de población excluidas. Ya sabemos por dónde apuestan los gobiernos. Pero ¿y las organizaciones sociales de ciudadanos? ¿Y el cuarto sector?