Manipulación de creencias religiosas
Las creencias religiosas nunca deben usarse
para justificar la violencia y la guerra.
Papa Francisco
José Alfonso Suárez del Real y Aguilera
Con las campanas al vuelo por la desaparición del Distrito Federal y el avasallante advenimiento de la Ciudad de México como denominación de nuestra entidad federativa, los repiques del Estado confesional también resuenan de júbilo ante la inminente llegada del jefe del Estado Vaticano, Francisco.
A nadie escapa el esmero con el que el titular del Ejecutivo federal, Enrique Peña Nieto, y del capitalino, Miguel Ángel Mancera, se han prodigado para lograr la aceptación del sumo pontífice a visitar un país y una capital inmersos en una compleja red de transformaciones, regresiones y sumisiones en las que la violencia, en todas sus facetas, se ha adueñado de sus escenarios: una nación convulsa y una entidad federativa caótica a las que, a pesar de su portentoso pasado histórico, desde la colusión de poderes se les desarticula su patrimonio en función a los “intereses del mercado” y a favor de la concentración de poder en unas cuantas manos.
En contraste con las precedentes visitas papales a México, en las que hospitalidad y folclore provocaron un espontáneo diálogo intercultural con pontífices provenientes de realidades diversas a la nuestra, los orígenes de Francisco le permiten escudriñar las facetas más ocultas de la realidad latinoamericana, y su calidad de hijo de migrantes le aporta elementos sustantivos para señalar y exigir poner fin al calvario al que se ven sujetos millones de seres que soportan esa inhumana condición desde, hacia y en nuestro país.
Otro aspecto que contrastará de manera visible con anteriores viajes papales estribará en los mensajes de un jesuita particularmente informado y profundamente preocupado por la imparable escalada de violencia criminal que sume al país en un baño de sangre, dolor y muerte.
Por todos los medios a su alcance, los gobernantes de la república imploran en secreto que el juicio del papa argentino no sea demoledor, y anhelan que la visita “refresque” un escenario apocalíptico en lo económico, en lo social y en lo político, del que al parecer sólo Dios podría salvarlos.
Tal vez por ello, el nuncio apostólico declara a diestra y siniestra que el Papa no viene a salvarnos del marasmo en el que nos encontramos, confusión que lleva, en un desmedido celo del gobierno de Mancera, a denegar la solicitud hecha por la asociación religiosa Iglesia de la Verdadera Luz del Mundo para ocupar la Plaza de la Constitución el domingo 14 de febrero a efecto de celebrar un acto de culto público, con carácter extraordinario, a fin de honrar la memoria de su fundador, Samuel Joaquín Flores.
Todos los argumentos ofrecidos por la autoridad capitalina se deshilvanan ante la laicidad constitucional del Estado mexicano, la igualdad de derechos y ante la propia postura del ilustre visitante quien, en todo foro al que asiste, expresa con palabras y con hechos su convicción contra la perversidad que existe al manipular creencias religiosas para justificar cualquier acto de violencia.
