Nuevos recortes presupuestales

Es un hecho que las políticas neoliberales aplicadas desde hace más de treinta años en el mundo, y en México en particular, han resultado en un fracaso no sólo porque han generado millones de nuevos pobres, ni porque han conducido a la miseria a otros tantos que ya podríamos clasificar como viejos pobres, ni únicamente porque han provocado un desempleo masivo, y acentuado las desigualdades tanto entre los países como entre la población de cada una de las naciones, no sólo, pues, porque han determinado un saqueo sin precedentes de los recursos de los países subdesarrollados y han significado dolor y lágrimas para los trabajadores del mundo.

Todo eso no les importa mucho a quienes deciden que se apliquen esas políticas, pero el liberalismo también ha sido un fracaso, porque a lo largo de estos treinta años, ningún país (si exceptuamos a China que es caso aparte y hoy también tiene problemas) ha conseguido mantener el crecimiento ni siquiera en niveles aceptables, y al contrario en lapsos muy cortos hemos tenido crisis recurrentes que devastan la planta productiva y arruinan a los Estados, mientras continúan deteriorando las condiciones de vida y de trabajo de las mayorías.

Y sin embargo, aquí en México se siguen aplicando las políticas neoliberales a rajatabla, hasta llevar a las llamadas reformas estructurales que están destruyendo no sólo las instituciones, los principios y las estructuras sociales y políticas que han constituido a la Nación mexicana, sino también están anulando las posibilidades de recuperación y no digamos de crecimiento económico.

Así la semana pasada el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, señaló, por un lado, que se despedirá a casi 16 mil trabajadores al servicio del Estado y al mismo tiempo que nuevamente se castigará principalmente a Pemex en los recortes presupuestales. Como se recordará entre 2015 y para este 2016 la empresa productiva estatal ya ha sufrido un recorte de nada menos que 70 mil millones de pesos y ahora el señor Videgaray señaló que nuevamente habrá recortes al gasto público, “empezando por Pemex”.

Ciertamente, nadie desconoce que la caída de los precios del petróleo ha sido drástica y que el descenso ha afectado notablemente las finanzas de Pemex. Y tampoco se ignora que desde hace varias décadas las ventas de petróleo han servido para financiar alrededor de un tercio del gasto público, pero también es evidente que a Pemex se le está aplicando una política deliberada para llevarla a la quiebra y de este modo justificar la reforma energética que le abre libre paso a la inversión privada, principalmente extranjera, en la industria petrolera. Por eso, en el momento en que se reducen los ingresos de Pemex, por la baja en el precio del petróleo, se le sigue aplicando el mismo régimen fiscal que obliga a la empresa a entregar a Hacienda un monto mayor a sus utilidades, lo que determina que, todos los años, reporte finalmente pérdidas.

En los tres años que van de la administración de Peña Nieto, Pemex ha soportado un déficit de 315 mil 316 millones de pesos, esto es, ese faltante se ha triplicado en sólo tres años, pues mientras en 2012 era de 37 mil 353 millones, en 2013 de 35 mil 767 millones, en 2014 (año de la reforme energética) se disparó a 132 mil 693 millones y en 2015 llegó a 146 mil 856 millones.

Y no es que Pemex sea una empresa ineficiente. Al contrario, en el reporte mundial, Pemex ocupa entre el tercero y cuarto lugar de las petroleras más productivas del mundo y apenas el año pasado recibió el reconocimiento, por la red de ejecutivos de petróleo y gas en el mundo, The World Oil & Gas Council, como la mejor petrolera estatal.

Pero, claro, aunque sea una empresa tan eficiente, no puede sostenerse si tiene que entregar todas sus utilidades y un enorme monto más al erario público. Y mucho menos, si aparte le aplican los mayores recortes al presupuesto. La política aplicada a Pemex, por más que en el discurso se niegue, hace evidente la voluntad de quebrarla.