Con los reajustes en el gabinete

 

 

 

 

 

Algunas cosas del pasado desaparecieron,

pero otras abren una brecha

al futuro y son las que quiero rescatar.

Mario Benedetti

 

 

Ha ajustado otra vez su gabinete el presidente Enrique Peña Nieto. El cambio que más atrajo la atención del mundo político fue la salida de Emilio Lozoya de Pemex, reemplazado por José Antonio González Anaya.

Este cambio tiene una enorme carga política; pero no por las razones que han avivado las tempraneras especulaciones sobre la sucesión presidencial y la candidatura priista en 2018.

Durante su gestión, Lozoya enfrentó el reto de transformar Pemex, para adecuar sus estructuras a las exigencias creadas por la reforma energética, exigencias que implican competencia con muchas de las gigantescas multinacionales del petróleo. Tarea formidable, pues implicó la dificilísima tarea de cambiar la llanta del automóvil sin detener su marcha.

Lozoya se desgastó en ese empeño. Se desgastó ante las demandantes exigencias del sector hacendaria y financiero del gobierno federal. Resistió hasta que la baja del precio internacional del petróleo alteró todos los cálculos macroeconómicos. Esa es la razón de la llegada de José Antonio González Anaya, quien tuvo a su cargo la resolución de la difícil situación del IMSS.

Hizo una eficaz ingeniería financiera, una reestructuración administrativa que le permite al IMSS estar en mejor situación que la de hace tres años. Tarea indispensable, porque es inconcebible un México sin el Seguro Social. Eso sería un desastre social, una tragedia política.

Ahora tendrá que aplicar sus habilidades financieras y administrativas para convertir Pemex en una empresa de Estado, lista para la competencia que vendrá cuando a mediano plazo se recuperen los precios del petróleo y deba competir las grandes multinacionales. Y porque en esa transformación de Pemex está la clave del éxito político de la reforma energética. Así de sencillo.

En cuanto a las especulaciones sobre la sucesión presidencial, las interpretaciones sobre cómo afecta la ecuación de la candidatura priista en 2018, es muy temprano para valorar quién se fortalece, quién lleva ventaja o quién se retrasa.

Hace año y medio nadie esperaba la turbulencia económica y financiera global provocada por el desplome de los precios del petróleo.

Y falta poco más de año y medio para que formal y legalmente se ponga en marcha el proceso electoral de 2018.

Nadie puede asegurar que en ese lapso las circunstancias políticas, sociales y económicas permanezcan como ahora.

A quienes, como decía el comercial de los pronósticos deportivos, “ya se vieron” con la candidatura presidencial priista, bien puede ocurrirles que se les repita la frase de don Adolfo Ruiz Cortines dirigida a un amigo que buscaba una candidatura y no la consiguió: “Ni modo, mi amigo, perdimos”.

                                                     jfonseca@cafepolitico.com