Levantarse una y otra vez
La Iglesia nos pide que al entrar en ella
nos quitemos el sombrero, no la cabeza.
Gilbert Keith Chesterton
Hasta el infinito se han multiplicado las reacciones por la visita del papa Francisco a México.
Para empezar, llaman la atención de los no creyentes, agnósticos, algunos de los cuales luego de los seis días de la gira papal muestran una cierta frustración.
Wishful thinking es la expresión anglosajona que explica tal sentimiento, pues significa pretender que la realidad se adapte a nuestros deseos, a un “debe ser así”. Luego de un tiempo de ensoñación, al no concretarse tal pretensión, sigue el desencanto, la desilusión.
Un sector de la influyente opinión ilustrada muestra tal sentimiento, el cual en algunos se traduce en una crítica a lo que llaman flagrantes violaciones a la separación Iglesia-Estado, vigente desde que se promulgaron las Leyes de Reforma
Tal despropósito llegó al extremo que algunos sostuvieron que “agonizan las leyes de Reforma”. Reflejan su propia versión de fundamentalismo laico, más fundamentalista que quien fuera el apóstol de la Reforma, don Benito Juárez García.
Al Benemérito nadie le acusó de violar la laicidad por su costumbre de atravesar el Zócalo para acudir a las más importantes celebraciones religiosas en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México.
Y está otro sector, el del activismo político, cuya frustración describió mejor don Raúl Trejo Delarbre, la frustración porque los conceptos de las homilías y discursos del papa Francisco no incluyeron las agendas políticas anti Estado.
Como sea, además de que México recibió al jefe del Estado Vaticano, le dio también la bienvenida al Papa, a quien ocho de cada diez mexicanos reconocen como el sucesor de Pedro y cabeza de más de un billón doscientos millones de católicos del mundo.
Los mensajes del papa Francisco, obviamente, tocaron muchas de las problemáticas realidades en que viven los católicos mexicanos, a ellos se dirigieron los mensajes.
El fundamental propósito de su viaje es mover a la jerarquía católica, a los sacerdotes y religiosos para apacentar el rebaño y acompañar a sus feligreses en la esencial tarea de intentar cambiar la realidad.
Dejo la teología a tantas inteligencias, creyentes y no creyentes, más lúcidas que las de este zafio católico de a pie.
De lo que sí estoy convencido es de que ha llegado el momento para que la jerarquía, los sacerdotes y religiosos recuperen la confianza en sus feligreses y así, entre todos, tener el coraje de enfrentar y de intentar cambiar la realidad lacerante que, suavemente, pero sin tapujos, nos mostró el papa Francisco.
Será una larga, penosa y fatigante jornada, pero sólo recordemos que lo importante no es evitar las caídas y tropiezos, lo importante es levantarse una y otra vez. Así de sencillo, así de complicado el reto.
jfonseca@cafepolitico.com
