La excesiva contaminación global se podría convertir en un problema de seguridad internacional en el próximo quinquenio y China encabeza la lista de los países más contaminantes del planeta.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2014, 7 millones de personas murieron —una de cada ocho del total de muertes en el mundo— a consecuencia de la exposición a la contaminación atmosférica, por lo que significa el riesgo para la salud más importante del mundo. Para Ambient Air Pollution de 2014, Pekín se encuentra entre las urbes más contaminadas del planeta junto con las ciudades de la India.

Por si fuera poco, el pasado 1 de diciembre, la prensa internacional informaba que China amanecía —por tercer día consecutivo sin sol— debido a una espesa nube de smog que cubría más de 509 mil kilómetros cuadrados,  una superficie mayor a la de España.
Mientras que el nivel de contaminación fue mayor en casi 27 veces al máximo recomendado por la OMS, el gobierno de este país sólo decretó una alerta naranja, hecho que desencadenó fuertes críticas entre la población.

Quince días después, debido a una fuerte presión social, fueron decretadas las dos primeras alertas máximas —la alerta roja— en toda la historia de China, cuyas medidas fueron: suspender las obras de construcción, recomendar el cierre de los colegios, prohibir el tráfico de vehículos pesados y restringir el de los vehículos privados, cancelar actividades recreativas en el exterior y recomendar limitar al máximo las salidas al exterior, además de instar a los peatones a usar mascarillas.

Las cifras vertidas por la prensa internacional también eran alarmantes pues el número de personas que mueren al año en China por enfermedades derivadas de la contaminación oscila entre los 400 mil y los 1.6 millones de personas. Tan sólo en 2012 la polución provocó 670 mil muertes prematuras.

Mientras el país asiático sufre la peor crisis ambiental de su historia, en la conferencia sobre el clima en París (COP 21), China se comprometió a reducir en un 60% sus emisiones contaminantes de carbón antes de 2020, lo que representa un esfuerzo muy importante —pero insuficiente— ante la magnitud del problema.

En el debate internacional para algunos expertos las emisiones de carbón del gigante asiático son una prioridad mundial que debe atenderse a la brevedad, mientras que para los más críticos, el compromiso chino fue interpretado como un intento del gobierno para calmar a su población irritada y no tanto una muestra de buena voluntad.

Estos cuestionamientos son muestra de que el país asiático ha perdido toda credibilidad internacional. Paradójicamente, desde 1997 con la firma del protocolo de Kyoto sobre contaminación, China es un referente mundial de la polución.

Desde una visión prospectiva, el gigante asiático debe afrontar el reto y dar sus primeros resultados más allá de los Juegos Olímpicos en 2022, pues su impacto atenta contra la seguridad humana y es visible ya desde el espacio.

*Consultor político y profesor de la FCPyS, UNAM.

@mperezwong