Dilma Rousseff se queda cada día más sola. La puñalada final la ha recibido del partido que la presumió y la llevó a todo lo alto, engolosinado por el poder alcanzado luego del periodo de gobierno de Luis Inácio Lula Da Silva.

La todavía presidenta, por lo menos en el nombre, de Brasil, deberán seguir en su caída en el total abandono político y a la merced de los legisladores que insisten en la destitución perlamentaria de la jefa de gobierno.

Es un hecho que el Partido do Movimento Democrático de Brasil dejará sola a su todavía presidenta y al aceptar públicamente su cambio de opinión, permitirá a sus diputados afiliados votar libremente, y seguramente en contra, de Rousseff.

De concretarse tales acuerdos, la estancia de Dilma en los cuernos de la luna brasileña parecer cada día más corta, a tener contra sí a casi 70 diputados.

En medios brasileños se comenta cómo el Partido Do Movimento Democrático presiona a que los siete ministros adheridos, renuncien a sus respectivos cargos, con el fin de dejar el camino libre al vicepresidente Michel Temer, quien, en teoría, tendría que asumir las riendas del gobierno en caso de que se cumpla la amenaza y Dilma sea destituida.

El partido que se presume democrático quiere cuidar sus pocas cuentas de cara al relevo presidencial que en pocos años deberá realizarse vía elecciones.

El camino trazado por ese partido parece rendir frutos; ya algunos funcionarios de primer nivel han comenzado a rendirse. Temer es uno de los que jura que el mejor camino para su nación es el retiro obligado de la todavía presidenta y no quiere ceder so pena de perder ese poco tiempo que podría tener como Jefe del Ejecutivo.

Los cercanos a Dilma Rousseff cuentan que anda triste, cabizbaja y hasta resignada a su inminente destino. 

El único que pareciera sigue apoyándole es Lula, quien cabildea en inútiles esfuerzos porque la presidenta no pierda poder y alcance.

El castillo de Dilma se desmorona de a poco; aliados políticos se retraen y abonan al resquebrajamiento presidencial; el gobierno ya no tiene más aliados que aquellos que se apuntan para la sucesión obligada por la destitución parlamentaria. Al tiempo.