Cabeza fría para combatir la corrupción
La ira es como el fuego; sólo se puede apagar
al primer chispazo. Después es tarde.
Giovanni Papini
Como bien lo dijo el editorial de Siempre! la semana pasada, es un clamor nacional el combate a la corrupción, por la salud moral de la sociedad mexicana.
No estoy tan seguro de que sea discutible que es un asunto cultural, pero también que es el momento de hacer algo para llevar no sólo a la vida pública sino a toda la sociedad los valores de la honradez, de la honorabilidad y la integridad personal.
Las iniciativas de las leyes reglamentarias del sistema anticorrupción que están a consideración del Senado deben tener esa finalidad.
Ya no están solas las bancadas de senadores en estas discusiones y negociaciones, por decisión de los legisladores han incorporado a diversos representantes de organizaciones de la sociedad civil, cuya finalidad ha sido buscar la transparencia y la rendición de cuentas.
A nadie debe escandalizar que los senadores panistas y perredistas hayan anunciado espectacularmente que han formado una alianza para impulsar la aprobación de las leyes reglamentarias anticorrupción.
Tampoco que aprovechen el acompañamiento de los activistas de la transparencia y rendición de cuentas para impulsar una fiscalía anticorrupción autónoma, cuyo titular sería elegido por el Senado en votación calificada.
Explicables maniobras legislativas, mediante las cuales se acota el Poder Ejecutivo apoyados en las tesis de las ONG, a quienes les ofrecen el incentivo de que quienes formen parte de los organismos anticorrupción “tengan experiencia en asuntos de transparencia y rendición de cuentas”. No buscarán muy lejos, obviamente.
Como sea, lo preocupante es la ira que parece haberse generalizado en el ánimo de muchos de quienes decidirán cómo serán los organismos anticorrupción.
Insistimos: soslayar el combate a la corrupción sería una suerte de suicidio nacional, pero es una tarea que exige la cabeza fría.
Una labor tan trascendente como la creación de los organismos anticorrupción no pueden enfrentarla ni los senadores ni las ONG que participan en el proceso cuando algunos, con razón, están tan indignados.
Corremos el riesgo que la batalla contra la corrupción, en lugar de crear un marco legal que, sí, la combata, pero también que la prevenga, vayamos a crear una burda copia de los comités de salud pública de la Revolución Francesa o una versión moderna de los más sanguinarios inquisidores.
jfonseca@cafepolitico.com