No cabe duda que el currículum de Javier Duarte de Ochoa, actual gobernador del estado de Veracruz y militante del PRI, es bastante amplio. Entre sus habilidades más destacadas, se encuentran dejar a un estado marcado por la violencia y la pobreza, llevar a cabo acciones de represión en contra de la población civil, y aumentar la deuda estatal.
Durante su gestión disminuyó ligeramente la cantidad de población en condiciones de pobreza, de 1 millón 590 mil a 1 millón 236 mil, para luego tener un 58% de la población de la entidad en esas condiciones. También se presume que llevó a cabo un desfalco de miles de millones de pesos, al existir irregularidades en la cuenta pública del estado.
El mundo del periodismo, también sufrió los embates de su gobierno. Desde el año 2011, fueron asesinados 14 integrantes del medio. El más reciente ocurrió en la colonia Narvarte del Distrito Federal. Antes de morir, Rubén Espinosa Becerril, hizo público que el gobierno de Duarte lo había ya amenazado de muerte y lo mantenía bajo minuciosa vigilancia.
El más reciente botón de muestra, que deja ver la violencia e inseguridad que se vive en el estado de Duarte, es el ya sonado caso de “Los Porkys”. Cuatro jóvenes, hijos de empresarios y miembros influyentes de la élite veracruzana, participaron en la violación de Daphne, entonces menor de edad, el año pasado.
Las acusaciones en torno a Duarte son numerosas, y cada vez se descubren más actividades que lo dejan muy mal parado. Las próximas elecciones, mismas que se celebrarán el mes de junio, tienen como candidato a Miguel Ángel Yunes Linares, candidato por la alianza PAN-PRD, antes militante del PRI. Con los comicios electorales en puerta, numerosas acusaciones han comenzado ya a contribuir a formar una mala imagen pública del contendiente.
A Yunes Linares se le imputan actos de represión cuando ejerció el cargo de secretario de Gobernación, probable enriquecimiento ilícito por miles de millones pesos, y desvíos millonarios en el ISSSTE, cuando fungió como director general durante el sexenio de Felipe Calderón. La acusación más reciente, es estar involucrado en la compra de una propiedad neoyorquina, con un costo cercano a los 60 mdd, junto con su hijo Omar Yunes Márquez.
La respuesta del contendiente al respecto: se trata de información falsa filtrada por Televisa y Univisión, que forma parte de una campaña mediática, dirigida por los gobiernos federal y veracruzano. Asegura que Televisa le negó el derecho de réplica, lo cual “viola el artículo 6 Constitucional”. Además, ha existido un fuego cruzado con el actual gobernador: se acusan de lavado de dinero, malversación de fondos y tráfico de influencias.
Yunes asegura que es honesto, intachable y futuro ganador del proceso electoral en su estado. El PRI lo acusa de no querer rendir cuentas a los veracruzanos y a la PGR, ya que su defensa a la información filtrada por las televisoras, fue presentada ante la Cámara de Diputados. Asimismo, esta relación con su hijo, hace dudar aún más de la honestidad del candidato. Omar Yunes figura en las listas de los Panama Papers, y se le acusa de establecer empresas offshore en paraísos fiscales, con el fin de evadir las leyes mexicanas, y colocar grandes sumas de dinero alrededor del mundo.
El año pasado el ahora candidato, su esposa y sus dos hijos, fueron objeto de una investigación por parte de la PGR, en relación con los bienes inmuebles de su propiedad. Dicha búsqueda fue parte de una investigación, en la que se presumía Yunes Linares era culpable de enriquecimiento ilícito y peculado.
Los antecedentes de ambos candidatos, ponen en duda la existencia de una verdadera alternancia. La consecuencia inmediata, es la incertidumbre y falta de confianza en el electorado, además de cuestionar la existencia de un nombre en las boletas, que en verdad represente sus intereses y pueda representar un agente que mejore la situación estatal. La pregunta que deben estarse haciendo en estos momentos es: ¿en verdad tenemos oportunidad de elegir al mejor candidato, o simplemente podemos elegir al menos malo?
Pueden esperarse una serie de esfuerzos, por parte de todos los contendientes, para aminorar el impacto que las declaraciones en su contra han tenido. Desviar la atención hacia las faltas cometidas por sus oponentes, parece ser la mejor estrategia hasta el momento. El punto aquí es influir en la percepción del electorado, y disfrazar de verdadera alternancia, lo que parece ser más de lo mismo.
