El negocio de un gobierno
Hace unos días, en la mina Hércules, de Coahuila, se realizó un recuento para establecer si los trabajadores decidían permanecer en el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos, Siderúrgicos y Similares de la República Mexicana (SNTMMSSRM), o bien, si optaban por pasarse al llamado Sindicato Nacional “Democrático” de Mineros, etc., etc., criatura ultracharra hija del gobierno de Vicente Fox y de los empresarios del ramo.
Pese a la presencia de los pistoleros del sindicato charro y la intervención de empleados de confianza de la empresa, como era de esperarse, triunfaron los trabajadores del SNTMMSSRM que dirige Napoleón Gómez Urrutia, un líder al que la persecución gubernamental y las triquiñuelas empresariales han acabado por convertir en un héroe, pues se le mantiene en un exilio obligado.
La victoria de los trabajadores de la mina Hércules fue una especie de homenaje a la gesta de los obreros de la Siderúrgica Lázaro Cárdenas Las Truchas (Sicartsa), quienes hace diez años, el 20 de abril, rechazaron la intentona de desalojarlos a sangre y fuego de su centro de trabajo, lo que costó la vida a dos obreros, heridas de bala a 21 y 33 lesionados en una batalla que se prolongó por más de cuatro horas.
El proceso se inició en el mes de febrero de 2006, cuando la Secretaría “del Trabajo”, con Francisco Javier Salazar al frente —el mismo que propició el crimen de Pasta de Conchos—, pretendió desconocer la representación del sindicato dirigido por Gómez Urrutia para entregársela, envuelta para regalo, a un tal Elías Morales, un esquirol apodado el Sope a quien los auténticos trabajadores ven como mero agente del empresario Germán Larrea.
Salazar y el Sope creyeron que el asunto sería fácil y mandaron a 300 golpeadores a tomar por asalto el local del sindicato, pero no contaban con la determinación de los trabajadores, que repelieron con valiente determinación a aquella banda de criminales. Luego, las autoridades congelaron las cuentas bancarias del sindicato (aunque esa pelea también la ganaron los trabajadores en tribunales, Felipe Calderón volvió a congelar las cuentas).
El gobierno federal panista y la patronal decidieron vengarse y, dos meses después del primer enfrentamiento, para romper el paro que mantenían los obreros desde el 2 de abril, mandaron a 400 efectivos de la Policía Federal Preventiva y 500 elementos de la policía estatal con la misión de desalojar a los trabajadores y detener a sus líderes. El entonces gobernador de Michoacán, Lázaro Cárdenas Batel, antes del operativo manifestó su oposición a que se usaran armas de fuego, pero estuvo de acuerdo con participar en la represión de los obreros.
Desalojo y captura eran ilegales pues no existía orden de juez, de modo que la razón jurídica asistía a los trabajadores, quienes mostraron una organización y valentía que les permitieron resistir el ataque durante cuatro horas empleando trascavos y otros vehículos pesados o valiéndose de piedras y bolas de acero para repeler la agresión. Pese a todo, hubo un momento en que la batalla parecía perdida para los obreros, pero después de tres horas llegaron en su auxilio los trabajadores de Mittel que pararon labores para auxiliar a sus hermanos de clase, mientras fuera de la planta las familias de los paristas y en general el pueblo de Lázaro Cárdenas —hombres, mujeres, niños y ancianos— se sumó a la resistencia.
A las 12 del día, los federales y los policías michoacanos, cabalmente derrotados, salieron corriendo. El intento gubernamental de dar un charrazo en Sicartsa había fracasado. La determinación de los trabajadores y la solidaridad de clase de sus colegas de Mittel, lo mismo que la resuelta participación popular hicieron fracasar la siniestra maniobra, pero ni así aprovechó Vicente Fox la oportunidad de quedarse callado: su incontrolable lengua salió a declarar que había una orden de desalojo de la Junta Federal, cuando lo cierto era que ésta se limitó a decir que no había emplazamiento a huelga, y nada más.
La misma noche fueron velados Héctor Álvarez Gómez y Mario Alberto Castillo Rodríguez, los dos obreros asesinados por la fuerza pública, y al día siguiente un cortejo multitudinario los acompañó hasta el panteón en medio de un duelo conmovedor y combativo. En agosto, después de 141 días de suspensión de labores, sindicato y patrones acordaron 44 por ciento de aumento salarial, indemnización de las víctimas y, por cuenta de la parte empresarial, la construcción de una plaza en memoria de los asesinados.
La batalla proletaria del 20 de abril de 2006, cuando Vicente Fox y la patronal fueron derrotados en toda la línea, deja varias lecciones, pero la principal es que resulta mal negocio para un gobierno convertirse en enemigo de los trabajadores. Los obreros conscientes defienden su organización sindical porque es su única defensa y nadie más que ellos debe decidir quién ha de ser su líder. Ojalá se entienda.


