Un PAN sospechoso/II y última
Comentábamos que el Fisgón en su libro La raíz nazi del PAN viene a darnos una visión muy sugerente y crítica de lo que llamaríamos el lado oscuro de este partido. Partido que oscila entre el centro derecha y la derecha pero, al parecer, sin perder una compostura democrática. Sin embargo, el Fisgón apunta que en sus orígenes y esencia ha estado siempre presente la tentación de la extrema derecha. Un partido católico pero que en momentos se torna fundamentalista, democrático pero que es atraído por el pensamiento más reaccionario del siglo XX.
Aparecido en 1939, el PAN es abiertamente anticardenista, es decir anti Revolución Mexicana pero justamente en esa época en Europa triunfa el nazismo alemán y el nacional catolicismo falangista español, mientras que en Francia prospera la Acción Francesa, el partido de Charles Maurras, que sería precursor de Acción Nacional.
Y el Fisgón se saca de la manga un periódico que se publicó de 1938 a 1942, es decir en plena expansión nazi y triunfo franquista en donde van a colaborar importantes intelectuales, y sobre todo el fundador del PAN, Manuel Gómez Morin. Este periódico llamado La Reacción tiene colaboradores como Aquiles Elorduy, Alfonso Junco y, sorprendentemente, al Dr. Atl. Este periódico respiraba simpatía por Hitler y por Franco y compartía el pensamiento resentido, trágico, de José Vasconcelos cuyo brillante pasado en la Revolución se había transformado en un rencor reaccionario. Es la época también de Jesús Guisa y Azevedo, aquel pintoresco filósofo que escribió Hispanidad y germanismo.
Este joven PAN ultraderechista, antiamericano, que esperó en vano la victoria del Eje se transformó después en lo que conocemos por largos años, un partido de oposición que no aspiraba al poder sino a ser un contrapeso moral del sistema, hasta que los bárbaros del norte lo convirtieron en un partido que llega al poder en 2000 con Fox, que ni en sueños fue un führer mexicano sino un buen vendedor de coca colas. Sin embargo, Calderón era notoriamente amigo de la derecha española de Aznar y de Rajoy, y un devoto católico, al menos cuando estaba sobrio, es decir que en él revive algo del espíritu inicial de Acción Nacional.
Del panismo actual mejor ni hablo porque su mediocridad está en boca de todos. Pero el libro del Fisgón, que algunos académicos juzgarán ligero, nos hace recordar que en este país hay una eterna derecha que si pudiera se convertiría en una extrema derecha delirante, fundamentalista. Un vector de beatería, de hispanismo, de admiración por un santo autoritarismo y un rechazo visceral a la tradición Independencia-Reforma-Revolución- Estado de bienestar-Indigenismo, etcétera. Un México contra otro México.
Una característica del PAN desde sus principios ha sido el de ser un partido de abogados empresariales ligados en su momento a las compañías petroleras extranjeras y, posteriormente, al mundo de los negocios. Una especie de huarache del Partido Republicano yanqui, y bastaría señalar la personalidad de Diego Fernández de Ceballos, que ha sido un exitosísimo abogado y fallido vocero de la moral panista; el jefe Diego representaría un panismo neoliberal muy lejano del que nos describe el Fisgón.
Y habría que anotar que el PAN nunca ha acudido a la violencia, la que en todo caso dejaba a los anarquistas o a grupos como el Yunque o a los Tecos; es decir, siempre fue un partido bien portado y cubierto con el manto sagrado de la democracia. El PAN, en suma, es una linda curiosidad mexicana, y como mexicano, adicto a todas las ambigüedades y a todas las incongruencias. Ni modo, así somos.
