EDITORIAL
Los estudiantes de las vocacionales del Instituto Politécnico Nacional no tienen el menor interés en levantar el paro.
No lo tienen porque sus demandas poco o nada tienen que ver con problemas relacionados con la educación, y sí mucho con asuntos políticos externos manejados desde el partido Morena de Andrés Manuel López Obrador y la Coordinadora Nacional de la Educación (CNTE).
A diferencia del movimiento estudiantil de 2014 que derivó en la renuncia de la directora del IPN, Yoloxóchitl Bustamante, cuando las demandas —injustas o no— eran muy concretas, en esta ocasión los reclamos son nebulosos y carentes de sustento.
Hasta hoy, los líderes de las 15 vocacionales en paro no se han puesto de acuerdo ni en las razones del paro ni en un listado consensuado de exigencias. Lo que demuestra a todas luces que el movimiento es improvisado, manejado desde afuera, y que el objetivo tanto de Morena como de la CNTE es utilizar el Politécnico como instrumento de presión contra el gobierno.
¿Por qué o para qué? Muy fácil. Estamos, queridos lectores, a menos de un mes de que haya elecciones. Se trata de los comicios más importantes para López Obrador y su partido.
Mientras PRI, PAN y PRD buscan ganar el mayor número de gubernaturas para llegar con ventaja electoral al proceso presidencial de 2018, Morena persigue la posibilidad de contar con una gubernatura que le permita financiar su sueño dorado: convertir al “profeta tabasqueño” en presidente de la república.
López Obrador, en el más vulgar de los términos, lo que necesita es dinero. Las prerrogativas que por ley le entrega el INE a Morena no son suficientes para patrocinar el proyecto político más caro de México: la silla presidencial.
¿Cuánto cuesta una campaña a la Presidencia de la República dentro de un sistema político electoral como el mexicano? ¿Cuatro, cinco mil millones de pesos, según algunas cifras recogidas del proceso 2012?
López Obrador siempre utilizó —desde que Manuel Camacho fue regente del Distrito Federal— los recursos públicos de la capital del país para financiar sus aventuras proselitistas, comprar simpatizantes, financiar grupos de choque y de presión. Lo hizo sobre todo cuando fue jefe de Gobierno y lo siguió haciendo durante la administración de Marcelo Ebrard.
Sin embargo, con Miguel Ángel Mancera, las cosas cambiaron. El “chorro” de billetes se convirtió en un simple goteo que no le sirve para convertirse en dictador de todos los mexicanos.
López Obrador, seguramente con el asesoramiento de la CNTE, decidió utilizar el Politécnico para tratar de conseguir lo que necesita: una gubernatura. Y Zacatecas es la posición más viable de conseguir por las buenas, por las malas… o como sea.
De acuerdo con las más recientes encuestas, David Monreal, el candidato resucitado de Morena, ha bajado en las preferencias y se encuentra prácticamente en un empate técnico con el candidato del PRI a la gubernatura, el senador Alejandro Tello.
Esto debe tener muy preocupado al “profeta.” De tal manera que así como presionó para que el Instituto Nacional Electoral le regresara el registro a su candidato Monreal, acusado de no informar a la autoridad electoral sobre los gastos de precampaña que había hecho en Zacatecas, hoy utiliza el IPN para lanzar al gobierno la siguiente advertencia: “Si tú no me dejas ganar Zacatecas, yo te desestabilizo el país a través del Instituto Politécnico Nacional”.
La amenaza no es menor, sobre todo porque ha subido a su “carro de guerra” a las hordas de la CNTE, especialmente a los agitadores de la sección 22 de Oaxaca que no saben qué hacer para que el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, les regrese las cuotas sindicales que robaban al magisterio.
Para decirlo con más simpleza: López Obrador se ha aliado a quienes durante décadas vivieron de extorsionar a maestros y padres de familia, a quienes cobraban como maestros sin dar clases, a quienes utilizaban los recursos sindicales para alimentar sus cuentas bancarias, sus movimientos políticos y nunca para mejorar las condiciones de los estudiantes y las escuelas más pobres.
Bueno, pues ésos son los aliados de este incansable y eterno autoungido candidato a la Presidencia de la República que, como buen cristiano —si no es que como Cristo mismo resucitado—, hace un llamado desde su último spot a “no mentir”, “no traicionar”, “no robar”, cuando él en este momento, infiltrado en el Poli, se dedica a arrebatar a los estudiantes más pobres de México el derecho a estudiar.



