Hace un siglo se firmó un acuerdo secreto entre Gran Bretaña y Francia. Fue conocido como el Acuerdo Sykes-Picot, el cual se realizó de manera secreta entre Londres y París y significó el reparto de Medio Oriente tras la caída del Imperio Otomano. El pacto establecía las esferas de influencia que ambas potencias tendrían en la región y fue ratificado con el consentimiento de Rusia el 23 de mayo de 1916. Eran los tiempos más álgidos de la Primera Guerra Mundial en los que la alianza Triple Entente y la Potencias Centrales lideradas por Alemania y el Imperio Austrohúngaro no conseguían definir la guerra y decidieron hacer una serie de acuerdos para cambiar la balanza en su favor. El bloque franco-británico gestionó el levantamiento árabe contra los otomanos y prometió a quienes lo apoyaran, la entrega de tierras (Siria, Irak, Líbano y Palestina) una vez que estos fueran derrotados. Tras el fin de la Gran Guerra, la Triple Entente no respetó sus promesas, por lo que Francia y Gran Bretaña procedieron a dividirse los territorios de Medio Oriente, bajo la sombra de la entonces naciente Sociedad de Naciones, antecesora de las Naciones Unidas. El acuerdo tomó el nombre de los dos negociadores Sir Mark Sykes y George Picot.
Ha pasado un siglo desde entonces y la situación prevaleciente en Medio Oriente es como si fuera la segunda parte de la Primera Guerra Mundial, pues esas mismas potencias, a saber, Francia y Gran Bretaña están en la mira de un grupo islamista autodenominado Estado Islámico, que exige la liberación de Siria, Líbano, Irak y Palestina, tal y como lo habían establecido durante la primera gran conflagración.
El EI busca ahora recuperar lo que en ese entonces se le prometió y jamás se le cumplió a los árabes. El panorama estratégico es precisamente el mismo que prevalecía en 1916, incluso ahora con la presencia de Rusia como aliado del gobierno sirio. Estamos viendo la secuencia de la Primera Guerra Mundial en el frente de Asia Menor, donde el rencor y la decepción contra las potencias occidentales se han revertido en una nueva tendencia islamista que busca regresar a Europa, algo del daño que le han infligido durante décadas. El Estado Islámico no quiere negociar nada con Occidente, pues tiene los ojos puestos en concretar su dominio en Europa, es por ello que los ataques terroristas ocurridos contra la revista Charlie Hebdo y en noviembre del 2015, tuvieron como blanco a París y Bélgica, este último por ser la sede política y militar de la Unión Europea.
Su intención, constantemente repetida, es lograr la musulmanización de la Europa hereje y consolidar el califato al estilo abasí de la era dorada del Islam que duró cinco siglos, hasta la toma de Bagdad a manos de los mongoles en 1258. De hecho, las banderas de las fuerzas islamistas del EI son negras, en alusión a las vestimentas de los cortesanos abasíes del siglo XVIII. También se basa en el califato del periodo otomano bajo la dinastía Osmán que duró más de 400 años, éste último fue abolido en 1924 por Kemal Ataturk, a quien se considera como el fundador de la actual Turquía. Ataturk lo hizo pensando que la creación de un estado secular era lo más conveniente para salvar lo que quedaba del país, tras la derrota en la Primera Guerra Mundial.
La idea ha empezado a tomar forma, luego que esta semana se retomara el interés por una novela llamada Sumisión, la cual muestra a una sociedad practicante del Islam en pleno suelo francés para el año 2022. En esta obra futurista de Michel Houellebecq presenta una visión diametralmente diferente de la Europa que hasta ahora hemos conocido, basada más en el laicismo y las libertades individuales. El autor nos muestra a un político musulmán que logra la presidencia de Francia e impone una serie de medidas que convierten al país de la Libertad, Fraternidad y Legalidad en un importante bastión islámico.
Por si fuera poco, esta situación se vio reforzada aún más por la elección de Sadiq Khan como alcalde de Londres, una de las capitales más importantes de Europa y, nada raro, pero también uno de los países que se repartieron Medio Oriente en la Primera Guerra Mundial, desconociendo las promesas hechas a los árabes de ese entonces que apoyaron la rebeldía contra el Imperio Otomano.
Mayor extensión
Pero la idea del califato no se queda sólo en Europa, sino que busca expandirse hacia países de Asia central como Paquistán (recientemente se perpetró un atentado en la ciudad de Lahore, que costó la vida a más de 50 personas, en su mayoría mujeres y niños), el Cáucaso (Chechenia) y el sureste asiático, donde cuenta con la simpatía de otras agrupaciones islamistas en Tailandia, Filipinas Singapur e Indonesia, países que también han tenido problemas con organizaciones de esa tendencia.