Lo que sucede en Venezuela no debe permitirse. Las imágenes que han dado la vuelta en el ciberespacio, que retratan las condiciones en que se encuentran los hospitales de esa nación, exigen la intervención inmediata de los organismos internacionales de salud.
El sistema de salud en Venezuela ha colapsado, no sólo no hay medicamentos o equipos en condiciones de ser operados; las propias condiciones de los inmuebles evidencian la falta de mantenimiento.
Áreas de emergencia, sucias, paredes roídas, descarapeladas. Pacientes en cuyas camas destacan los envases de refresco o cloro, que son utilizados como contrapeso.
Lo peor de todo esto, son las muertes que se vienen registrando a partir de la falta de atención médica adecuada; en una sola mañana, tres recién nacidos perdieron la vida en uno de los nosocomios venezolanos.
Venezuela no sólo enfrenta la crisis derivada del tema energético; la República Bolivariana se cae a pedazos ante el embate de un gobierno represivo y en constante conflicto, cuyo presidente, sin mayor explicación, anunció la modificación del huso horario en el país desde el primero de mayo como “una forma para ahorrar energía ante la crisis eléctrica”.
Y a eso se suman la escasez de antibióticos, soluciones intravenosas y alimentos; no hay guantes ni jabón y los apagones eléctricos extendidos a lo largo y ancho de sus ciudades; tampoco hay tanques de oxígeno, y las máquinas de diálisis y rayos “x” están descompuestas.
Medios internacionales dan cuenta de cómo uno de los un apagones eléctricos dejó sin funcionar los respiradores de la sala de maternidad en un nosocomio de Caracas, relata la reportera que “durante horas los médicos mantuvieron vivos a los recién nacidos enfermos bombeando manualmente aire en sus pulmones. Al caer la noche, cuatro más habían fallecido”.
La tasa de mortalidad en recién nacidos, aumentó más de 100 veces; lo mismo sucede con las estadísticas de los decesos de nuevas madres, que incrementó casi cinco veces más;
Nicolás Maduro declaró el estado de emergencia. Pero sus acciones se han quedado, hasta ahora, en eso: meras declaraciones y medidas restrictivas que sólo redundan en la crisis de las crisis, sin aceptar el riesgo en que se encuentra su propio gobierno de colapsar.
Pareciera que la nación bolivariana va en retroceso con salas de operaciones llenas de sangre vieja, ante la imposibilidad de lavarlas; una incongruencia total cuando ese país puede presumir sin problemas que tiene las mayores reservas petroleras y hoy eso, no le sirve absolutamente de nada.
Las medidas de Nicolás Maduro sumen cada vez más a Venezuela en el pozo de la desesperación y el colapso.
Insistir en que la crisis social que se gesta en la República Bolivariana ya inició en distintos puntos de esa nación, no está de más; la gente, impotente, reacciona como puede a las restricciones del gobierno que fincó en el espíritu de la revolución el eslogan traidor de la democracia.
En Venezuela la democracia muere junto con decenas de venezolanos a los que se les ha restringido todo: salud, alimentación, educación, trabajo. Todo. Pero eso, a su presidente, parece no importarle.