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Se atisba un futuro que, para bien o para mal, bien puede ser muy distinto a la realidad de 2016.
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Elecciones 2016
Algunas cosas del pasado desaparecieron, pero otras abren
una brecha al futuro y son las que quiero rescatar.
Mario Bennedeti
“La democracia como legalidad y ejercicio estuvo allí”. Ésa fue la descripción hecha de las elecciones del pasado domingo por Federico Reyes Heroles, en uno de los pocos análisis serenos, un oasis en medio de las innumerables agendas ocultas en tantas, interesadas y sesgadas conclusiones difundidas en los medios.
Muchas de esas agendas son espejo fiel del descontento en algunos sectores económicos, dispuestos a ejercer su constitucional derecho a influir en ajustes a las políticas públicas que les interesan.
Igual que tantos espacios en los medios ejercen su constitucional derecho a la libertad de expresión y asumen posiciones críticas del gobierno peñista, no todas ponderadas.
Hay otros casos de quienes, a la vista de los resultados de las elecciones del pasado domingo, en las cuales tuvo el PAN un impresionantes triunfo, simplemente matizan sus posiciones para adecuarse a lo que pudiera venir.
Al final del día, hay una rica pluralidad de voces que se expresan libremente y libremente persiguen sus particulares objetivos, sean políticos, económicos o puramente personales.
Los resultados electorales, igual que la diversidad de voces y de interpretaciones, son reflejo de una democracia vital, una en que, a pesar de las descalificaciones es más vigorosa de lo que suponen quienes construyen la narrativa del desencanto democrático.
La parte de esa narrativa que derrumbaron los resultados electorales es aquélla de que se construye un régimen político nacional similar al del siglo pasado.
Se derrumba la narrativa porque ignora los cambios ocurridos en este sexenio y el último tramo del sexenio calderonista. El México de 2016 no se parece ni siquiera al de hace 10 años. Muchas cosas han desaparecido y se atisba un futuro que, para bien o para mal, bien puede ser muy distinto a la realidad de 2016.
La narrativa del autoritarismo la derrumbaron los resultados electorales, pues de las doce gubernaturas en disputa en ocho de ellas hubo alternancia.
Aunque estoy en desacuerdo con quienes dicen que nuestra democracia apenas está en construcción, porque la democracia per se nunca es obra terminada, debemos reconocer que los ciudadanos y ciudadanas que votaron el pasado domingo nos mostraron a todos que es una democracia que, con sus fallas, goza de cabal salud.
O quizá simplemente me apego a la frase de Churchill: “Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad; un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”.
jfonseca@cafepolitico.com