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Parece que todo el mundo, excepto la misma Iglesia, está al tanto de las consecuencias que su pronunciamiento puede acarrear.
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Discurso de odio contra la diversidad sexual
Por Alejandro San Germán
El pronunciamiento de la Iglesia católica sobre la iniciativa del Ejecutivo para legalizar la unión entre parejas del mismo sexo es contundente: se opone. Está en contra porque así está escrito en el libro que señala los parámetros que deben seguirse de acuerdo con los designios de Dios; bien pudieron haber escogido El Quijote de Cervantes para tomarlo como verdad absoluta. Hubiera dado lo mismo, porque se toman como verdades universales e imperecederas palabras totalmente descontextualizadas.
Pilares de arena
Ni siquiera la ciencia puede hacerlo; cada día se realizan descubrimientos que modifican sus postulados. Y si eso sucede en la naturaleza, es mucho más evidente en el mundo de lo social; los individuos cambian conforme transcurre el tiempo. Su perspectiva, valores y motivaciones obedecen a las modificaciones que experimentan y lo que aprehenden de su entorno, de ahí también el choque entre las posturas a favor y aquéllas que se oponen.

El cardenal Norberto Rivera durante la ceremonia Foto: Agencia EL UNIVERSAL/Agustín Salinas/RCC
Lo que debe tenerse muy en claro es que la postura eclesiástica se sostiene sobre pilares de arena; no existe un argumento sólido que pueda contribuir a comprender su punto de vista. Y de tener alguno, llega a ser tan ridículo como afirmar que los homosexuales “son adictos al sexo y se inclinan hacia un estilo de vida promiscuo”, como lo hizo la Arquidiócesis de México. ¿Desde cuándo la heterosexualidad está exenta de ambas cosas? Todo apunta a ser un asunto personal porque contradice sus principios fundamentales.
Parece que todo el mundo, excepto la misma Iglesia, está al tanto de las consecuencias que su pronunciamiento puede acarrear. Sea de manera directa o indirecta, al ser una figura de autoridad, sirve de guía y contribuye al recelo y el odio injustificado hacia las personas con diferentes preferencias sexuales. 5
De acuerdo con Gloria Careaga, investigadora del Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM, México ocupa el segundo lugar mundial en crímenes por homofobia. Aunado a ello, la Comisión Ciudadana contra Crímenes de Odio por Homofobia asegura que entre 1995 y 2013 fueron asesinadas en México 877 personas pertenecientes a la comunidad lésbico, gay, bisexual y transgénero.
Son la ignorancia y los prejuicios los principales males que la rodean. Prueba de ello es que hasta hace 26 años, la Organización Mundial de la Salud consideraba la homosexualidad una enfermedad “curable”. No hay que perder de vista que sus miembros también son objeto de agresiones de tipo emocional, que pueden llevar al suicidio. El caso de Sergio Alonso, un joven sonorense de 14 años que estudiaba la secundaria, abordado por el columnista Ricardo Baruch en el sitio animalpolitico.com es un testimonio de la realidad que viven desde la juventud.
Es aquí en donde se evidencian las fallas estructurales en la educación que se recibe, tanto en el hogar como en las escuelas y en la Iglesia. Estos tres recintos cimientan las bases para la formación de la población mexicana, y tienen la misma importancia y responsabilidad en el problema de la intolerancia que existe.
Sin duda, la historia y las actitudes adoptadas como colonia tienen un gran peso, pero también es una realidad que no se puede tratar a la sociedad como algo estático, que se comporta como lo hace sólo porque sí.
Orlando… crimen de odio
Lo ocurrido en la ciudad de Orlando, Florida, en donde se asesinaron a 49 miembros de la comunidad gay y se hirieron a otros 53, muestra hasta dónde puede llegar la intolerancia y la rabia hacia las “minorías”. Si bien se presume que Omar Seddique Mateen, un hombre señalado como miembro de la misma comunidad, “juró su lealtad al grupo Estado Islámico”, no se ha comprobado su pertenencia a alguna organización terrorista para perpetrar el ataque. De cualquier forma, se trataría de un crimen de odio perpetrado por una orden superior, con un matiz religioso.
Se trataba de un grupo concentrado en un lugar en donde, por mutuo acuerdo, convivían bajo sus propias reglas y dinámicas. La propia existencia de clubes como el Pulse es testimonio de la segregación que enfrentan los integrantes de la comunidad ésbico, gay, bisexual y transgénero; es ésta la que los ha llevado a buscar espacios en donde puedan concurrir para convivir sin atadura alguna, y también es un excelente ejemplo de cómo el mercado la explota con fines de lucro.
Podría pensarse que lo ocurrido en Florida, un ataque sin fundamento racional, es una realidad lejana; el comentario emitido por el exfuncionario de la Secretaría de Desarrollo e Integración Social del Estado de Jalisco, José de Jesús Manzo Corona, demuestra lo contrario. A través de su cuenta de Facebook, publicó: “lástima que fueron 50 y no 100”, respecto a lo sucedido en el club. ¿Qué argumentos tenía para realizar tal declaración?
Si bien es cierto que la forma de pensar no puede modificarse en unos cuantos años, también es una realidad que se está dando un cambio y, como es natural, existe un sector que se resiste a ello. El valor que tienen las numerosas protestas y denuncias realizadas por ataques en contra de la comunidad lésbico, gay, bisexual y transgénero radica en poner sobre el mapa una situación a la que muchos prefieren dar la espalda o pretenden que no existe, porque creen que no les afecta directamente.
Elecciones del 5 de junio
Mientras la Iglesia se empecina en no reconocer el derecho, en toda la extensión de la palabra, a la diversidad sexual, es responsabilidad de las autoridades y la sociedad civil erradicar los brotes de violencia que de ello se derivan, y sobre todo apostar a su prevención en futuras generaciones. No solamente se trata de hablar acerca de la diversidad, sino también de la indiscutible necesidad de ser tolerante y respetuoso, y sobre todo, concientizar sobre los alcances que los actos de intolerancia pueden tener.
Y si la Iglesia en verdad se preocupa por los homosexuales, si ella “sufre cuando ellos sufren”, ¿por qué sostener una postura que refuerza el rechazo y propicia actitudes negativas hacia ellos? Los señala como responsables de la mayor propagación de enfermedades de transmisión sexual por su promiscuidad. Lo lógico sería participar en la promoción de campañas de salud y prevención, no pretender que la población asuma la situación como un mal cuya única solución es la limitación de sus derechos y la supresión de sus libertades.
Le preocupan las uniones “precarias o cerradas a la comunicación de la vida, que no aseguran el futuro de la sociedad”. ¿Cuántos casos de menores abandonados en el país, que se encuentran en la calle o alguna casa hogar existen? Es absurdo considerar que la mera capacidad de procrear asegura un adecuado desarrollo de los individuos. ¿Los crímenes de odio garantizan su desarrollo? Ésos son los verdaderos problemas en los que la Iglesia debería enfocar su discurso y acciones.
La Arquidiócesis de México atribuyó la derrota del PRI en los comicios recientemente celebrados, a la “autoritaria” iniciativa del Ejecutivo; el autoritarismo hablando de autoritarismo. Se olvida de todos los actos de corrupción e impunidad que rodearon los gobiernos en cuestión, y da a entender que la promoción del matrimonio gay implica castigo y, en mayor medida, debe castigarse.
Ya se habla de una división en el interior de los partidos por la propuesta de Peña Nieto. Lo que hay que tener muy presente es el peso político que la aprobación o rechazo pudiera tener; si podría utilizarse como elemento de negociación para disolver o establecer alianzas en los comicios del próximo año, y en la carrera a la que todos quieren llegar en primer lugar: las elecciones presidenciales.