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Lo ideal es excelentes leyes y buenos jueces. Y es mejor jueces buenos y leyes malas, que leyes buenas y jueces perversos.
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Muertos y heridos
La frase de que “hay que saber cacarear el huevo” nos invita a emplearla en el tema, tan publicitado, del “nuevo sistema penal en México”.
Si hubiese de verdad nuevo sistema penal, no sería un hecho acaecido como “momento histórico” ni “un día de estreno”, ni tan absurdo como: “quedó sepultado el viejo sistema penal inquisitorio con 99 años y 5 meses de vida, proveniente de la Edad Media, para iniciar el nuevo sistema penal acusatorio”, como en medios masivos de comunicación se reitera a plenitud; así, está mal cacareado el huevo.
El nuevo sistema, con pros y contras, forma parte de un proceso, y no es logro de un sexenio, sino que tuvo etapas iniciales en lustros anteriores, participando destacados juristas mexicanos de la academia, postulancia, judicatura, consejerías y de actividad legislativa, a quienes sin mezquindad deben reconocérseles sus aportaciones.
Esta generación tiene y tuvo, entre otros, a varios distinguidos maestros de las ciencias penales: Francisco Pavón Vasconcelos, Fernando Castellanos Tena, Gregorio Torres Fraga, Sergio García Ramírez, Gilberto Vargas López, Ricardo Franco Guzmán y Alfonso Quiroz Cuarón.
García Ramírez expresó algo orientador: “la norma penal debe establecer un orden que a nadie atropelle y a todos proteja. No es pedir demasiado; sólo exigir lo estricto”.

Es, por ende, prematuro juzgar con adjetivos elogiosos un sistema que con dificultades empieza sus primeros pasos, y con ello sus tropiezos.
La reforma constitucional de 2008 montó los cimientos del nuevo sistema penal; y ahí exhibió deficiencias que persisten. Claro, todo es perfectible.
Ni el sistema penal anterior, que no termina de irse, es el malo, ni el sistema llamado “nuevo” es tan bueno que en segundos solucionará todo problema. En aquél, y en éste, el denominador común es “la corrupción”; y mientras ésta no termine, o reduzca su magnitud y alcance, la deshonestidad penal escrita se convertirá en indecencia penal oral; y el soborno lento y viejo se transformará en veloz corruptela, pero “nueva”. Lo ideal es excelentes leyes y buenos jueces. Y es mejor jueces buenos y leyes malas, que leyes buenas y jueces perversos.
Además, cambiar en la materia penal unas palabras por otras no soluciona nada, menos nuestras contradicciones agudizadas.
Muchísimos millones de pesos se han gastado en ese cambio, sobre todo en carísimos inmuebles, con casos de ilegalidades; y la seguridad pública, la procuración y la administración de la justicia se generan, más que por edificios, por conducta sensible, preparada, tenaz y sana del recurso humano.
Mal que en agua cristalina se decante una gota de veneno, como bien cita Beatriz Pagés a Sergio García Ramírez; peor si en una realidad putrefacta y venenosa cae esa gota purificada. Cerca de diez muertos y cien heridos en Oaxaca le dan la bienvenida al nuevo sistema de justicia penal.

