“La resistencia pasiva de Mohandas Gandhi fue la manera más eficaz de combatir el poder imperial extranjero”.

Henry  Kissinger.

Madrid.- Seis meses después, hoy (domingo), salimos a votar nuevamente en medio de la incertidumbre y de la preocupación pero convencidos de que en unas cuantas horas o días tendremos nuevo presidente del gobierno.

Otro panorama es imprevisible y acarrearía gravísimos problemas para cualquiera de las fuerzas políticas que intervienen en el debatir ideológico de nuestro país.

Poco acostumbrados a acudir a las urnas, los españoles toman la jornada dispuestos a cumplir con la obligación de emitir el voto y comprometidos con su deber para que se despeje el camino de la nación y los agoreros desaparezcan lo antes posible. No estamos para disquisiciones teóricas sobre las tendencias que terminarán sin duda con un pacto entre dos o tres de los partidos.

En medio de esta situación y poco acostumbrados a la democracia acudirán a las urnas alrededor del 72% de los citados y las posiciones todavía no están claras ni definidas. Perdón, algo sí se convierte en  exigencia nacional: elijamos al jefe del Ejecutivo sin excusas ni pretextos. No se puede alargar más el período de espera. Hacerlo en países más acostumbrados al voto es ya problemático pero en España dejar abierta la posibilidad de que no haya investidura de inmediato arrojaría resultados casi catastróficos.

Nadie los quiere pero pocos son los que se esfuerzan para lograr que se abra el camino a los nuevos dirigentes de España que tendrán que asumir la responsabilidad de manejar un cambio profundo y real de las tendencias económicas y políticas que abrieron mucho más el espacio que hay entre los poderosos y la gente de a pie.

Está comprobado que el neoliberalismo de Mariano Rajoy no condujo sino a favorecer los intereses que ya todos conocemos. A las clases medias, que cada vez son menos y están más arrinconadas, se les apretó más el cinturón y fueron cayendo en la inanición y en la desesperanza.

El presidente del gobierno en funciones volvió a mostrarse tal y como ha sido siempre: cuestionado sobre qué hará inmediatamente después de conocerse los resultados dijo que “lo mismo que el 20 de diciembre”.

El director de El Periódico le preguntó también si esto quería decir su abstinencia en caso de que no tuviese una mayoría absoluta. Rajoy, entre sonriente y categórico, dijo que sí y con sorna ratificó su lógica más pueril que se convierte en una amenaza para el porvenir de la nación.

Desde luego, en esta última semana, las posiciones de los  candidatos a la presidencia del gobierno no han cambiado. Por lo menos verbalmente, cada quien va montado en su burro o en su mula. A caballo pocos. En coche, ninguno. Tercos, todos.

Mariano no tiene, en estos momentos, ningún aliado ni se intuye la posibilidad de que alguna de las fuerzas políticas lo apoye. El quiere ser presidente. Nunca aceptará (al menos eso dice) entrar en coalición con otros partidos políticos en donde él tuviera un puesto segundón.

Los sondeos que se publicaron por todas partes, a cualquier hora; las encuestas realizadas en televisión, en radio, diarios y otros medios arrojan, hasta el viernes pasado, las siguientes tendencias:

El Partido Popular sería el más votado con un 29%, Unidos-Podemos se convertiría en la segunda fuerza política con muchas posibilidades de dar una sorpresa a los populares.

Los socialistas están descalabrados. Sólo un cambio radical en esta jornada podría dar un vuelco a las predicciones y mantenerlo como segundo en el calendario de los españoles.

Es evidente que Unidos-Podemos sigue siendo la sorpresa en el devenir político de España. Con egoísmo pero con firmeza, Podemos supo llevar su fortaleza ideológica a rechazar cualquier pacto que no fuese con la Izquierda y le ha dado resultados. Su unión con Izquierda Unida le ha permitido sumar alrededor de un millón de votos más que representa un buen puñado de curules y una presencia airosa en el escenario que contemplamos.

Desde hace 48 horas los españoles han entrado en “un período de reflexión” durante el que no se podrán hacer sondeos ni propaganda. La ley así lo pide, lo exige, lo requiere y lo ordena. Quien infrinja este precepto será sancionado gravemente.

En estas primeras horas no se detectan problemas importantes en ninguna de las regiones del país pero habrá que esperar a que cierren las casillas para conocer los resultados sobre todo en las regiones más alejadas.

Albert Rivera ha convertido a Ciudadanos en el partido del futuro. Lo tiene bien claro: será el sucesor en el ámbito neoliberal cuando pasen estas circunstancias y se reagrupe la política nacional. Él lo sabe y es lo que quiere. Por eso pide votación “pero sin Rajoy”.

Está dispuesto a cohabitar con el PSOE y hasta con Podemos (esto es imposible porque los dos son la caras opuestas de la moneda y se desprecian mutuamente). El catalán sigue mirando a izquierda y derecha con la misma facilidad y desenfado con que lo hizo en los últimos meses. Y da a entender que cualquier movimiento que hubiese para cambiar a Rajoy como candidato, Ciudadanos (C`s) apoyaría al PP para que encabezase el nuevo gobierno.

La lógica, sin el cosquilleo de los corre ve y diles, hace pensar que la alianza Unidos-Podemos y PSOE es la más viable en estos momentos. Aunque en situaciones parecidas, y en otros países, los cambios se han dado en unas horas y lo mismo puede ocurrir aquí.

En los partidos minoritarios juegan su baza con mucha dignidad. Cada uno mantiene una posición congruente, clara y definitoria: Compromís quiere un gobierno a la valenciana y está con Podemos; Junts pel Sí y ERC y sus simpatizantes insisten en separarse de España.

Nadie les cambia ni les cambiará de opinión pero sí ha modificado la postura de Pablo Iglesias, secretario general de Unidos-Podemos, quien confesó que, aunque es importante hacer un referéndum en Cataluña, lo es más formar gobierno.

Otro cambio más en la política de barras de hierro y posición radical de un partido que está en el ánimo de la gente pero que ha mostrado una radicalización a la que estamos poco acostumbrados pero que quizá sea necesaria para el país.

Podemos equivocarnos. Los más exceptivos creen que un gobierno de izquierda sería el caos. Nadie ve a Iglesias como presidente del gobierno. Yo tampoco, por ahora. Pero alguien tiene que serlo y si no lo es Pedro Sánchez y Rajoy mantiene su posición obligado por las circunstancias, no habrá más remedio que ir adaptándose a las nuevas imágenes ideológicas y físicas del futuro.

La calma obligada a la que nos someten las leyes no corresponde a la idiosincrasia de los españoles. Por fortuna, la votación sigue siendo para ellos un día festivo, novedoso, alegre y esperanzador. Pero los hay que se echan las manos a la cabeza y exclaman todo lo alto que pueden la consabida frase de:

“De ser así, ¿a dónde vamos a parar?”