La salida británica siempre fue una realidad. Esta no fue la única ocasión que Inglaterra había advertido con retirarse del bloque europeo. En 1975, también celebró un referéndum bajo la misma tónica, pero en ese entonces la permanencia ganó con un rotundo 62.2% contra 32.8 de quienes preferían la retirada. La razon es que Inglaterra es un país aislacionista, xenófobo y nacionalista a ultranza. Han pasado 43 años de permanencia en la Eurozona. Todo ese tiempo se mantuvo escondiendo el tradicional sentimiento ultranacionalista que le ha permitido vivir apartada del mundo. Pero esta vez, su desafío no sólo es regional, sino global, porque se enfrentará a un proceso de internacionalización que tiende más a integrar que a disgregar; como lo ha hecho a lo largo de su historia.
El traje colonial se estaba apolillando
En parte, habría que entender la actitud de los británicos al apoyar el Brexit. Basta volver la mirada al siglo XVI cuando el imperio inglés (bajo el reinado de Isabel I) comenzó a forjarse como potencia, bajo la creencia de que sería el líder perenne de Europa. Esta misma idea fue la que lo llevó a ser la primera potencia del orbe en el siglo XIX (época Victoriana 1837-1901) y de ahí, hasta inicios de la I Guerra Mundial. Como ejemplo, podemos citar la frase de Sir Walter Raleigh (quien fue nombrado caballero por su majestad Isabel Primera, la Reina Célibe), para darnos cuenta de su concepción y percepción del mundo: “quien domina el mar, domina el comercio, quien domina el comercio domina las riquezas del mundo y consecuentemente el mundo mismo”. La frase en realidad no es una recomendación hecha por él, sino más bien una reafirmación de que Inglaterra debía poseer el mar y riquezas del mundo y jamás compartirlas; esta creencia sigue presente entre los grupos de derecha y ultraderecha británicos, que fueron los principales promotores de la salida de la Eurozona. El Brexit responde al postulado y exégesis inglés de no compartir lo que consideran suyo: economía, historia y forma de gobierno. Los británicos, han sido nacionalistas e individualistas, gestionados por la derecha y ultraderecha. Esta idea se basa en algo tan simple como “si el Viejo Mundo no se somete, entonces Gran Bretaña se va de éste”. El Brexit provocó el regreso de Inglaterra a su natural postura aislacionista, de fronteras cerradas, pero exigiendo puertas abiertas de los demás. Por si no lo han visto todavía, ésta es una tendencia muy clara en la forma de actuar de Estados Unidos, lo cual no es nada descabellado, ya que los estadounidenses fueron grandes discìpulos coloniales de los ingleses. Un país por tradición conservador y antiinmigrante. La incertidumbre provocada en la Unión Europea (que ahora en represalia le exige a los ingleses acelerar su salida) podría convertirse en una ventaja para el bloque, ya que lo obliga a reorientar o renovar sus fundamentos integracionistas.
Un buen golpe bajo
A partir del 23 de junio, los británicos redefinirán los términos en que se involucrarán en la economía y política con Europa. Esta última, siempre sospechó que los ingleses se irían. La salida golpea el proyecto europeo de evitar otro conflicto en la zona tras la Segunda Guerra Mundial y convertirse en Estados Unidos de Europa. El Brexit, abreviatura de Britain (Gran Bretaña) y exit (salida) se concretó, pese a que muchos (48 por ciento) no lo deseaban. Se convirtió en lo más repetido del mundo y aun no se digieren sus efectos. La alternativa Bremain (Britain y Remain: permanecer) no tuvo el éxito mediático del Brexit que vendía mucho más. Bajo la visión conservadora británica, la Unión Europea es un obstáculo para el desarrollo del país, con una regulación excesiva y considerada perjudicial para las firmas británicas. El BREXIT permitiría controlar migración, mejorar posición británica, firmar acuerdos mercantiles, recuperar la vida interna, soberanía del parlamento, autonomía y liberación de la burocracia comunitaria.
El mensaje es claro y hay que entenderlo así: Reino Unido quiere recuperar el control de sus fronteras y reducir el ingreso de extranjeros en busca de trabajo. Para quienes deseaban permanecer, jóvenes (48 por ciento de votantes) la pérdida de soberanía en la organización supranacional, se compensa con beneficios de la misma. Ya no está la URSS (parodiando a los Beatles), pero está el mar, el cual siempre ha considerado que les pertenece por tradición hegemónica.