El anuncio de la nueva estrategia de transformación económica conocida como “Visión Saudita 2030”, constituye un gran esfuerzo por enmendar varios de los más serios problemas que enfrenta el reino hoy en día, y traza una nueva vía para garantizar el crecimiento del país con una menor dependencia de sus exportaciones petroleras.

Si bien es cierto, que el monarca Salman Ibn Abdelaziz fue el responsable de emitir los numerosos decretos reales que han acompañado a las nuevas decisiones (tanto en materia estructural-gubernamental, como para la conformación de un nuevo gabinete), el hecho de que una amplia explicación de la “visión”, fuera brindada por su hijo Mohamed Ibn Salman, es otro indicio que demuestra el gran poder que sigue concentrando en sus manos esta joven figura de la cúpula del poder saudita.

Mohamed Ibn Salman, además de ser el príncipe heredero sustituto (es decir, el segundo en la escala sucesoria luego de Mohamed Ibn Nayef), es también con sus 30 años de edad, el ministro de Defensa y presidente del Consejo para Asuntos Económicos y de Desarrollo. Al anunciar la ya esperada nueva estrategia (inspirada parcialmente en el informe del McKinsey Global Institute de diciembre 2015), la sociedad saudita percibe a Ibn Salman como responsable principal de la “Visión 2030” con determinación para tomar decisiones. En su gestión actual y futura se concentran numerosas expectativas, pues junto a este reajuste que podría brindar algunos resultados positivos, hay otros temas que preocupan al ciudadano común, entre otros: el impacto por la abolición de muchos subsidios, la introducción de nuevos impuestos y la continuidad de una burocracia inefectiva.

Arabia Saudita ha sido afectada por la caída de los precios internacionales del petróleo desde el 2014, por lo que la columna vertebral de la nueva visión, es aplicar un modelo de desarrollo socioeconómico que disminuya su dependencia petrolera, la que alcanza en la actualidad un 72%. Hoy el reino enfrenta un déficit presupuestario inmenso de 98 mil millones de dólares, y una tasa de desempleo que asciende a 11,6%. El modelo “rentista” comienza a debilitarse.

Durante los últimos cinco años, la economía saudita ha tenido grandes erogaciones, ya sea en los momentos iniciales de la llamada “primavera árabe”, cuando el fallecido rey Abdalah Ibn Abdelaziz destinó 130 mil millones de dólares para programas sociales, o las relacionadas con el conflicto armado en Yemen (alrededor de seis mil millones de dólares). Igualmente, los fondos destinados a la economía egipcia, el apoyo brindado a la oposición armada siria, la asistencia financiera y donativos para diversos países e instituciones internacionales, la política de subsidios, y muchas de las compras suntuarias que aún realiza la monarquía, se añaden a las estadísticas.

Pero muy especialmente, la magnitud de los gastos en defensa complica las cuentas del reino. Arabia Saudita es en la actualidad el tercer país del mundo que más fondos destina a defensa (150 mil millones de dólares por cinco años), según un estudio reciente dado a conocer por el prestigioso Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI).

El país necesita otras fuentes de ingreso más allá de las petroleras, para lo cual promueve con su nueva visión, un impulso al sector privado, un incremento de la eficiencia y ampliación de su sector industrial y una política de atracción de inversiones. Elemento central de la nueva estrategia es la venta de casi un 5% de la compañía petrolera nacional ARAMCO, con lo que se pretende reforzar el existente fondo de inversión pública. También el reino proyecta incrementar la actividad minera, la industria petroquímica, reducir la tasa de desempleo a un 7%, llevar adelante nuevos programas sociales en salud, educación, vivienda, infraestructura y otros rubros, e incluso desarrollar su propia industria militar.

La inmediata reestructuración del gabinete que siguió al anuncio de la “Visión Saudita 2030”, también sirvió para insistir en la necesidad expedita de actuar. Algunas carteras fueron reestructuradas y se les abrió el camino a varios nuevos tecnócratas. Uno de los cambios que más llamaron la atención fue la sustitución del famoso ministro de petróleo saudita durante dos décadas, Ali al-Naimi, por Khalid al-Falih quien ha desempeñado un papel fundamental dentro de ARAMCO y que goza de un gran reconocimiento internacional.

Las opiniones respecto a la nueva visión aparecen muy dividas y oscilan desde los que aseguran su éxito, hasta los que plantean dudas sobre su eficiencia por su escala excesivamente amplia. Un primer indicador de este debate de percepciones lo ha dado a conocer la famosa firma experta en inversiones Moody Investors Service, al disminuir la evaluación del reino en un nivel (A1), debido fundamentalmente a las proyecciones que estiman que los precios del petróleo se mantendrán bajos en los próximos años.

Pero de cualquier manera, no podrá medirse la efectividad solamente dependiendo de esta apreciación, pues en primer lugar está por verse cómo evolucionará el consumo energético global y sus precios, y habrá que valorar también qué tasa de crecimiento económico anual lograrán los sauditas y cómo manejarán sus finanzas e inversiones, entre otros factores.

En cualquier caso, la “Visión Saudita 2030” demuestra la capacidad de la monarquía para interpretar la actualidad y reajustar su estrategia hacia el futuro. Esto es muy distinto a una “continuidad inmovilista” que erráticamente algunos analistas le atribuyen a todas las esferas del reino.

*Catedrático del Colmex