Contestar el WhatsApp, revisar la bandeja del correo electrónico, checar las notificaciones de Facebook, leer los últimos Tweets, son actividades cada vez más comunes entre la población mexicana, sobre todo entre jóvenes que invierten gran parte de su tiempo en estar al tanto de las redes sociales y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.
El uso de las redes sociales también puede ocasionar una baja en la productividad y rendimiento de un empleado que invierte parte de su jornada laboral en revisar las plataformas de socialización virtual, por encima de los intereses comerciales de la empresa para la que trabaja.
Si bien el avance tecnológico y la accesibilidad a Internet facilitan el contacto y la cercanía con las personas y con un sin número de contenidos textuales y multimedia, también trae consecuencias desfavorables cuando el uso de estas herramientas es desmedido y las aleja del mundo no virtual, de la convivencia cara a cara y de las responsabilidades habituales.
De acuerdo al ranking Global Information Technology Report 2015 (Reporte Global de Información y Tecnología 2015) realizado por el Foro Económico Mundial, México logró minimizar su brecha digital al escalar 10 puntos en el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. De esta forma, actualmente casi 5 de cada 10 mexicanos mayores de 6 años se consideran usuarios de Internet.
Según el Módulo sobre Disponibilidad y Uso de las Tecnologías de Información en los Hogares 2014, en números son cerca de 47.4 millones de mexicanos los que recurrentemente hacen uso del ciberespacio, lo que se traduce a que el 80% de la población joven de 12 a 17 años, son los que recurren en mayor medida al uso de las tecnologías digitales.
La penetración de la tecnología en la vida cotidiana de los mexicanos se ha vuelto, más que un lujo, una necesidad que forma parte ya de la cultura social del presente siglo, como en su momento lo fueron otros medios: televisión, radio o teléfono. Sin embargo, existe una alta tendencia a recurrir excesivamente al Internet y las redes sociales; aunque dicha conducta parece inofensiva, las consecuencias pueden ser perjudiciales.
La compañía comScore, especializada en medición y análisis del comportamiento de la audiencia y de las marcas en todas las plataformas, México ocupa el primer lugar mundial de mayor penetración de las redes sociales entre los internautas con un 98.2%, mientras que en el resto de Latinoamérica el alcance promedio de las redes sociales entre la población es de 95.8%.
Esto significa que los mexicanos son más constantes en las redes sociales que los usuarios de países del primer mundo como Rusia o Portugal. El mismo estudio arroja que los latinoamericanos, invierten en promedio 8.6 horas al día en interactuar en las redes sociales, mientras en otras regiones del mundo como Asia Pacífico, los usuarios solo pasan 2.4 horas frente a las pantallas de sus móviles, tabletas o computadoras.
Esto implica que en promedio, un mexicano navega en las redes sociales el mismo tiempo que dedica a la escuela, el trabajo, las labores del hogar o cualquier otra responsabilidad.
El experto en Tecnologías de la Información y la Comunicación y académico en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente ITESO, Eduardo Quijano, considera que existen tres tipos de cyber usuarios: el promedio, el excesivo y el compulsivo.
Esta última clasificación, afirma Eduardo Quijano, llega a experimentar un “miedo a estar desconectado” que se traduce en una ansiedad por querer estar al tanto de las actualizaciones de información en las plataformas sociales.
Estudiosos del tema aseguran que el uso excesivo de las redes sociales puede convertirse en fuentes potenciales de cyberbullying y aislamiento, sobre todo en los usuarios más jóvenes que al estar inmersos en el mundo virtual, no desarrollan habilidades para socializar de manera física y mantener relaciones interpersonales.
Quijano advierte que una de las consecuencias psicológicas más dañinas del uso excesivo de la red social es la “pérdida de bienestar”, que produce el conocer la vida de otros usuarios con posibilidades distintas: “Para muchas personas que están en las redes sociales más que una sensación de envidia, es triste ver las publicaciones de otros porque se dan cuenta que no tienen las mismas opciones”, señala el catedrático.
Lo más grave es la insatisfacción personal que genera la expectación de vidas ajenas, que conduce a los usuarios de las redes sociales a la depresión, a los sentimientos de inferioridad, a desequilibrios psicológicos como la ansiedad, incluso en casos más extremos provoca tentaciones suicidas.