Si hay algo que me agrada de la República Popular Democrática de Corea es su obstinación. Una actitud que también mostró recientemente el Reino Unido con su salida de la Unión Europea. Pues sucede que este sábado, el ejército norcoreano realizó una nueva prueba balística en aguas internacionales. Se trata de un misil que puede ser lanzado desde un submarino, lo que es calificado como una abierta provocación contra Estados Unidos; y a una semana de que Washington impusiera sanciones contra el gobierno de Kim Jong-un, por violaciones a los derechos humanos.
El cohete fue lanzado desde un sumergible apostado en aguas del mar del Este (mar de Japón) a la altura de la ciudad de Sinpo, sin embargo, éste falló durante su fase de vuelo. Recordemos que Corea del Norte tiene prohibido por la Organización de las Naciones Unidas desarrollar armas estratégicas y de hecho, su programa nuclear está constantemente en la mira de los inspectores internacionales. Esta nueva prueba militar curiosamente coincidió también con la decisión de Washington y de Seúl de desplegar un sistema antimisiles para responder a las amenazas de Pyongyang. Asimismo, sucede un par de días después de que el régimen norcoreano advirtiera que cuenta con los elementos estratégicos para enfrentar una crisis armada contra sus dos viejos enemigos. El ejército de Corea del Norte, por supuesto, calificó la decisión de sus rivales como una clara y abierta “declaración de guerra” por parte de Washington.
Para cualquiera que conoce el popular juego Submarino o Batalla Naval, sabe que desplegar una fuerza submarina puede entorpecer cualquier decisión estratégica de un rival o hacerlo disuadir de lanzar algún ataque. Un solo sumergible en el agua implica un desgaste mayor para el enemigo, pues tiene que invertir más esfuerzo en protegerse y en inocular posibles amenazas, mucha más de uno que puede transportar misiles continentales con cargas nucleares.