El recuento de los daños

Una vez apagados los fuegos fatuos de la última elección con los resultados y consecuentes efectos de todos conocidos, ha comenzado un reacomodo previsible de fuerzas políticas tanto en lo interno de los partidos dominantes, como entre los factores de poder actuantes en el seno de la sociedad.

Un primer movimiento en falso provino de la aún mayoritaria Iglesia católica, que pretendió arrogarse un “voto de castigo” en contra del gobierno federal por haber permitido las reformas que despenalizaron el aborto, las uniones entre personas del mismo sexo o promovido el uso de la mariguana con fines medicinales; instalada en una visión medieval, lo irracional de su postura terminó en el basurero, porque su argumentación carecía de sustento.

La perplejidad inicial del partido en el gobierno terminó en la renuncia de su presidente, y el gobierno en su conjunto, luego del inicial desconcierto, ha iniciado un control de daños, asumiendo —al parecer— que el problema de falta de credibilidad viene de lejos, que el ataque a fondo contra el presidente de la republica, la corrupción y el descrédito generalizado del PRI por sus malos gobiernos ocasionaron la debacle electoral.

En los últimos días, resucitando viejas prácticas que se estimaban superadas, han ungido un nuevo presidente del partido. Más allá de que esta nueva crisis resulta similar a otras previas, el salvador carece del genio, el nervio o el carisma de un Madrazo o un Colosio, aunque es obligado darle el beneficio de la duda. Y nadie parece haber entendido la lección de que al PRI no hay que enterrarlo antes de tiempo.

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En el caso del PAN, se adelantaron en guardar los resultados coyunturales que le favorecieron, como éxitos en la faltriquera, cuando obedecen a circunstancias no atribuibles a su convencimiento del electorado; supieron, eso sí, capitalizar el voto de castigo contra el gobierno y en aliarse convenientemente con el PRD, sin lo cual los resultados no les hubiesen sido tan gratos.

El saldo electoral favoreció al presidente del partido, frente a la mujer de Calderón y del otro suspirante, y su camino a la candidatura panista en 2018 se observa dibujada. Y en este caso, lejos está de calzarse los zapatos de un Gómez Morin, un Christlieb Ibarrola, un German Martínez o, vamos, un Pablo Emilio o un Gustavo Madero. La derecha necesita mayor solidez intelectual que la mera retórica antigobiernista.

En cuanto al PRD, la ocupación temporal de la dirigencia por un trásfuga priista pareció o fue un ejercicio de diletante por figurar o aparecer en los reflectores, que terminó por clavar un clavo más al ataúd de esa fuerza política que, de ser la que mayor solidez ideológica presentaba, hoy es una agrupación de tribus en busca de brújula y destino. Esto los regresó al pasado reciente de disputas, confrontaciones y sectarismos estériles que ciertamente los ha desdibujado. Lo cual es una pena para la izquierda.

Morena refrendó sus éxitos en la Ciudad de México, pero sin ser la fuerza apabullante que se asumían, ciertamente elevó sus caudales de votos en otras entidades, pero no logró ningún triunfo memorable. Su caudillo como alquimista buscó vender como oro lo que sólo fue reforzar su presencia y afianzó su objetivo principal y único: ser candidato en 2018.