Una novela corta, redonda, con una muy bien estudiada, apropiada temática armonizada por la nostálgica memoria de Serrano, uno de los personajes en cuestión, el novelista errante de la vida bohemia en la Ciudad de México. Se trata de Toda la vida (Literatura Random House, 2016), libro que avala la escritura desmesurada del autor Héctor Aguilar Camín, como podremos corroborar desde los primeros capítulos hasta un final inesperado.

Se parte de interrogantes del personaje Serrano a una doble averiguación de aquel homicidio de un hombre extranjero nombrado el Catracho y esa mujer de la que ha huido y ahora quiere reencontrar, llamada Liliana Montoya. Un crimen pasional que guía los recorridos escrupulosos de la policía y la política en México del viejo régimen. Sí, Aguilar Camín va depurando su estilo de principio a fin con gran rigor de investigación realista o de ficción, y establece los parámetros precisos para conjugar una verdadera investigación en su devenir de recuerdos vivenciales. La novela comienza con la asistencia al velorio del difunto Olivares que no es precisamente que fuera amigo de él ni de la familia pero es avisado por alguien conocido y cercano a ellos Felo Fernández donde también asisten los de su generación de Olivares, un ex rector, una ex guerrillera, un ex jefe de policía y el famoso Pato Vértiz, doctor en ciencias penales, su nombre: Roberto Gómez Vértiz. “Al voltear, veo que me tiende la mano, grande y temblorosa./ Repite: —¿Cómo estás?/ —Respondo que bien. Y él, ¿cómo está?/ —Leyéndote, maestro. Aprendiendo. Quién iba a decir que serías nuestro autor”.

En su interés personal de acudir a dicho funeral está el orden cardinal del personaje Serrano que es un impulso íntimo por el paradero de Liliana Montoya. Ambiente trágico acerca de lo que ahí acontece, explora una y otra vez ese escenario, espacio (de difícil medida) dada las circunstancias, todo por no rehuir a la presencia de aquella joven: “Mi frecuentación incestuosa de Liliana Montoya empieza el jueves de abril de 1972 que he referido, en el lavadero de su casa. Poco antes de aquella escena, en febrero, Liliana ha cumplido dieciocho años, yo veinte en enero. Dos años después, en 1974, Liliana entra a la escuela de Ciencias políticas. Yo curso entonces el tercero en Filosofía y letras. Liliana va en segundo de Ciencias políticas cuando empieza a andar con el Pato Vértiz, en 1976. El Pato Vértiz es veinte años mayor que ella”.

En Toda la vida podemos observar con ciertos matices que este amor de los protagonistas con diferencia de edades, es arropar sus propias necesidades, buscar un padre o una madre perdida o sustituir generalmente los trances no resueltos de las figuras paternas o maternas.

Plantea que existe un cobijo formal del síntoma, este amor colmado de Serrano ha ido variando, es decir, hay algo transversal que va más allá del amor que no desaparece por completo, trae una consecuencia, quedan unos sedimentos. “Tengo registrado en mis agendas el día que saco a Liliana del hospital. Es el jueves 25 de septiembre del año 2000. Hemos decidido vivir juntos en mi casa. Nuestro primer acuerdo conyugal es que ella arreglará el lugar como quiera y yo pagaré los arreglos”.

Resulta un tanto misterioso que al ir percibiendo los capítulos consecutivos nos dé más averiguaciones, es entonces cuando aparece en la narración una nueva referencia a lo inexplicable, genera en el mejor de los casos un nuevo discernimiento inadvertido algo que no debía perderse de vista. Serrano estaba confrontado con el impacto emocional. “¿Qué haría uno si es testigo de un crimen?”. Se trata entonces de seguir una nueva vocación para poder seguir escribiendo su novela, debe estar muy atento a dicha investigación porque no sólo lo conducen por los caminos literarios sino a otros caminos de documentación, teorías científicas y criminales.

Un crimen pasional hace referencia a causa de un súbito arrebato de la conciencia motivada por sentimientos como celos, ira o un desengaño. Es el caso de la petición-obsesión de Liliana Montoya Giner para el doctor en ciencias penales Roberto Gómez Vértiz, mejor conocido como el Pato Vértiz. “Al Catracho le gusta que a Dorotea le duelan las cosas, dice Dorotea. La hace tomar pastillas y aspirar sustancias que la enervan. Le pide que se pintarraje para él, que se haga la vieja o la niña, o la monja, o la Virgen, para él. Dorotea llora mientras cuenta esto. Liliana piensa que el Catracho ni siquiera es mexicano. No sabe por qué, pero la extranjería del Catracho la afrenta doblemente. Decide pedirle al Pato Vértiz que mande matar al Catracho”.

Un típico crimen de pasión podría involucrar a una persona agresiva que ataca a otro después de una discusión y se lanza a golpearla cruelmente o incluso a asesinarla, (una observación, las mujeres también son capaces de un comportamiento tan violento).

Conclusión: los malos tratos a la mujer como un emergente de las relaciones de poder en nuestra sociedad patriarcal y de la expresión de los roles de género que la sociedad origina entre hombres y mujeres.

Una novela turbulenta que no dejará al lector insensible.